17 de Noviembre de 1937

17 de Noviembre de 1937

También hoy, hace un día malísimo. Las temperatura invernales, han empezado ya. Resulta imposible seguir más días aquí. Los 21 días que debíamos pasar en las posiciones, ya han vencido y habiendo quedado en nada lo de la nueva compañía, vamos a solicitar al comisario que presione al capitán para que pida el relevo.
Cuando vamos a comer, encontramos a los expedicionarios que confirman que lo de la nueva compañía se ha anulado.
Hacemos la solicitud de relevo y nos dicen que, si nos relevan, iríamos a una posición que se está de guardia continua, ya que se trata de vigilancia de carreteras.
Después de comer, hacemos una reunión, y acordamos insistir en nuestra demanda. Para nosotros los soldados, la nueva posición abajo en el pueblo, no puede ser peor que ésta, pues, aunque se haga más servicio de vigilancia, las condiciones de vida serán mejores que aquí. Si es preciso, mañana volveremos a insistir.
Esta tarde, hemos ido a poner lazos para cazar conejos, aunque no creo que ninguno del grupo, sepa distinguir los senderos que éstos siguen.
Por la tarde, pasa por la tienda el cabo Lon, que fue en la expedición a buscar armamento y nos comunica varias noticias; la mejor es que, por ahora, los permisos quedan en pié.
Tengo guardia a las 5. Hace un viento fortísimo que impide permanecer en pié. Me siento en el suelo, al resguardo de unas carrascas. A las 6.30 me relevan. ¡Ya no podía más!.
El arroz que me han traído de cena, está convertido en una pasta helada; tengo que tirarlo. Me como un poco de pan con turrón y me caliento un poco de café al que añado coñac y me hecho a dormir, con mi “pareja”. Poco a poco, vamos entrando en calor pero, diríase que con él, se despiertan los piojos y pican como muertos de hambre. Mañana volveré a quitarme la ropa y picarla aunque me hiele. Nos rascamos hasta levantarnos la piel.

16 de Noviembre de 1937

16 de Noviembre de 1937

Somos unos cuantos que, también hoy dejamos de ir a por el café y preferimos hacernos tostadas y picar algo de lo que tenemos extra.
El día es malísimo; nublado y con el viento del Moncayo. Esto, influye en nuestro ánimo y hace desaparecer aquella alegría que parecía renacer ayer.
Todavía no sabemos nada de los compañeros de la posición del capitán que, hace unos días marcharon para hacerse cargo de material nuevo. Tampoco se conocen aún los elegidos para la nueva compañía. Yo creo que el capitán, está jugando a sentirse importante.
Dentro de unos momentos, entro de guardia. El viento, sopla ahora con mucha fuerza. Al poco de llegar al puesto, empieza a llover. Guardia muy pesada; parecía que no iban a relevarme nunca. Si continúa lloviendo así, hemos decidido no ir nadie a buscar la comida. Afortunadamente, para un poco antes.
En la paridera, encontramos noticias frescas; lo de la formación de una nueva compañía... ha quedado anulado. Esperamos la llegada de los expedicionarios para que nos cuenten como les ha ido.
Pasamos la tarde, haciendo conjeturas. Llegamos incluso a dudar de la veracidad del encargo del capitán de la nueva compañía. A la hora de cenar, no han llegado otras noticias.
Tampoco hoy viene ningún sargento a dormir a la tienda. Son varias las noches ya que estamos solos y, vale decir que nos las arreglamos mejor que según con que sargento. Pero hay que reconocer la desfachatez que ésto representa y la tolerancia de los oficiales que no pueden ignorar el hecho, ya que duermen en la paridera con ellos.
Nos echamos a dormir.
Guardia de 3 a 5, con un frío que pela. Afortunadamente, sin novedad. Me hecho a dormir y a aprovechar el tiempo que queda hasta la hora de levantarse.

