25 de Diciembre de 1937

25 de Diciembre de 1937

A las 5 de la mañana, me llaman para hacer un puesto de media hora. Hace una noche muy clara. En previsión de que el
enemigo aprovechando esta claridad atravesará el río, se acercara a nuestras líneas para atacarnos al clarear, el
mando ha decidido mantener de vigilancia a la mitad de las fuerzas; mientras, descansa otra mitad. Me parece que
este es un sueño más de los que tiene el mando.
Brilla una hermosa luna; como no la veía desde hace tiempo. ¡cuántas cosas he recordado durante este corto puesto!.
¡Hoy es día de Navidad! En tiempos de paz, a esta hora, nos retiráramos a dormir, después de una noche de juerga y
alegría. Hoy, la vida, sólo nos depara privaciones y peligros. Me relevan.
Caliento agua y me lavo. Voy a llevar el parte. Aprovechando el viaje, me desvió a visitar a Ribas y Puigmal.
Acordamos que a las 2, vendrán ellos a nuestra posición y haremos una pequeña fiesta, para celebrar la festividad.
Entregó el parte, regresó y, a las 10, entró de puesto. Allí, escribo a mi familia.
Almorzamos a las doce. Después, empezamos a preparar todo para la comilona. Un banco y unos troncos, nos servirán de
mesas y sillas; unas hojas de periódico, de mantel.
A la hora, llegan Ribas y Puigmal; traen un pollo asado, que es colocado en un plato. González, sacar dos trozos de
conejo, una botella de champaña y otra de jerez. Lon, un paquete de cigarrillos americanos; yo, una botella de anís
y una de coñac, higos secos y mandarinas.
La mesa, está que da gusto. Empezamos por el conejo y seguimos con el pollo, rociado con champán. En este momento,
oídos ronquido de motores, escudriñamos el cielo y localizamos dieciocho aparatos sobre las líneas enemigas, pero
no distinguimos de quién son.
Nos volvemos a sentar y terminamos con el pollo y el champán. Con el postre, nos tomamos la botella de jerez. Luego
el café con coñac y anís. Y fumamos los cigarrillos de Lon.
Se impone una "cantada" que dura largo rato y es rematada apoteósicamente con la canción del "pic i pala". El otro
grupo de soldados de este puesto, que también ha hecho su comilona y el Sargento que se había echado a hacer la
siesta, nos han oído y se unen a nosotros haciéndonosla repetir varias veces y coreando todos el estribillo.
Como ya es hora, voy a buscar la consigna. Las piernas, metiendo en un poco, pero aún me aguanto bien. Además el
paseo y el fresco, me despejan bastante.
Recojo la consigna. Aquí, también han improvisado un festín como nosotros. Regreso.
Como no tengo apetito, en cuanto llegó, me tumbo a dormir.

24 de Diciembre de 1937

24 de Diciembre de 1937

Hace rato que, en sueños oigo discutir a los que están ya levantados; yo, sigo costado un rato más.
Me levanto, lavo, desayuno y voy a llevarle parte. Allí, me entregan prensa de anteayer, entre la que figura el
parte de guerra, confirmando la conquista de Teruel.
También me comunican, que ha desaparecido el enlace de una de las posiciones de nuestra compañía. Desde las 6 de
esta mañana, que no se le encuentra. Como son casi las 11 y no ha regresado, el teniente, le ha registrado el
macuto, sin encontrar en el nada interesante. Al parecer, se ha llevado sólo la ropa y el armamento.
Regresó a nuestra posición y con el cabo Lon, vamos a la paridera donde están Ribas y Puigmal, -dos de la peña-a
buscar una garrafa de vino. Además, nos entregan un paquete con carne para los demás de la "peña" ya que no la
podemos comer juntos. Ribas y Puigmal, han enseñado la canción de la "penya del pic i pala", a todos los de esta
posición y, por eso, nos despiden a Lon y a mí, saliendo a cantar nos las fuera de la paridera.
Al poco regresamos y entró depuesto. En él, almuerzo. Me relevan sin novedad. Hace bastante frío, pero seco.
Ha venido el barbero y está ya afeitando a los de la posición; cuando me toca el turno, lo hace también conmigo.
Desde luego, debe hacerlo con agua caliente. Con esto, se nos pasa la tarde deprisa.
Hemos oído bastantes bombazos hacia el sector de Fuendetodos. También se nos ha dicho que en ese sector, se han
observado concentración de tropas enemigas y, por tanto, que estemos atentos, por si hubiera un ataque. Aunque, es
de suponer que, dado lo accidentado del terreno, no es fácil que se lleve a cabo por este sector.
Después de cenar, voy a buscar la consigna. Hoy, me acompañan dos soldados más, pues esperamos los paquetes de
Navidad que quizá nos envían nuestras familias.
Efectivamente, somos cuatro los de esta posición que los recibimos. A pesar de estar en vísperas de Navidad, no hay
buen humor. Sólo abrimos una botella de anís y un paquete de tabaco; al fin, podemos fumar tabaco de verdad y no
yerbas tostadas como desde hace días.
A las 8, entro de puesto. Hay un gran silencio. Sólo alguna explosión lejana de vez en cuando.
Parece que el enemigo, tampoco quiere dejar de celebrar la Nochebuena, pues, en las alturas de sus montañas, se ven
varias hogueras.
La guardia se hace bastante larga. Hace mucho frío, sobre todo, se nota más, al tener que estar inmóvil. Al fin,
llega el relevo.
Después de reaccionar junto al fuego, me voy a acostar. Antes de dormirme, pienso, lo que creo habremos pensado
todos en esta noche; en la primera Nochebuena que pasamos fuera de nuestras casas.

