6 de Diciembre de 1937

6 de Diciembre de 1937

Entre sueños, oigo sonar la corneta, por lo que me levanto enseguida. Pregunto porque no me han llamado a las siete, hora en que debía entrar de puesto nuevamente, y me dicen que entre el que me relevó y yo, hicimos dos horas de más -por no haberse oído el toque de la campana-, de modo que hasta las 9 no habrá otro puesto.
Tomo el café del desayuno, me lavo y entro de guardia.
El viento, sigue igual, si bien la temperatura no es tan baja.
Durante el puesto, ha pasado el cartero del batallón, que es conocido mío y le pregunto si tiene prensa. Me promete que luego me la traerá y así lo hace.
Cuando termino, subimos a la cocina con el cabo Lon a calentarlos y leerla. En ella, se comenta la retirada de voluntarios extranjeros en nuestra guerra civil, con la que está de acuerdo el gobierno de la república. ¡Veremos si los “nacionales” están de acuerdo a retirar italianos y alemanes y se llega a un acuerdo!.
Vamos a buscar la respuesta al pastor que debía proporcionar los cabritos y nos dice que no le es posible vendérnoslos, porque el Comité, se lo ha prohibido. Ante ésta negativa nos marchamos mohínos. ¡Cuantos obstáculos se nos ponen a los soldados para adquirir alimentos y, en cambio, no hay sargento u oficial que no lleve comprados ya dos o tres cabritos y varios litros de leche! Pero ya es sabido que el soldado siempre es el perjudicado en todo. Pero, en evitar esto es en lo que debería consistir la misión de los comisarios; en cambio, siempre suele hacer causa común con los mandos en sus cuchitriles, y, a nosotros, se nos recomienda conformidad.
Gracias a la familia de esta casa, vamos a poder beber un vaso de leche, después de comer. A ellos, les corresponden tres litros, pero han pedido un poco más y nos la cederán a nosotros. Claro que se lo abonaremos, pero, aun así, se lo agradecemos mucho.
A las 12, voy a buscar la comida y, de paso, traigo algo de leña de la cocina y, antes de comer, encendemos fuego en una lata. A su alrededor nos sentamos, y damos cuenta del aguado arroz “viudo”.
Nebot, nos dice que se sigue sin noticias de los permisos. Y, el último turno, debe regresar hoy.
Paso un buen rato leyendo un libro de versos de un autor chileno llamado Pablo Neruda.
Hoy, tampoco hay luz, de modo que, en cuanto nos movemos un poco en el cuerpo de guardia, tropezamos con todo. Esto, nos decide a acostarnos. Como no me duermo enseguida, mil pensamientos acuden a mi mente. Procuro ahuyentarlos y dormir, aunque me cuesta mucho, lo hago al fin.
A la una, me llaman al puesto. Cerca de las dos, oigo acercarse un camión; abro la puerta de la calle. Cuando para, delante de comandancia, veo que son los del permiso que regresan.
Transcurre la otra hora de guardia sin novedad. El viento, sigue imponente.

