8 de Enero de 1938

8 de Enero de 1938

A las 9, me levanto, desayuno y preparo un paquete para enviarlo a mi familia. Les incluyó un poco de arroz y de garbanzos y un pan. Cosas que vamos "ahorrando" de las comidas que suprimimos debido a marchas, relevos, etc. ¡Guerra original está!.
Hoy, en vez de ir a trabajar a la nueva trinchera, me corresponde hacer guardia toda la mañana.
Después de almorzar, pasamos la tarde junto al fuego, pues el frío sigue apretando; no puede ser de otra forma ya que la nieve se ha helado completamente.
Volvemos a tocar el eterno tema; el permiso. El deseo que tenemos de ir a casa unos días es enorme.
Los que han ido a picar, han regresado agotados, como nosotros ayer. Y es que, después de tantas horas de trabajo, la puntilla es el camino de regreso cuesta arriba y cargados con los picos y palas y el armamento.
Después de cenar, nos animamos un poco y, alrededor el fuego cantamos un rato; la canción del "pic i pala", se repite varias veces. Incluso nos permitimos cantarla a varias voces, es decir, tenores, bajos y contrapuntos.
Luego me voy a dormir hasta la una, que inicio la guardia hasta las cuatro. Durante los puestos, es imposible permanecer quieto.

7 de Enero de 1938

7 de Enero de 1938

Me llaman a las 8, para que entre de guardia. Al salir desayuno y voy a llevar el parte. Al regresar, voy a ayudar a la construcción de la trinchera en una loma mucho más cercana al río, es decir, del enemigo. Para llegar a ella, hay que subir y bajar varias lomas, durante cosa de una hora. El sargento, ha señalado el lugar y hemos iniciado el trabajo de "marcaje". Pero para ello, debemos palear primero la nieve y, como está muy dura es necesario emplear los picos. Estamos trabajando hasta la una. Luego, regresamos por otro camino que resulta peor. Tanto es así que, a la media hora, nos tumbamos a descansar -sobre la nieve- pues estamos reventados. Al fin, llegamos, pero estamos tan agotados, que no tenemos apetito y preferimos descansar.
Aquella tarde, me levanto y como un poco, junto al fuego, esperando la hora de cenar.
Han pasado 8 cazas enemigos. Cuando han subido suministro, los muleros nos dicen que, esos cazas, han ametrallado el pueblo.
Después de cenar, estamos charlando hasta las 9, en que entramos de puesto. Durante los descansos intermitentes, me hago unas tostadas y caliento café.
Al fin, puedo irme a dormir. Estoy, verdaderamente cansado y desmoralizado. A pesar de que el sargento va todas las tardes a buscar la consigna al puesto el teniente-jefe -y así me ahorra a mi la caminata-, con lo de la trinchera, estamos algo cansados.

6 de Enero de 1938

6 de Enero de 1938

A las 4.30, me levanto para la guardia; me siento como nuevo de lo bien que he dormido.
Después de los puestos transcurridos sin novedad, nos relevan los de la guardia de día.
Me entregan una carta de Botella, el cual me comunica que volverán a dar permisos. Esto me alegra mucho, pues la otra vez que me advirtió de la suspensión, tuvo razón él, en contra de la opinión general que circulaba por el frente. ¿De dónde sacará él la información?
Todos, estamos preocupados, sólo se habla de permisos otra vez. Algunos, desconfían, otros, no tanto, pero las esperanzas de la primera vez, no las tiene nadie.
Aquí, hay algo más de trabajo que en la tienda; hay que traer leña para la cocina, construir trinchera, etc. Pero todo lo damos por bien empleado a cambio de "perder de vista" la tienda de campaña. La comida, también ha mejorado pues, aun cuando seguimos con los garbanzos y el arroz, por lo menos, ahora están bien condimentados y ha vuelto a aparecer la carne rusa.
Durante el día, entro tres veces de guardia y dos veces de pico y pala. Esto, y al estar cobijados en la paridera y de mejor buen humor, ha hecho reaparecer la canción de la "penya…". Por cierto que, esta mañana a llevar el parte, me he cruzado con un soldado de otra compañía, que la iba cantando. Dándome con ello una sorpresa, pues creía que sólo era conocida de nuestra compañía.
Esta noche, me toca el primer turno de guardia;de 6 a 9.
Cuando salgo de ella, ya han pasado los muleros del suministro que han traído los paquetes de algunos compañeros que no los recibieron por Navidad.
Se destapan en el acto y las botellas de coñac que llegaron, circulan de mano en mano y se canta… Y se ríe… Alguno, se alegra demasiado y habla con dificultad, lo que es motivo de chungueo.
A las 12, nos vamos a costar.
Hacía días que no estábamos tan contentos.
Por lo visto, los Reyes Magos, han querido traernos, si más no, un poquito de felicidad.

5 de Enero de 1938

5 de Enero de 1938

A las 5, me llaman para la guardia. Hace un frío insoportable de modo que nos vemos obligados a regresar junto a la lata con frecuencia, para calentarnos algo.
Al fin, amanece y, con el día, parece que el frío mengua bastante. Al poco, llega el enlace del capitán-accidental, quien nos dice que después de almorzar nos relevarán de la tienda y pasaremos a la paridera. Esto, nos alegra mucho y levanta el ánimo pues allí, se está mucho más abrigado y se come mejor.
Efectivamente, después de almorzar, llega el relevo. Cargamos y nos vamos. El camino nos parece corto.
Apenas llegamos, nos acomodamos. El único inconveniente de aquí, es que hay dos puestos de vigilancia y como sólo somos 13, las guardias son bastante pesadas; pero con el sistema de hacerlas por grupos, resulta bastante soportable. Lo importante, es estar a cubierto del frío.
Pasa el día bastante deprisa.
A nuestro grupo, nos toca la última guardia o sea de 4.30 a 7.30 de la mañana. De modo que hacemos un poco de tertulia con el sargento junto al fuego y luego, nos vamos a dormir.