23 de Diciembre de 1937

23 de Diciembre de 1937

A las 5 de llaman para hacer otro puesto. La niebla sigue muy espesa. ¡Cuánto me cuesta pasar esta hora!
¡Acostumbrado a las cómodas bordes del pueblo...!
La humedad producida por la espesa niebla, es tal, que atraviesa manta y capote.
Cuando me relevan, voy corriendo a la cocina, me siento junto al fuego y pronto reaccionó.
Al poco, caliento agua, me lavo y cambió la camisa y camiseta. Las que me saco y están llenas de piojos, las cuelgo
a la intemperie para ver si la baja temperatura los mata.
A las 7, sólo somos cuatro los que nos hemos despertado -uno de ellos, el Sargento-, quien nos dice que no
despertemos a los demás para desayunar, que les guardaremos el café y les dejemos dormir.
A las 8, voy a llevar el parte del Sargento, al Capitán y recoger el suministro del grupo.
Hemos combinado la guardia entre todos, de modo que tanto del cocinero como yo, haremos puesto, si bien el hará
siempre el primero y yo, el segundo. Esto permitirá que los puestos sean más cortos para todos.
A las nueve, cuando la niebla continuado muy espesa, hemos oído rumor de motores; salimos fuera y se trata de un
avión que debe volar muy bajo, pues ahora se oye muy fuerte y ya pasa sobre nosotros, si bien no le vemos.
Hacemos buen acopio de leña pues podría volver a nevar y hay que estar prevenidos.
La niebla, va desapareciendo, aunque lentamente; y, coincidiendo con ello, hay mayor claridad.
Al fin, el sólo reluce ya hermosísimo, entre ya escasos jirones de niebla. Cuando estamos todos tumbados al sol,
volvemos a oír el motor y, al poco, localizamos el avión de reconocimiento enemigo, que sobrevuela nuestras
posiciones. Pasa de largo sobre la nuestra, pero luego, regresa y desde bastante altura desciende en picado. Todos
nos colocamos a la sombra del muro de la paridera, para no ser vistos. Desciende muy bajo, luego da la vuelta, y se
dirige recta Cariñena, donde debe tener su base. Como hacía ella, todavía hay niebla, desaparece inmerso en ella.
Después de almorzar, me tocan dos horas de puesto, pero, de día, pasan relativamente pronto.
Al salir de ella, me esperan los compañeros con un vaso de café bien caliente, que viene muy bien. La provisión de
grano para hacer café, ha descendido notablemente, pero eso, es fácil de remediar.
Leyendo y cantando, esperamos la hora de cenar. Después voy en busca de la consigna. El Capitán me entrega, además,
un parte para el Sargento Quintero.
Cuando llegó, se lo entregó; después de leerlo, nos comunica su contenido. Se trata de la conquista de Teruel por el
ejército republicano. Esta noticia, que recibimos por segunda vez, la acogemos ya con reservas pues otras veces, se
nos han dado algunas similares, que luego, no fueron verdad.
Enseguida, entró depuesto. Hoy, se me hace interminable pues dura dos horas. Calculó el transcurso del tiempo
rezando rosarios -como casi todas las noches-, a razón de uno cada 20 minutos. A pesar de agotar el tiempo, el
relevo, no llega. De modo que me decido a entrar en la paridera y encuentro durmiendo junto al fuego al Sargento,
que es quien debía enviarme el relevo. Como pasante a diez minutos, llamó al del tercer turno y regresó al exterior.
Al fin llega y me releva. Cuando llegó a la cocina, se despierta el Sargento y le digo que ya hemos relevado; se
excusa por haberse dormido.
Hablan de comiendo tostadas, pasamos un par de horas; cada vez congeniamos más con él. De todos los ex-voluntarios
es el más instruido y educado. También es madrileño y vino al frente de Aragón hace más de un año. Durante la
tertulia, hemos coincidido varias veces rascando nos por las picadas de los piojos. Me dice que mientras no vayamos
con permiso o a descansar a retaguardia, no nos quitaremos de encima, pues, para ello, es necesario respaldarse toda
la ropa (no sólo la interior) y, además, hacerlo todos a la vez. De no ser así, unos quince estamos a los otros.
Esto, me lo dice por experiencia pues el problema, lo ha "vivido" ya, en tres ocasiones.
Al fin, nos vamos a costar.