5 de Diciembre de 1937

5 de Diciembre de 1937

A las 7 tocan diana. Pasamos lista. Preguntan quienes saben escribir a máquina y quienes entienden de mecánica; me apunto para lo primero.
Desayunamos y nos vamos a Comandancia a relevar; somos cuatro soldados y un cabo. O sea que haremos dos hora de puesto y seis de descanso.
La Comandancia, está en una casa del pueblo y el cuerpo de guardia, en el patio de la casa de enfrente. Hay colchonetas de paja y, aunque se duerma sobre el suelo, lo haremos calientes y blanditos. Descargamos todo. A mí, me toca el último número, o sea de 3 de la tarde haré el puesto. Como tengo mucho tiempo por delante, me pongo a leer.
A la casa donde está el puesto de guardia, han llegado tres carros llenos de sacos de cebada para los dueños. Les ayudamos a subirlos al granero; esto, nos hace pasar el frío. Después, hago estas anotaciones.
Han pasado tres trimotores sobre el pueblo; en dirección a Fuentedetodos.
He hablado con Nebot -mi ex-compañero de escuadra y que está ahora en la oficina del Comisario del batallón-, y me asegura que sobre los permisos, no se sabe nada en concreto.
También he conversado con un soldado de los que regresaron de permiso hace sólo unos días. Me cuenta que ha regresado tan pronto, porque en Barcelona, apenas llegar, le robaron la cartera. Como no tiene allí su familia, para estar “sin blanca”, decidió regresar antes. Los demás expedicionarios, son esperados mañana o pasado.
A las 3, entro de puesto. El fuerte viento, forma unos remolinos de tierra que se meten en los ojos. ¡Pobres los de arriba en las posiciones, sobre todo los que estén en la tienda! Quizá pronto nos veremos arriba otra vez.
El puesto, se hace muy largo; no llegan nunca las 5. Al fin suena el reloj y me relevan
La familia de la casa del cuerpo de guardia, nos invita a que subamos a calentarnos en el hogar de su cocina. Como estoy helado, me viene de perilla. Allí, conversamos con el dueño. Parece que eran gente acomodada que vivían en Belchite aunque también tenían tierras aquí en Herrera. Les preguntamos si saben de alguien que quisiera vendernos leche. Nos acompañan a casa de unos amigos suyos, pero ya la tienen comprometida. También nos interesamos por comprar un cabrito o parte de él. En una casa nos dicen que mañana nos contestarán, aunque suponen que incluso podrían ser dos si queremos.
Regresamos a la hora de cenar. Uno de los nuestros, se desplaza a buscar la comida de todos. Desde hace varios días, la comida es la misma: garbanzos y arroz, en ración escasa y sólo hervido. Ni asomo de carne y apenas aceite, es decir alimentación sin grasas. Y, con este frío, a la media hora ya la hemos quemado y tenemos hambre otra vez.
Como en el puesto de guardia hay luz eléctrica, después de cenar, leemos un rato. Pero, al poco, se apaga; posiblemente el fuerte viento ha roto algún cable.
Como pasa un buen rato y seguimos a oscuras, decidimos extender las colchonetas y echarnos bien tapados, para no sentir tanto el frío. De momento, estamos charlando, pero poco a poco la conversación languidece hasta que el sueño nos vence.
A las 11, me llaman de guardia. Hace un viento tan huracanado que a pesar de estar a unos cien metros del campanario, no se oyen dar las horas. Afortunadamente la guardia nocturna, se hace en la escalera de la comandancia y con la puerta de la calle cerrada. Me arropo bien con el capote y así va pasando, muy lento, el tiempo. Me relevan y me acuesto.

4 de Diciembre de 1937

4 de Diciembre de 1937

A las 7, me levanto, abro la puerta de la calle y me coloco de guardia en ella.
Cuando llaman a desayunar, me lo van a buscar y como en la puerta. De vez en cuando, entro a calentarme en la cocina pues hace un frío glacial. Incluso los del pueblo, ya acostumbrados al frío, se quejan de la baja temperatura.
A las 8 me relevan; hoy tendré libre día y noche.
Me reúno con Lon, Ribas, Murall y Puigmal y combinamos el programa para el día. De momento, nos vamos al frontón y jugamos varios partidos. Esto, nos hace reaccionar contra el frío por lo que nos vamos a lavar al río. El agua está muy fría, pero apenas lo notamos. A las 9, nos vamos a la casa abandonada que localizamos hace unos días y que decidimos sería nuestro club. Encendemos un buen fuego. Sólo tenemos algo de corriente de aire, pero eso lo resolvemos colocando unas puertas de los armarios rotos. Entonces, empezamos la sesión (coral). Ensayamos algunas canciones a varias voces pero la sorpresa se la doy, comunicándoles tener escrita ya la letra de la canción de nuestras andanzas. Como la música la conocen todos, empezamos a ensayarla y nos sale muy bien. Desde luego, se aprueba el nombre: “La peña del pic y pala”. Nos pasa la mañana volando.
Al toque de fajina salimos corriendo hacia la cocina. Después de comer, volvemos al “club”; el cabo González, se ha unido al coro. Repasamos las canciones. Para variar un poco, cantamos algunas zarzuelas.
Suenan las campanas de alarma de aviación, pero no nos movemos.
Como a las 4.30 acostumbran a pasar lista, regresamos al cuartel. Pero llegamos tarde, pues lo han hecho a las 4. Tenemos que presentarnos al sargento de guardia el cual nos lleva a parte y nos dice que, cuando toquen el pito para pasar lista, procuremos estar aquí, pues esto se hace para comprobar que la tropa no está lejos. Y, que más que nada, lo hace para controlar a los quintos de la compañía -que ya son bastantes-, pues a los veteranos ya nos tiene confianza. Además, me dice que me había hecho buscar para que me presentara al Comisario del batallón para hacerle de secretario, pero como no me encontraban han recomendado a otro. ¡La suerte me ha pasado cerca, pero de largo!
Vamos a cenar. Como hace mucho viento, decidimos subir al granero-dormitorio. Algunos, nos piden que les cantemos las canciones que estábamos ensayando. Así lo hacemos, pero no la de la “peña”, que reservamos para dar una sorpresa camino de casa cuando vayamos con permiso. Insisten en que la cantemos ahora. Atraídos por las voces, van subiendo los del piso de abajo, de modo que, al fin nos decidimos a cantarla, en el dormitorio, pasamos de cuarenta. Es un verdadero éxito. Ya la han aprendido todos. Habrá que buscar algunas estrofas más, pues si bien resulta alegre y pegadiza, queda algo corta.
Como se ha hecho tarde, dejamos el canto, no nos vayan a llamar la atención.
Preparo mis cosas para mañana, pues entro de guardia 48 horas en Comandancia. Cuando tengo todo en el macuto, me acuesto.