4 de Enero de 1938

4 de Enero de 1938

A las 8, me despiertan los compañeros, pues ya está aquí el café. Como González ve las pocas ganas que tengo de levantarme me trae el café.¡Vaya lujo! González, es un muchacho alto y muy robusto y los compañeros nos toman el pelo diciendo que parece un Padre dándole la comida al hijo.
El Sargento, que se había levantado desayunar, vuelve acostarse, no para dormir, sino para leer un rato, pues, afuera es imposible.
Al fin, una necesidad fisiológica inaplazable, me obliga levantarme, en busca de una carrasca acogedora.
Ha venido Lon, el furriel, para anotar el lugar donde desearíamos pasar permiso, caso de que nos lo concedieron. Aprovecho para entregar el parte y así, ahorrarme un viaje. Le pregunto si el Capitán Emilio le ha reclamado ya para ir con él a la compañía de municionamiento, pero me dice que todavía no. Después de tomar nota de nuestros apellidos, se marcha. Esto nos hace concebir esperanzas, pero con las debidas reservas pues ya otra vez, sufrimos el desengaño de la suspensión, estando casi en puertas.
Sentado junto al fuego, aunque helándome la espalda, hago estas anotaciones. Y, como otras veces, cuando mis compañeros me ven hacerlo, me dicen "Mi libro", que es como bautizó este diario, el compañero Nebot cuando estaba en mi escuadra.
Hoy, me toca a mí hacer carbón, de modo que paso toda la tarde cortando leña, trasladándola y quemándola. El ejercicio me ha ido estupendo para no notar el frío, pero fuerte viento y el humo quemar la leña, me produce dolor de cabeza. De modo que, después de cenar, me voy a acostar enseguida.

3 de Enero de 1938

3 de Enero de 1938

A las 8 me despierto, pero no me levanto pues hace un frío horroroso. Dos del grupo que hace la última guardia, han ido a buscar el café a la paridera dónde está la cocina del teniente, pues aquí, en la tienda, sería imposible hacer la comida.
Cuando les vemos regresar, a lo lejos, nos levantamos y con los platos a punto, les esperamos junto a la fogata que tenemos frente la tienda pero ¡oh desilusión!, llegan con el cacharro vacío en la mano y entonces observamos que le falta un asa. Resulta que se les ha roto cuando ya venían con el café y les ha caído al suelo. ¡Que le vamos a hacer! Comemos unas tostadas.
En la paridera, les han contado que en el sector vecino, han evacuado ya a dos centinelas por congelación, por querer hacer la hora y media de guardia seguida. Dicen que al ir a relevar se los han encontrado helados. Y, comentan que estaban sonriendo.
El Sargento, pidió dos voluntarios para ir a buscar vino a Aguilón y que él lo pagará. Vamos el cabo González y yo. Llevamos 13 cantimploras. El camino de ida, es "de vacío" y cuesta abajo, por lo que empleamos menos de una hora. Pero al regreso, ya es otro cantar y empleamos casi dos horas. Afortunadamente, nos lo han vendido.
Cuando llegamos, ya están almorzando, de modo que llegamos a punto y somo recibidos con aplausos.
Antes de comer, González y yo, nos sacamos los zapatos que están empapados de la nieve y los ponemos junto al fuego. Luego, comemos el rancho, pero el frío y el viaje nos ha abierto tal apetito que no nos basta con el arroz y nos comemos unas tostadas.
Mientras unos queman leña para tener carbón y quemarlo en la lata durante la noche, otros, nos decidimos a partir el hielo para tener agua para beber. A pesar del esfuerzo, cuando terminamos estamos helados y nos sentamos junto al fuego hasta la hora de comer.
Después, me acuesto enseguida. Todos hacen lo mismo, menos los de guardia. No nos dormimos, pero pasamos el tiempo charlando y bien arropados, no notamos tanto el frío. Aunque al fin, se hace el silencio.
A las 12.30, me llaman para la guardia. Consumimos nuestro turno hasta las 3.30, sin novedad. La verdad es que, durante el puesto nocturno, no nos preocupamos de ser vistos al movernos andando, pues, de otro modo, nos quedaríamos helados.
Cuando me acuesto junto al Sargento, el calorcito de debajo de las mantas, me sabe a gloria.