15 de Noviembre de 1937

15 de Noviembre de 1937

Somos varios los que no vamos a buscar el café; preferimos hacernos unas tostadas con chocolate y uvas.
Como no se sabe nada de los elegidos de la nueva compañía, vuelve a reinar el pesimismo.
Ha llegado prensa con fecha 10 del corriente, la lectura de la cual, provoca una conversación sobre la posibilidad de una guerra europea. Ya nos parece imposible que algún día pueda terminar esta vida que llevamos. La palabra “paz”, suena tan extraña a nuestros oídos, que casi empezamos a olvidar su significado.
Entro de guardia. En el puesto donde la hacemos durante el día, alguien, ha encendido un fuego; ahora, de él, sólo quedan cenizas. La vista de ello, me sugiere simbolizar nuestra vida con éste fuego. Nosotros, los hombres, somos la madera que se va echando al fuego de la guerra para mantenerlo encendido. Luego, la madera se reduce a cenizas que, al soplo del viento, son dispersadas sin dejar rastro de ellas. Así, nosotros ignoramos también nuestro destino, pero sea cual fuere, tanto al caído como al indemne, el viento de los años borrará hasta el recuerdo de que haya existido.
Y pensar que con unos cuantos hombres, -pocos-, que se lo propusieran, ¡Cuantas alegrías proporcionarían y cuantas vidas y miserias se ahorrarían!.
Todos, tememos la soledad. La peor enemiga en días así porque conduce a deprimir el ánimo y es necesario evitarla a toda costa. Por eso, todos buscamos compañía.
Hacía unos días que los piojos, no molestaban digamos que “moderadamente”. Pero nos están haciendo la vida imposible de nuevo. De modo que, venciendo la vergüenza, nos sacamos la ropa cada día, la extendemos fuera de la tienda y la picamos con unas varas con el fin de hacerlos “botar” al suelo. Cuando el tiempo es benigno, esta operación se realiza bien, pero cuando es lluvioso o frío, como ahora, pasamos un mal rato. ¿Cuando nos será posible quitarnos toda esta ropa, lavarnos y mudarnos completamente? Parece imposible que llegue ese día y estemos condenados a rascarnos hasta rasgarnos la piel como ahora.
Hace varios días que no veo a Quintanilla y Vilalta, pero sé que están bien. !Si, por lo menos, estuviéramos juntos! Debo reconocer que aquí tengo buenos compañeros, pero ésta amistad no es tan antigua como la de aquellos y, por ello, nuestras conversaciones se limitan al presente y, aquí... !se disfruta tanto, recordando tiempos pasados! Es una de las pocas cosas que nos animan.
Estoy haciendo estas anotaciones, cara al enemigo. De vez en cuando, se oyen las explosiones de las fortificaciones que se están construyendo. También al otro lado, debe haber muchachos que, al igual que nosotros en la anterior posición, no deben dejar de mano los picos y las palas. Y, seguramente, pensarán como nosotros entonces.
Para almorzar, rancho especial; patatas fritas con carne. Además, unos compañeros se han desplazado hasta el pueblo llamado Aguilón, y han traído vino.
LA charla de esta tarde, ha sido bastante alegre. Entre ella y cortar leña nos ha pasado el tiempo muy rápido. Cuando nos hemos dado cuenta, era ya la hora de cenar.
Casi nadie se termina la sopa de arroz que nos dan, por lo insípida. Y, sin embargo, es casi seguro, que algún día la echaremos de menos.
Regresamos a la tienda; charla y a dormir.
A la una, me llaman para la guardia. Me relevan a las tres, sin novedad.