3 de Diciembre de 1937

3 de Diciembre de 1937

Como estoy de guardia y no debo pasar lista, no me levanto al toque de diana, sino que espero hasta la hora de desayunar. Después, voy a coserme pantalones y capote que tienen un par de descosidos. Después, envío una postal a mi abuela felicitándola por su santo, que será el día 8 próximo.
Se acerca la hora de almorzar. Hoy, estoy de guardia; junto con otros tres compañeros, cubriremos el día y la noche. Tocan llamada a nuestra compañía. ¿Para que será? Cuando llegamos, nos indican que el comisario quiere hablarnos. Ya hace unos días que el arroz nos lo guisan completamente solo, es decir sin nada de carne ni otro acompañamiento, y queda como si fuera hervido pues el caldo, es agua. Nos dice que debemos conformarnos y tener paciencia con lo que nos den.
Como después de cenar, no tengo puesto hasta las diez, vamos con los amigos, a la casa donde nos hicieron cena hace unos días y estamos de tertulia junto al fuego hasta las 9. Le damos dinero a la señora por si puede comprarnos algo para comer pues ella lo tendrá menos difícil.
Me voy al puesto de guardia, cerramos y nos quedamos en la cocina como ayer. Hay una excelente temperatura. Al poco, el picor de los piojos resulta insoportable. Al fin, nos dormimos, salvo el de puesto. De 3 a 5, cubro mis dos horas.

2 de Diciembre de 1937

2 de Diciembre de 1937

A las 7, tocan diana e inmediatamente el pito para formar la compañía. Nos advierten que después de desayunar, acuartelamiento en la compañía para vacunarse. Veremos si hoy, va en serio.
Como a las nueve, nadie dice nada de la vacuna, nos vamos al frontón, pues aquí, nos pelamos de frío ya que la cocina y su hermoso fuego, está ocupado por los tenientes y sargentos. Después de un par de partidos, ya hemos reaccionado.
Cuando regresamos, vemos la compañía formada delante del botiquín de sanidad. Nos unimos a ella.
Cuando me toca el turno, advierto que ya me la dieron en Mataró hace cinco meses y, por tanto, no es necesario que me la vuelvan a aplicar. Insiste el sanitario, pero estoy decidido a no dejarme pinchar innecesariamente y además sería peligroso hacerlo. Al fin, no me la aplican.
Regreso al cuartel a leer hasta la hora de almorzar. Cuando llaman, voy a por ella y me pongo a comer junto a un ventanuco por el que entra el sol. Cuando termino, me pongo a leer, pero acabo por amodorrarme. Como el tiempo es malísimo y no convida a pasear, subo al granero-dormitorio a hacer la siesta ¡Vaya vida vegetativa e inútil! Me paso la tarde durmiendo.
A las 4, llaman a formar; pasamos lista; leen la orden del día y a buscar la cena.
Esta noche me toca guardia en la otra casa-cuartel, -la de Vilalta y Quintanilla-, que está junto a la nuestra.
Llegado el momento, me traslado allí. Cerramos la puerta de la calle y como en la cocina hay un buen fuego nos sentamos varios a su alrededor y estamos charlando. Llega el teniente, y se sienta con nosotros. Yo, le pregunto si sabe algo de los permisos, y él, contesta que, seguramente iremos a casa por Navidad.
Cuando todos se retiran a dormir. Me tumbo en el banco junto al fuego y estoy estupendamente. Casi enseguida me duermo.