2 de Enero de 1938

2 de Enero de 1938

Desayuno y voy a llevar el parte. Durante el viaje, me he caído un par de veces, por haber patinado sobre el hielo. La altura a que estamos y la temperatura tan baja, dificulta el ritmo respiratorio, por lo que el viaje resulta muy pesado.
¡Malas noticias! El teniente me advierte que el relevo, llegará después de almorzar.
Regreso y así lo comunicó. Consecuentemente, preparamos todo para estar a punto.
¡Ha salido el sol! Su calor, es vivificante, pero su reflejo en la nieve, nos daña la vista y hemos de tener los ojos entre cerrados.
Como pasaremos aquí sólo mediodía, hacemos sólo una hora de guardia.
Como a las once, no ha llegado a nadie, decidimos almorzar.
A las 4, llega el relevo. A esta posición que ocupamos 19 hombres, vienen destinados 30. Así, si que estarán bien y las guardias, serán menos pesadas.
Nosotros, vamos a ocupar una tienda de campaña, situado a unos 4 Kms de esta posición. Cargamos con todo el equipo y armamento, y emprendemos el camino; al poco rato, y a pesar de la nieve, no sentimos ya nada de frío. El peso que llevamos y la dificultad en el andar, nos hacen sudar. Los pies, se nos hunde en un palmo la nieve.
Después de más de una hora de marcha, llegamos a nuestro destino y relevamos a los que ocupan esta fría posición, los que, a su vez, irán a ocupar otra más a la derecha.
Aquí, seremos 12 y el sargento. Como los cabos también han decidido hacer guardia, tocamos a una hora de puesto (que también haremos en fracciones). Los que se marchan, nos advierten que esto es una nevera. Efectivamente, sus caras denotan el agotamiento por falta de descanso y sueño. Ojerosos y con paso cansino, les vemos alejarse.
Cogemos una lata petrolera, la agujereamos a modo de fogón y empezamos a quemar leña dentro de ella. Así, podemos soportar mejor el frío de la noche.
A las 6.30, entra de guardia el primer turno. A mí, me toca el segundo que entrara a las 9.30 de modo que, como debido al traslado hoy no hay cena, me tumbo a descansar hasta esa hora.
Entro de guardia. Ésta, se hace de la siguiente manera: se levantan tres, uno sale a hacer la ronda. A la media hora, otro le releva y, a su vez, es relevado también a la media hora. Esta operación, se repite otra vez y, entonces, el grupo es relevado.¡Total! ¡Tres horas de vigilia! A las 12.30 nos acostamos.
A fin de estar más abrigados, hacemos colectividad a pares. Yo la hago con el Sargento Quintero y, así, tenemos las mantas y capotes de los dos.

1 de Enero de 1938

1 de Enero de 1938

Iniciamos un nuevo año, tercero de guerra civil. A fuer de sincero, debo reconocer que durante este tiempo, el ejército republicano poca cosa ha hecho, aparte la ofensiva de Aragón y la conquista de Teruel. Ello, no se debe al factor humano, que, como mínimo, es tan bueno como el del ejército "nacional" si no a la falta de material de guerra, ya que, aparte de los aviones llegados de Rusia, los demás países llamados democracias -incluido el frente popular francés- nos envíen armamento. Por contra, los "nacionales" reciben ayuda de Alemania en hombres y armamento y de Italia que envía divisiones completas con su correspondiente material. Y, ante esa actitud, Francia e Inglaterra adoptar la postura del avestruz; pero éste querer ignorar la realidad, no le servirá de nada, pues el fin de nuestra guerra civil, les obligará a tomar una decisión.
Mientras tanto, aquí vamos consumiendo nuestra juventud improductiva, entre fría y miseria. Estas reflexiones, han ocupado mi mente hasta el momento de levantarme.
La nieve se está helando; la temperatura es de 7 bajo cero. Lo sabemos por un termómetro que nos ha traído el cartero. En el exterior de la paridera, no se puede estar inmóvil. ¡Vaya principio de año!.
Estamos esperando a ver si sube el relevo.
Entro de puesto. Seguimos haciendo periodos de media hora y aun así, nos helamos.
Cuando termino mi turno, voy a llevar el parte al teniente y ver si tiene aviso de relevo, pero sigue sin noticias. Además, según nos dijo el mulero esta mañana, el camino está intransitable para personas. De modo que no se esperan cambios.
Cuando doy estas noticias en nuestra posición, todos alegran, incluso el Sargento.
Lo que quedó del cabrito, lo hacemos con judías. Lo malo es que luego el rancho nos va a parecer malo, pero con el hambre que tenemos… Además, en la guerra, vamos acostumbrando nos a vivir el momento presente sin pensar en el mañana, pues nadie sabe las horas que quedan por vivir.
Todos los libres de servicio, no nos movemos de junto al fuego, ni para cenar pues separarse de él sólo un poco, significa helarse.
Entró de puesto. Uno de los tres turnos de media hora, me lo hace el cabo González.
Desde que me separaron de Quintanilla y Vilalta, me he unido mucho con este muchacho.
Cuando termino, me recupero un rato junto al fuego y luego me acuesto enseguida, pues no creo que mañana falle el relevo.