14 de Noviembre de 1937

14 de Noviembre de 1937

El día, amenaza lluvia. El mal humor de ayer, parece haber remitido algo. Resulta inútil rebelarse contra los hechos ya que no se consigue nada pues, lo que haya de ser, será. Este, parece algo fatalista, pero es que, poco a poco, los hechos nos van volviendo así.
El viaje a por el desayuno y la estancia allí, no son tan tristes como ayer.
En la paridera, había un diario francés del día 2 de este mes, que ha subido el carrero y a quien se lo ha dado Nebot para mí. Me lo llevo a la tienda. Allí, sentados alrededor de la hoguera, lo voy leyendo y traduciendo. Por su contenido no se saca nada en claro sobre la situación internacional. Muy al contrario, demuestra cada vez más, la porquería y el “chalaneo” que es la política. Para salvar sus intereses, hay países que no dudan en pactar con los alemanes, abandonando a éstos, sus países amigos ayer. ¡Y pensar que a causa de la política estamos pudriéndonos aquí, abandonando hogar y trabajo. Con los millones que cuesta diariamente esta guerra civil...!¡Que España haríamos si los empleáramos en el bien común y no en la destrucción! Pero el Hombre, es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Y, por eso, la experiencia que debería proporciona la Historia no quiere tenerla en cuenta. De todas formas si los que promueven la guerras, pagaran luego las consecuencias en su carne, otra cosa sería. Pero, como cuando van maldadas huyen, en espera de una nueva “oportunidad”... Y, los que quedan, ¡a reconstruir el país!. Eso, ha sucedido siempre en las guerras civiles y eso, volverá a suceder aquí.
Cuando termino de leer el diario, entro de guardia. El puesto, transcurre sin novedad.
Ha llegado el correo; carta de Morera, compañero de trabajo que, por padecer del corazón, lo han dado inútil. Me cuenta que han movilizado quintas de 19 y 18 años y están haciendo la instrucción; y me refiere anécdotas cómicas. ¡Que distinto se vive en la retaguardia! Para ellos es como si la guerra fuera una cosa anecdótica. El día que les incorporen, ya se darán cuenta lo distinta que es la realidad. Y, no me refiero exclusivamente a los momentos de peligro; sinó más bien a este “pudrirse en estos rincones de mundo”.
Nada se sabe todavía referente a quienes formarán parte de la nueva compañía.
Vamos a comer. Lamentablemente, la sabrosa carne de cabra,toca a su fin, y debemos hacer frente a los garbanzos mejicanos. 'Si, por lo menos, fueran comestibles!
Por la tarde, echamos mano a las partidas de dominó que, si no nos divierten, por lo menos nos distraen. Un poco de charla rellena el tiempo. Precisamente, comentamos los rápido que pasan los días; llevamos ya aquí 19. De ser verdad lo que nos dijeron al llegar a Herrera, pasado mañana, deberían relevarnos y pasar 8 días de descanso en el pueblo. Pero, a causa de los permisos, -solamente teóricos-, y demás líos, no es fácil que nos releven hasta que nos toque el permiso.
Empieza a presentarse algún caso de reumatismo debido a las humedades que sufrimos constantemente.
Cuando voy a cenar, encuentro un paquete que me envían de mi casa, aún cuando yo no lo había pedido. Con gran ilusión lo llevo a la tienda y allí lo abro. Hay, chocolate, turrones, almendras, membrillo y una botella de coñac. ¿De donde habrán sacado todo eso? Por un lado, me alegra, pero al pensar cuanto deben necesitarlo ellas, se rebaja algo la ilusión.
Intento dormir hasta las once que entraré de guardia, pero estoy totalmente desvelado. Cuando me iba a vencer el sueño, ha llegado el sargento y ha empezado a hablar con el cabo en voz alta, despertándome de nuevo. Se comprende que esté animado pues sabe que tiene puesto seguro en la nueva compañía y, por lo tanto, le queda poco tiempo de estar aquí. Es de suponer, que la compañía de armas de acompañamiento, no será ningún enchufe, pero cuando menos, constituye una especialidad dentro del ejército y, por tanto, no estarán consumiéndose en este mal vivir de primeras lineas, que parece destinado sólo a la sufrida infantería.
Cuando callan, son ya cerca de las once y me vienen a buscar.
Hace mucho viento y, como viene del Moncayo, es muy helado. Esto, hace la guardia muy pesada. Hay que compensar con la vista la falta de oído. Afortunadamente, hay una luna, que parece sea de día.
Al fin, consumo mi turno y me relevan.

13 de Noviembre de 1937

13 de Noviembre de 1937

A las cinco, me despierta el cabo, pues hay uno enfermo y debo entrar en guardia nuevamente. Cojo mi equipo y al puesto otra vez.
A las 6.30, me relevan sin novedad. El intenso frío que hace ya no es novedad y se va a convertir en inseparable nuestro y con tendencia a agudizarse, pues, habrá que ver lo que será en cuanto nieve.
Al llegar, me voy de cara a la bienhechora y nunca bastante alabada hoguera que me reanima con su calor. Aprovecho para desayunar unas tostadas y unos sorbos de café (1) caliente.
El sargento, nos comunica que nuestro capitán, ha sido encargado por el Mando para escoger el personal necesario para formar una compañía de máquinas de acompañamiento (ametralladoras, morteros, lanzallamas, etc.) Tengo la impresión que, de eso, no va a resultar nada bueno. Me sabría muy mal separarme de mis compañeros. Además, hay el peligro de perder el turno de permiso, pues el vacío que dejen los elegidos, será cubierto con soldados quintos y oficialidad nueva. Este temor, no sólo lo siento yo, sinó muchos, ya que la mayoría dudamos en ser elegidos. Esto, ha hecho desaparecer el buen humor que reinaba estos días.
Aquellas bromas que siempre hacíamos camino de la paridera, hoy, han brillado por su ausencia. Y, lo mismo ha sucedido, durante la comida.
El día, predispone también al mal humor; hace una tarde oscura, gris. Todos los intentos para arrancar una charla, resultan inútiles.
La cena y el viaje de ida y vuelta, con la misma baja moral ¿Que hado adverso se interfiere enseguida, entre nosotros y las buenas noticias, y las derrumba?
Como ayer apenas dormimos, en cuanto colocamos el primer escucha, nos estiramos a dormir.
Mi servicio de 10 a 12, transcurre sin novedad. El frío, sigue apretando de lo lindo, tanto es así, que el sistema de dormir "aparejados", se ha impuesto. A ver si hay suerte y puedo dormir hasta mañana.