22 de Diciembre de 1937

22 de Diciembre de 1937

En tiempos de paz, hoy era un día típico, pues se celebraba el sorteo de la Lotería de Navidad. Recuerdo las calles de Barcelona, las administraciones de lotería llenas de pizarrones con los números que iban saliendo premiados y grandes coros de gente frente a ellos. Procuro ahuyentar estos recuerdos que me entristece a pesar mío.
Preparó todo bien temprano; afortunadamente, me siento bien.
Cuando vamos a por el café, nos dicen que Teruel ya es republicano; la noticia, es oficial. Nos alegramos mucho pues hacía mucho tiempo que no obteníamos una victoria importante y, eso es necesario para la moral de un ejército. Por lo menos que nuestro mal comer, mal vestir y la "miseria" que llevamos encima, no resultan inútiles.
A poco de regresar al cuartel, forman la compañía y pasan lista. Luego, orden de marcha.
Emprendemos la ascensión hasta las posiciones. Esta segunda vez que subimos, no me ha parecido tan largo el camino. De todas maneras, empleamos dos horas largas y, con la cara que llevamos nos sentimos apenas el frío.
Vamos destinados a otras posiciones que la primera vez. Nos corresponde ocupar una paridera con una gran cocina y un amplio y muy resguardado coral para la tropa e incluso con paja para dormir. Además, para el escucha, hay una garita que resguarda del frío y del viento. Además, como jefe de la posición tenemos al Sargento Quintero, que es muy buena persona. Creo que estaremos mejor de lo que esperábamos.
Pasamos la tarde, acomodandonos.
El Sargento, no se reúne a los diez que estamos con él y nos dirigió unas palabras para que haya armonía entre todos. A mí, me nombra su enlace.
A las 7 de la tarde, los enlaces de las posiciones "satélites", deben ir a la del Capitán en busca de la consigna para la noche. De modo que, después de cenar hacia allá me dirijo. Hay mucha niebla. Apenas se ve a 10 metros; me resulta difícil encontrar el camino, pero al fin doy con él.
Cuando llegó a la paridera del capital, encuentro allí a Quintanilla que también es enlace de su posición. Tomó la consigna y regresó con más facilidad. Parece mentira como se va desarrollando el sentido de la orientación, a pesar de la oscuridad.
Estoy un rato de tertulia con un Sargento y al cabo, hasta las 9:30, que entró de guardia; hoy, nos toca hacer sólo una hora de puesto. Esta es una noche, que hay que valerse totalmente del oído, pues resulta imposible distinguir nada.
Me acuesto seguida. Aunque hace bastante frío, la paja facilita entrar en calor y se está relativamente hablando. Con el traslado y viaje por la consigna, estoy muy cansado de modo que me vuelvo enseguida.