31 de Diciembre de 1937

31 de Diciembre de 1937

Me levanto, desayuno y me siento junto al fuego, del que no me muevo, hasta entrar de puesto.
Continúa nevando. A pesar de ser guardia de día, seguimos fraccionando los puestos en plazos de media hora.
Cuando terminó, el Sargento me envía al puesto para entregar al teniente Saura, el parte y preguntarle a qué hora vendrá el relevo, a fin de estar preparados.
Por el camino, las paso moradas de frío, pero me extasío contemplando el panorama que es magnífico. En realidad, parece un pesebre gigante. Hay ya casi un palmo de nieve. Se ven claramente las huellas de las patas de los conejos.
El teniente, opina que, con este tiempo, no habrá relevo. Al menos, no ha recibido ninguna comunicación telefónica del pueblo, avisándole.
Regreso, y así se lo digo al Sargento. Estamos contentos, pues así, podremos comernos el cabrito con tranquilidad.
En principio, pensamos acostarnos temprano por sí mañana teníamos que relevar. De modo que, al no ser así, acordamos esperar a medianoche y estar todos juntos al dar las doce y empezar el año nuevo. De modo que así lo hacemos y, llegado el Sargento blanco al atardecer, le proponemos que nos diese el cabrito y nos hará un arroz. La propuesta, no es gratuita, pues tanto Sargento Quintero como yo, sabemos de su gran disposición para la cocina. El, acepta encantado y pone manos a la obra. A las nueve, ya estamos comiendo una paella de las que no recordábamos y unas costillitas de cabrito que no les van a la zaga.
De modo que, en tertulia esperamos la medianoche y al llegar las doce, a falta de las clásicas uvas y champán, nos comemos doce avellanas y una Ronda de vino, deseándonos mutua suerte. Cuando llega el centinela relevado, encuentra el resopón preparado y calentito. Después de un poco más de charla, nos vamos a acostar. Fuera, continúa nevando. Dura entrada de año, esta primera que pasamos en el frente y que Dios quiera que sea la última.

30 de Diciembre de 1937

30 de Diciembre de 1937

A las seis, me llama González. Como no me toca hacer puesto, me quedo sorprendido; pero me dice que lo ha hecho para invitarme a chocolate la taza, del que se ha hecho un plato. mojamos unas tostadas y está riquísimo; valía la pena madrugar.
A las 8, reparten el desayuno de hoy, es café con leche. A pesar de que sólo hace una hora del chocolate, volvemos a tener hambre y hacemos buen papel. Con este frío, quemamos las calorías rápidamente.
A las 9, voy a llevar el parte y al regreso, a las diez, hago un puesto de sólo una hora. Durante él, oigo muchos disparos de artillería y, a pesar de estar muy nublado, se nota bastante movimiento de aviación.
Hoy, no hace viento, pero el frío es igualmente intensísimo. Después del puesto, me escaldo otra camisa y otro jersey, también llenos de parásitos. Mientras lo estoy haciendo, pasa el pastor. González y yo, hablamos con él y conseguimos nos venda un pequeño cabrito lechal, el cual es muerto y arreglado enseguida y lo guardamos para celebrar la entrada del Nuevo Año. Aun cuando nos dispongamos de nevera, no habrá problema para su conservación.
Ha venido el Sargento administrativo Blanco, que hace varias noches subió la paridera del teniente-jefe Saura y duerme allí. Nos ha dicho que mañana, Subirats del pueblo una compañía que ocupará esta posición y nosotros deberemos trasladarnos a las que hay junto al río. ¡Ya nos extrañaba que habiendo encontrado un sitio donde se estaba bien, pasáramos en él muchos días!
A las doce, entró de guardia y coincidiendo con ello, empieza a nevar. Los puestos, sólo se pueden hacer de media hora de duración, pues resulta imposible resistir más tiempo. Después de tres descansos y tres puestos, me relevan; total, ya son las tres.
El viaje en busca de la consigna después de cenar, resulta muy pesado. La nieve cae oblicua y me salpica la cara constantemente y el frío, dificulta la respiración.
De regreso, entró de guardia que, como la mañana me ocupa tres horas entre relevos y puestos. Y aun así, la media hora afuera, se resiste difícilmente.
Cuando terminó, me quedo junto al fuego pues estoy helado. El sargentos me da un vaso de café bien caliente, me quedo charlando con él, hasta medianoche.
Está muy comunicativo y me cuenta su actuación en Madrid, durante los primeros días del Alzamiento. A pesar de su juventud -ahora sólo tiene 23 años-, intervino en la toma del cuartel de la Montaña, donde vio caer a muchos compañeros anarquistas de su edad. Me describe escenas de momento de la rendición de los militares supervivientes, verdaderamente dramáticas. Luego, una vez "limpiado" Madrid, se apuntó voluntario a la columna Sacco y Vanzatti, que se dirigió al frente de Aragón, en donde ha pasado toda la campaña. Reconoce que durante el primer año, la guerra fue muy diferente a lo que es ahora.
Entonces, aparte de unos golpes de mano, de vez en cuando, pasaban mucho tiempo los pueblos de segunda línea. Y como entonces había comida, se lo pasaban bastante bien. Luego con la militarización de estas columnas de ex-voluntarios y la llegada de las quintas movilizadas -es decir, las nuestras-sintieron desconfianza pues sabían que no éramos anarquistas y, además íbamos a frente, forzados. De allí que durante bastante tiempo, se nos tuviera vigilados, por temor a que nos pasáramos al enemigo, a la primera ocasión favorable que se nos presentará. Pero que, después de estos meses transcurridos, ya habían comprobado que podían confiar en nosotros. La llegada a la compañía, de quintos movilizados recientemente, hace que ahora se "apoyen" todavía más en nosotros.
Cuando me doy cuenta, son las dos. Voy corriendo a dormir.