12 de Noviembre de 1937

12 de Noviembre de 1937

A las seis de la mañana, nos despierta el frío. Resulta imposible seguir tumbados e inmóviles. Nos levantamos y encendemos una buena hoguera. Y, saltando a su alrededor, conseguimos reaccionar. Quien nos viera de lejos, nos confundiría con un grupo de pieles rojas.
A las siete, entro de guardia. Me llevo pan y chocolate al puesto.
De ayer a hoy, la temperatura ha descendido mucho; si tuviera un termómetros, seguro que lo confirmaría. El rocío, está totalmente helado sobre las hojas de las carrascas y las matas. Un pequeño charco, está totalmente helado. Yo, también me voy helando por momentos, pues aunque hace algo de sol, apenas da calor. De modo que me pongo a hacer gimnasia. Con el capote puesto y visto desde lejos, debo parecer un muñeco de cuerda. Por un momento, he sentido la tentación de encender un fuego, pero las ramas mojadas hubieran hecho humo y delatado donde tenemos establecido el puesto de vigilancia.
Me relevan. Cuando llego a la tienda, encuentro la leche del desayuno que los compañeros han puesto a calentar junto a la hoguera, para que la encuentre caliente. Con pequeñas acciones y detalles como éste, se demuestra el compañerismo y el apoyo que nos prestamos unos a otros, en esta pequeña familia que componemos. ¡Verdaderamente reconfortante!
Parece que se presenta un buen día, aunque el sol es muy débil. Gracias a eso, hemos podido lavarnos, aunque es agua está heladísima. Después, nos dedicamos a limpiar las setas y las llevamos a la cocina para que las guisen. Al regreso, volvemos a cortar leña pues, con este frío, vamos a quema mucha.
Vamos a comer. Hoy, el "menú", es de Fiesta Mayor; garbanzos guisado y costillas de cabra con setas fritas. ¡Como disfrutarían nuestra familias!.
Por la tarde, tertulia y dominó. El estómago lleno nos hace ver las cosas con más moral. No obstante, la estancia en la tienda, es muy pesada y quizá deberían relevarnos los de la paridera. Pero... ¿quién plantea la cuestión? En realidad, debería ser cosa de los sargentos, pero como ellos se relevan cada día y sólo vienen a pasar la noche...
Tres aviones enemigos han bombardeado las posiciones a ocho Kms. de aquí. Al cabo de una hora, nuestra aviación les ha devuelto la agresión y bombardeado detrás de las montañas, suponemos que en Cariñena. Luego, ha habido varios "raids" arriba y abajo sobre nuestras posiciones, pero no hemos podido distinguir si eran nuestros o enemigos.
Como ya oscurece, nos vamos a cenar. Apenas empezamos a probar la caliente sopa, llega el cabo diciendo que regresemos rápidamente a la tienda pues, al escucha, le ha parecido oír voces por la parte del río.
Salimos corriendo y llegamos "echando el bofe", pues la carrera ha sido de alivio. Con correaje y armamento, nos dirigimos al morro de nuestra loma, desde donde se dominan las vaguadas que nos rodean. Al llegar, el centinela nos dice haber oído las voces otra vez, pero ahora, viniendo de más allá del río. De todas formas, nos extendemos en guerrilla. Durante media hora, no oímos nada. El sargento Quintero, ordena retirarnos y recomienda mucha cautela al centinela.
Regresamos a la tienda; creemos que ha sido una falsa alarma. A veces, si el aire viene en dirección favorable, las voces se "acercan". De todas maneras, pasamos una hora charlando a oscuras.
Dejo la tertulia, para relevar al escucha. Durante mi puesto no he oído absolutamente nada. Cada vez estoy más convencido de que no fue nada pues, si el enemigo viniera a dar un golpe de mano, lo harían en silencio y no dando voces.
Me relevan; los demás duermen ya.
Sobre las doce, el escucha de turno, nos despierta diciendo que ha oído voces, en dos ocasiones. Volvemos a situarnos en los puestos de antes y permanecemos otra media hora de vigilancia y no oímos nada.
En vista de estas continuas alarmas, el sargento decide doblar la vigilancia y nos retiramos de nuevo.
Nos acostamos, pero con el correaje puesto y el saco de las bombas colgado del poste central de la tienda, por si hubiera que salir rápidamente. Así, no es posible dormir, pero por lo menos el cuerpo descansa y no se enfría. Pues la verdad es que esta segunda llamada nos ha cogido en pleno sueño y, entre eso y la tensión, nos castañetean los dientes. Al fin, nos dormimos.