21 de Diciembre de 1937

21 de Diciembre de 1937

¡Que despertar tan distinto de ayer!
Cuando voy a por el desayuno, me dicen que Quintanilla estaba como yo ayer. Voy a verle a su cuartel y le llevó unas aspirinas. Le propongo venir al club a calentarse, pero prefiere seguir acostado.
Voy a ver a Nebot, al comisario, para ver si sabe algo respecto a la noticia que circula de quien mañana subimos de nuevo a las posiciones de la montaña. Me dice que es verdad, lo cual me cae como una bomba. La nieve, a quien el pueblo, aún no se ha fundido, por lo tanto, el frío arriba debe ser terrible.
Regresó al club y se lo comunicó a los demás, a quienes les sienta como a mí, pero procuramos sobreponernos.
Al mediodía, comemos también aquí. Es cosa de apurar el bienestar, que se termina.
Como nos enteramos que se pueden enviar paquetes Barcelona, ago uno a mi familia, en el que envió unos garbanzos que ahorramos arriba, las judías que recogí aquí y tres pares que me ha dado una mujer a cambio de jabón. Con la falta de comida que hay en Barcelona, espero que les vendrá bien.
Esta tarde, la dedicamos a contestar todas las cartas pendientes, pues, arriba, no tendremos humor para hacerlo.
Por si nos destinan separados de posición, nos hacemos con un candil cada uno, pues en el club, hay gran cantidad de ellos. También nos llevamos un saquito de cebada tostada y bien molida pues sale un café estupendo y arriba, nos será necesario para combatir el frío.
Después de cenar, regresamos al cuartel y empezamos a recoger todo. Una vez hecho, vamos a despedirnos de las dos familias amigas del pueblo.
Por cierto que el frío, ha podido más que el miedo; ya ningún paisano duerme en las cuerdas y todos hacen vida en sus casas.
Nos acostamos en seguida para acumular energías que, mañana van a sernos muy necesarias. Me cuesta mucho entrar en calor y, cuando lo consigo, me despiertan los piojos y me acribillan. ¿Será posible perder les de vista algún día?

20 de Diciembre de 1937

20 de Diciembre de 1937

Tengo una gripe aguda; me duele todo el cuerpo y a pesar de la manta y el capote, estoy tiritando. Renunció al desayuno y algo avisar al sanitario. Este, me indica que me quede ha costado hasta mediodía; que él, cuidará de que me cambien la guardia que debía hacer hoy en la carretera. De haber tenido que ir, lo hubiera pasado muy mal.
Me han contado la causa de las órdenes de ayer noche: nuestro ejército, está atacando Teruel y nos tenían en reserva por si era conveniente nuestra marcha allá, pero no ha sido necesaria pues las operaciones marchan bien.
Hacia las 12, me levanto y voy al club, donde encuentro a la peña. Junto al fuego, me siento mejor que en la buhardilla; por lo menos más caliente.
Tampoco hoy almuerzo, si bien me hacen un plato de café con leche; ésta, gracias a un bote de condensada que ha recibido uno de los compañeros. Me cae muy bien.
Pasó aquí, toda la tarde. Cada hora, debo un poco de café en bien caliente. Como cena, otro café con leche. A las 9, me acuesto. Me parece que estoy mejorando algo. Me duermo enseguida.

19 de Diciembre de 1937

19 de Diciembre de 1937

Me despierto con mucho malestar y frío. Seguramente se debe al enfriamiento de la guardia del otro día.
Después de desayunar, vamos enseguida al club y no me muevo de junto al fuego en toda la mañana. A la hora de almorzar, los compañeros me traen aquí la comida. Pero tengo poco apetito y no me terminó la ración. ¡esto es mala señal! ¡cuando yo no tengo hambre!...
Pasó allí la tarde, con muchos escalofríos. A la hora de cenar, ya ni siquiera intentó comer. Estoy con mis compañeros hasta las ocho, que regresamos al cuartel.
Me temo que mañana no podré levantarme, pues siento cuerpo como si no hubieran pegado una paliza.
Cuando llegamos al cuartel, nos advierten tengamos el equipo y armamento preparado. ¡sólo me faltaría tener que salir a medianoche en estas condiciones!
Cuando tengo todo preparado, me acuesto. Pero no puedo dormir; oigo sonar horas y horas. Me noto afiebrado; me tomo una aspirina que me quedaba; tengo escalofríos. Entre sueños y pesadillas, hoy bordar las dos. Al fin, la aspirina actúa y me duermo.