29 de Diciembre de 1937

29 de Diciembre de 1937

Me despierto a las nueve, me han guardado el café. Desayuno y casi enseguida, entró de puesto. El viento, no ha menguado por lo que la hora de vigía, se me hace muy pesada. Luego, una hora picando la trinchera, me hace entrar en calor, cosa que me convenía pues estaba tiritando de frío.
El agua de la balsa, tiene tan grosor de hielo, que podemos andar por encima sin romperse; para ello, debemos emplear un pico.
Como aquí podemos hacerlo, me escaldo el suéter y la camisa pues los piojos me vuelven a molestar mucho; una vez escaldadas, las extiendo a secar en la cocina, pues, si lo hago fuera, me pasará como González, que le quedaron petrificadas.
Después de cenar, voy a por la consigna. De regreso, hago un puesto de 7 a 8 y, tras un descanso de media hora, otro de 8.30 va a 9.30. Como vengo helando, me quedo junto al fuego, haciendo compañía al Sargento durante una hora. Luego, a descansar. Y, así, pasar los días.

28 de Diciembre de 1937

28 de Diciembre de 1937

A las seis, me llama el Sargento para que vaya a llevar el parte.
Allí, me entero que la alarma de la pasada noche, se debe a lo siguiente: dos escuadras de nuestra compañía, iban a hacer una "descubierta" al campo enemigo, pero al ir a vadear el río se encontraron con un grupo enemigo, que venía con la misma intención. Este, que les vio primero, abrió fuego, habiendo de batirse en retirada los nuestros huyendo entre las carrascas, pero dejando dos bajas sobre el campo. Dos veteranos de Mataró.
Regreso, y di cuenta al cabo de todo ello.
Después de desayunar, entró depuesto. Durante el, cada vez que veo cuervos volar, piensan la suerte de los cadáveres de nuestros compañeros, abandonados allá abajo.
No llego a comprender, como le sorprendieron tan confiados.
Me relevan. A pesar de haber estado picando en la trinchera, estoy completamente helado, sobre todo de pies y manos -a pesar de los guantes-. Si este frío sigue así, durante la noche y debiendo permanecer quietos, será inaguantable.
En la cocina, me hacen sitio junto al fuego, para que reaccione. Pero, al poco, debo retirar las manos que había puesto sobre él, porque me duelen mucho. Me las pongo debajo de los sobacos. Y reaccionó al fin aunque me cuesta mucho.
Con el suministro de hoy, han repartido tabaco. Tres paquetes de mataquintos, que habrá que racionar para alargarlos, pero del que fumamos enseguida.
Después de almorzar, contestó la carta de Lorca ¡Cuántas ganas tengo de verle!
Hacia las cuatro de la tarde, el centinela, da la alarma, pues dice que en la loma frente a la nuestra, ha visto a uno hombre entre el bosque de carrascas. Efectivamente, en el lindero de éste, vemos un hombre que se adentra en la espesura.
Salimos dos grupos; uno, formado por dos cabos que se dirigen hacia allí, en línea recta y otro en el que vamos el Sargento y yo, dando un rodeo para cortarles la retirada. Después de rodear el bosque, nos unimos a los dos cabos, que tampoco han visto nada. Posiblemente era algunos de otra posición cercana que iba buscando caza.
El día, empieza a alargarse. Antes de cenar, voy a por la consigna.
Regreso, cero y entró de guardia. Como además de la baja temperatura, hace viento, hemos decidido hacer la guardia en dos etapas. De modo que, a las 7, me voy de pues todo hasta las 8. Entonces regresó y estoy 45 minutos junto al fuego; después terminó la otra hora. Todo está tranquilo.
Cuando regresó a la cocina a calentarme, encuentro allí al Sargento Quintero y al cabo González. Cuando ven que me voy a hacer unas tostadas con un poco de jamón que recibí me proponen hacernos una tortilla de jamón. Acepto; el pone el huevo, yo el jamón y el Sargento del pan. Los rociamos con unos tragos de vino. Luego unos cigarrillos y a dormir. Son las 12.

27 de Diciembre de 1937

Ha amanecido un día muy nublado. Fuera de la paridera, hay una balsa natural con agua, que es la que empleamos para comer y lavarnos. Pero hoy, para sacarla, hemos tenido que romper el hielo que la cubría ¡Hace una temperatura bajísima!
Después de llevar el parte, entró depuesto. Durante él, y aunque el día no se presta, se observan gran movimiento de aviación y se oyen bombazos a lo lejos. En Fuendetodos, donde las líneas están tan cercanas unas de otras, debe haber "tomate".
Me relevan en el momento que reparten el almuerzo. Después de éste, pasamos un buen rato cantando." Ya todos conocen la letra de "la penya del pic i pala", y la cantan por su cuenta.
A media tarde, ha venido a vernos nuestro Capitán Emilio, el cual pasa a ser lo de la compañía de Municionamiento de la Brigada. Dice que más adelante, piensa llevarse con él al cabo Lon. Aprovecho para que de muchos recuerdos a Saturnino que se que está destinado a su compañía.
Nuestro Sargento, se marcha con el Capitán a la paridera del mando de la compañía, donde el teniente Saura, hará de Capitán accidental, hasta que venga el que nos destinen.
He recibido carta de Lorca, compañero de trabajo, desde Madrid. Según me cuenta, las baterías suyas, están casi dentro de la ciudad.
Entró depuesto. En medio de este gran silencio, sólo se oye algún bombazo de vez en cuando.
Cuando me relevan y entra la paridera, encuentra todos levantados; al poco, se van a dormir, siguiendo indicaciones del Sargento. Yo, me quedo con él y los cabos Lon y González. Me dicen que debemos dormir con los correajes puestos y el armamento a mano, por si hubiera que salir pitando. (!)
Así lo hago y me tumbó descansar por si acaso.
A las cuatro de la madrugada, unos bombazos y tiroteo cercano nos despiertan. Salimos corriendo todos, fuera de la paridera y, allí, estamos un buen rato.
Como todo está en calma, volvemos a acostarnos.

