6 de Noviembre de 1937


6 de Noviembre de 1937

Para desayunar, hoy no hay café ni leche; un trocito de queso. Cuando regresamos, recurrimos a las benditas tostadas.
Llega correo, que me trae noticias de mi familia. Afortunadamente siguen bien; con escasez de comida, pero bien. También una tarjeta con noticias de mis compañeros de trabajo Grau y Marí, que están en el frente de Huesca y en la que comunican la muerte de otro compañero, en aquel frente. No hay que decir cuanto me apena la noticia. Los de la tienda lo comprenden y procuran distraerme con su charla. Voy a la guardia, pero dejo la tarjeta, pues ha de venir un soldado de la posición de Quintanilla y quiero que se la lleve para que sepa la noticia.

Cuando termino la guardia, ya se han llevado la tarjeta y me han dejado unos libros. El que los ha traído ha venido de Barcelona hace poco. Estaba en el hospital, pues fue herido en Belchite. Comentó que por allí, se rumorea que la guerra terminará pronto. ¡Si fuera verdad!. También dijo que el Gobierno de la República y el de Euzcadi, se habían trasladado a Barcelona.

Hemos recibido la visita del capitán que, ordena la construcción de un pozo letrina. De nuevo pico y pala y ¡A trabajar!. En cambio, dice que dejemos correr la trinchera.
Mientras trabajamos en la letrina, pasa el carrero de la compañía. Viene de Herrera, donde asegura que el primero en ir de permiso, será el 2º batallón; después, el 1º, es decir el nuestro. La duración del permiso, será de quince días. Esto nos alegra al extremo que parece que nos hayamos vuelto locos, saltando, bailando y chillando. El voluminoso “tonelada”, con sus cien kilos, se revuelca por el suelo.

Cuando vamos a buscar la comida, en la paridera, nos repiten la buena noticia. Además, han traído borceguíes para todos. ¡Hoy es día de suerte!

Siguiendo la sugerencia del Comisario del Batallón, abrimos una suscripción para comprar libros destinados a la biblioteca de Herrera. Todos contribuimos con lo que podemos.
Como por la tarde no hay pico y pala, aprovecho para escribir a mi familia y a mi compañero Baró adelantándole la posibilidad del permiso.

Han pasado 29 bombarderos, en dirección a Cariñena, pero no distinguimos si son nuestros. Al cuarto de hora regresan sin que oigamos estruendo alguno ni antiaéreos.

Para cena, una novedad: sopa de arroz y judías. Regresamos ya oscuro. Me estiro hasta las nueve, que entro de guardia.
Cuando relevo al escucha, los barrancos están llenos de niebla baja, en cambio las cumbres, aparecen iluminadas por la luna, y dan la impresión de grandes islas rodeadas de blanca mar. Termino la guardia, sin novedad y me tumbo a dormir. Por lo menos a intentarlo; veremos que opinan los piojos.

Hacia las doce, nos despierta el escucha pues ha visto pasar una sombra y, al darle el alto, ha desaparecido tras las carrascas. Nos levantamos todos y distribuimos en dos grupos para dar una batida. La niebla, se ha levantado de las hondonadas y la visibilidad es casi nula. Pero no vemos nada anormal y regresamos a la tienda.
Durante mucho rato, no puedo conciliar el sueño debido a un fuerte dolor de muelas.

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