26 de Diciembre de 1937

26 de Diciembre de 1937

Cuando me despierto, ya es de día.
Me levanto, lavo y entró en la cocina donde están reunidos todos los libres de servicio. Como el desayuno no está listo, voy a llevarle parte.
Cuando regresó, ya están desayunando. Me uno a ellos y después entró depuesto. Un par de horas, me pasan relativamente deprisa, pues el picar en la trinchera -que hemos decidido construir-, hace pasar el tiempo y el frío.
Después de comer y como hace un sol estupendo, nos sentamos en el banco donde ayer comimos y hacemos un poco de tertulia y escribimos.
Al atardecer, el tiempo se ha vuelto ventoso y como viene del Moncayo, el aire es helando. Regresamos a la cocina. Allí, como apenas hay luz, -sólo el candil para trabajar en el cocinero-, pasamos el resto de la tarde muy aburridos.
Después de cenar, voy a por la consigna.
Cuando regresó a las 8, entró de guardia. Hace bastante viento y hay muchas estrellas que, a falta de la luna, dan bastante claridad y se puede ver bien el terreno.
¡Cómo cuesta pasar esta hora y media! ¡El frío es atroz! Cuando me relevan, voy corriendo al fuego. Tengo helados pies y manos.
Cuando entramos en calor, -los piojos y yo- me voy a acostar.

25 de Diciembre de 1937

25 de Diciembre de 1937

A las 5 de la mañana, me llaman para hacer un puesto de media hora. Hace una noche muy clara. En previsión de que el
enemigo aprovechando esta claridad atravesará el río, se acercara a nuestras líneas para atacarnos al clarear, el
mando ha decidido mantener de vigilancia a la mitad de las fuerzas; mientras, descansa otra mitad. Me parece que
este es un sueño más de los que tiene el mando.
Brilla una hermosa luna; como no la veía desde hace tiempo. ¡cuántas cosas he recordado durante este corto puesto!.
¡Hoy es día de Navidad! En tiempos de paz, a esta hora, nos retiráramos a dormir, después de una noche de juerga y
alegría. Hoy, la vida, sólo nos depara privaciones y peligros. Me relevan.
Caliento agua y me lavo. Voy a llevar el parte. Aprovechando el viaje, me desvió a visitar a Ribas y Puigmal.
Acordamos que a las 2, vendrán ellos a nuestra posición y haremos una pequeña fiesta, para celebrar la festividad.
Entregó el parte, regresó y, a las 10, entró de puesto. Allí, escribo a mi familia.
Almorzamos a las doce. Después, empezamos a preparar todo para la comilona. Un banco y unos troncos, nos servirán de
mesas y sillas; unas hojas de periódico, de mantel.
A la hora, llegan Ribas y Puigmal; traen un pollo asado, que es colocado en un plato. González, sacar dos trozos de
conejo, una botella de champaña y otra de jerez. Lon, un paquete de cigarrillos americanos; yo, una botella de anís
y una de coñac, higos secos y mandarinas.
La mesa, está que da gusto. Empezamos por el conejo y seguimos con el pollo, rociado con champán. En este momento,
oídos ronquido de motores, escudriñamos el cielo y localizamos dieciocho aparatos sobre las líneas enemigas, pero
no distinguimos de quién son.
Nos volvemos a sentar y terminamos con el pollo y el champán. Con el postre, nos tomamos la botella de jerez. Luego
el café con coñac y anís. Y fumamos los cigarrillos de Lon.
Se impone una "cantada" que dura largo rato y es rematada apoteósicamente con la canción del "pic i pala". El otro
grupo de soldados de este puesto, que también ha hecho su comilona y el Sargento que se había echado a hacer la
siesta, nos han oído y se unen a nosotros haciéndonosla repetir varias veces y coreando todos el estribillo.
Como ya es hora, voy a buscar la consigna. Las piernas, metiendo en un poco, pero aún me aguanto bien. Además el
paseo y el fresco, me despejan bastante.
Recojo la consigna. Aquí, también han improvisado un festín como nosotros. Regreso.
Como no tengo apetito, en cuanto llegó, me tumbo a dormir.

24 de Diciembre de 1937

24 de Diciembre de 1937

Hace rato que, en sueños oigo discutir a los que están ya levantados; yo, sigo costado un rato más.
Me levanto, lavo, desayuno y voy a llevarle parte. Allí, me entregan prensa de anteayer, entre la que figura el
parte de guerra, confirmando la conquista de Teruel.
También me comunican, que ha desaparecido el enlace de una de las posiciones de nuestra compañía. Desde las 6 de
esta mañana, que no se le encuentra. Como son casi las 11 y no ha regresado, el teniente, le ha registrado el
macuto, sin encontrar en el nada interesante. Al parecer, se ha llevado sólo la ropa y el armamento.
Regresó a nuestra posición y con el cabo Lon, vamos a la paridera donde están Ribas y Puigmal, -dos de la peña-a
buscar una garrafa de vino. Además, nos entregan un paquete con carne para los demás de la "peña" ya que no la
podemos comer juntos. Ribas y Puigmal, han enseñado la canción de la "penya del pic i pala", a todos los de esta
posición y, por eso, nos despiden a Lon y a mí, saliendo a cantar nos las fuera de la paridera.
Al poco regresamos y entró depuesto. En él, almuerzo. Me relevan sin novedad. Hace bastante frío, pero seco.
Ha venido el barbero y está ya afeitando a los de la posición; cuando me toca el turno, lo hace también conmigo.
Desde luego, debe hacerlo con agua caliente. Con esto, se nos pasa la tarde deprisa.
Hemos oído bastantes bombazos hacia el sector de Fuendetodos. También se nos ha dicho que en ese sector, se han
observado concentración de tropas enemigas y, por tanto, que estemos atentos, por si hubiera un ataque. Aunque, es
de suponer que, dado lo accidentado del terreno, no es fácil que se lleve a cabo por este sector.
Después de cenar, voy a buscar la consigna. Hoy, me acompañan dos soldados más, pues esperamos los paquetes de
Navidad que quizá nos envían nuestras familias.
Efectivamente, somos cuatro los de esta posición que los recibimos. A pesar de estar en vísperas de Navidad, no hay
buen humor. Sólo abrimos una botella de anís y un paquete de tabaco; al fin, podemos fumar tabaco de verdad y no
yerbas tostadas como desde hace días.
A las 8, entro de puesto. Hay un gran silencio. Sólo alguna explosión lejana de vez en cuando.
Parece que el enemigo, tampoco quiere dejar de celebrar la Nochebuena, pues, en las alturas de sus montañas, se ven
varias hogueras.
La guardia se hace bastante larga. Hace mucho frío, sobre todo, se nota más, al tener que estar inmóvil. Al fin,
llega el relevo.
Después de reaccionar junto al fuego, me voy a acostar. Antes de dormirme, pienso, lo que creo habremos pensado
todos en esta noche; en la primera Nochebuena que pasamos fuera de nuestras casas.

23 de Diciembre de 1937

23 de Diciembre de 1937

A las 5 de llaman para hacer otro puesto. La niebla sigue muy espesa. ¡Cuánto me cuesta pasar esta hora!
¡Acostumbrado a las cómodas bordes del pueblo...!
La humedad producida por la espesa niebla, es tal, que atraviesa manta y capote.
Cuando me relevan, voy corriendo a la cocina, me siento junto al fuego y pronto reaccionó.
Al poco, caliento agua, me lavo y cambió la camisa y camiseta. Las que me saco y están llenas de piojos, las cuelgo
a la intemperie para ver si la baja temperatura los mata.
A las 7, sólo somos cuatro los que nos hemos despertado -uno de ellos, el Sargento-, quien nos dice que no
despertemos a los demás para desayunar, que les guardaremos el café y les dejemos dormir.
A las 8, voy a llevar el parte del Sargento, al Capitán y recoger el suministro del grupo.
Hemos combinado la guardia entre todos, de modo que tanto del cocinero como yo, haremos puesto, si bien el hará
siempre el primero y yo, el segundo. Esto permitirá que los puestos sean más cortos para todos.
A las nueve, cuando la niebla continuado muy espesa, hemos oído rumor de motores; salimos fuera y se trata de un
avión que debe volar muy bajo, pues ahora se oye muy fuerte y ya pasa sobre nosotros, si bien no le vemos.
Hacemos buen acopio de leña pues podría volver a nevar y hay que estar prevenidos.
La niebla, va desapareciendo, aunque lentamente; y, coincidiendo con ello, hay mayor claridad.
Al fin, el sólo reluce ya hermosísimo, entre ya escasos jirones de niebla. Cuando estamos todos tumbados al sol,
volvemos a oír el motor y, al poco, localizamos el avión de reconocimiento enemigo, que sobrevuela nuestras
posiciones. Pasa de largo sobre la nuestra, pero luego, regresa y desde bastante altura desciende en picado. Todos
nos colocamos a la sombra del muro de la paridera, para no ser vistos. Desciende muy bajo, luego da la vuelta, y se
dirige recta Cariñena, donde debe tener su base. Como hacía ella, todavía hay niebla, desaparece inmerso en ella.
Después de almorzar, me tocan dos horas de puesto, pero, de día, pasan relativamente pronto.
Al salir de ella, me esperan los compañeros con un vaso de café bien caliente, que viene muy bien. La provisión de
grano para hacer café, ha descendido notablemente, pero eso, es fácil de remediar.
Leyendo y cantando, esperamos la hora de cenar. Después voy en busca de la consigna. El Capitán me entrega, además,
un parte para el Sargento Quintero.
Cuando llegó, se lo entregó; después de leerlo, nos comunica su contenido. Se trata de la conquista de Teruel por el
ejército republicano. Esta noticia, que recibimos por segunda vez, la acogemos ya con reservas pues otras veces, se
nos han dado algunas similares, que luego, no fueron verdad.
Enseguida, entró depuesto. Hoy, se me hace interminable pues dura dos horas. Calculó el transcurso del tiempo
rezando rosarios -como casi todas las noches-, a razón de uno cada 20 minutos. A pesar de agotar el tiempo, el
relevo, no llega. De modo que me decido a entrar en la paridera y encuentro durmiendo junto al fuego al Sargento,
que es quien debía enviarme el relevo. Como pasante a diez minutos, llamó al del tercer turno y regresó al exterior.
Al fin llega y me releva. Cuando llegó a la cocina, se despierta el Sargento y le digo que ya hemos relevado; se
excusa por haberse dormido.
Hablan de comiendo tostadas, pasamos un par de horas; cada vez congeniamos más con él. De todos los ex-voluntarios
es el más instruido y educado. También es madrileño y vino al frente de Aragón hace más de un año. Durante la
tertulia, hemos coincidido varias veces rascando nos por las picadas de los piojos. Me dice que mientras no vayamos
con permiso o a descansar a retaguardia, no nos quitaremos de encima, pues, para ello, es necesario respaldarse toda
la ropa (no sólo la interior) y, además, hacerlo todos a la vez. De no ser así, unos quince estamos a los otros.
Esto, me lo dice por experiencia pues el problema, lo ha "vivido" ya, en tres ocasiones.
Al fin, nos vamos a costar.

22 de Diciembre de 1937

22 de Diciembre de 1937

En tiempos de paz, hoy era un día típico, pues se celebraba el sorteo de la Lotería de Navidad. Recuerdo las calles de Barcelona, las administraciones de lotería llenas de pizarrones con los números que iban saliendo premiados y grandes coros de gente frente a ellos. Procuro ahuyentar estos recuerdos que me entristece a pesar mío.
Preparó todo bien temprano; afortunadamente, me siento bien.
Cuando vamos a por el café, nos dicen que Teruel ya es republicano; la noticia, es oficial. Nos alegramos mucho pues hacía mucho tiempo que no obteníamos una victoria importante y, eso es necesario para la moral de un ejército. Por lo menos que nuestro mal comer, mal vestir y la "miseria" que llevamos encima, no resultan inútiles.
A poco de regresar al cuartel, forman la compañía y pasan lista. Luego, orden de marcha.
Emprendemos la ascensión hasta las posiciones. Esta segunda vez que subimos, no me ha parecido tan largo el camino. De todas maneras, empleamos dos horas largas y, con la cara que llevamos nos sentimos apenas el frío.
Vamos destinados a otras posiciones que la primera vez. Nos corresponde ocupar una paridera con una gran cocina y un amplio y muy resguardado coral para la tropa e incluso con paja para dormir. Además, para el escucha, hay una garita que resguarda del frío y del viento. Además, como jefe de la posición tenemos al Sargento Quintero, que es muy buena persona. Creo que estaremos mejor de lo que esperábamos.
Pasamos la tarde, acomodandonos.
El Sargento, no se reúne a los diez que estamos con él y nos dirigió unas palabras para que haya armonía entre todos. A mí, me nombra su enlace.
A las 7 de la tarde, los enlaces de las posiciones "satélites", deben ir a la del Capitán en busca de la consigna para la noche. De modo que, después de cenar hacia allá me dirijo. Hay mucha niebla. Apenas se ve a 10 metros; me resulta difícil encontrar el camino, pero al fin doy con él.
Cuando llegó a la paridera del capital, encuentro allí a Quintanilla que también es enlace de su posición. Tomó la consigna y regresó con más facilidad. Parece mentira como se va desarrollando el sentido de la orientación, a pesar de la oscuridad.
Estoy un rato de tertulia con un Sargento y al cabo, hasta las 9:30, que entró de guardia; hoy, nos toca hacer sólo una hora de puesto. Esta es una noche, que hay que valerse totalmente del oído, pues resulta imposible distinguir nada.
Me acuesto seguida. Aunque hace bastante frío, la paja facilita entrar en calor y se está relativamente hablando. Con el traslado y viaje por la consigna, estoy muy cansado de modo que me vuelvo enseguida.

21 de Diciembre de 1937

21 de Diciembre de 1937

¡Que despertar tan distinto de ayer!
Cuando voy a por el desayuno, me dicen que Quintanilla estaba como yo ayer. Voy a verle a su cuartel y le llevó unas aspirinas. Le propongo venir al club a calentarse, pero prefiere seguir acostado.
Voy a ver a Nebot, al comisario, para ver si sabe algo respecto a la noticia que circula de quien mañana subimos de nuevo a las posiciones de la montaña. Me dice que es verdad, lo cual me cae como una bomba. La nieve, a quien el pueblo, aún no se ha fundido, por lo tanto, el frío arriba debe ser terrible.
Regresó al club y se lo comunicó a los demás, a quienes les sienta como a mí, pero procuramos sobreponernos.
Al mediodía, comemos también aquí. Es cosa de apurar el bienestar, que se termina.
Como nos enteramos que se pueden enviar paquetes Barcelona, ago uno a mi familia, en el que envió unos garbanzos que ahorramos arriba, las judías que recogí aquí y tres pares que me ha dado una mujer a cambio de jabón. Con la falta de comida que hay en Barcelona, espero que les vendrá bien.
Esta tarde, la dedicamos a contestar todas las cartas pendientes, pues, arriba, no tendremos humor para hacerlo.
Por si nos destinan separados de posición, nos hacemos con un candil cada uno, pues en el club, hay gran cantidad de ellos. También nos llevamos un saquito de cebada tostada y bien molida pues sale un café estupendo y arriba, nos será necesario para combatir el frío.
Después de cenar, regresamos al cuartel y empezamos a recoger todo. Una vez hecho, vamos a despedirnos de las dos familias amigas del pueblo.
Por cierto que el frío, ha podido más que el miedo; ya ningún paisano duerme en las cuerdas y todos hacen vida en sus casas.
Nos acostamos en seguida para acumular energías que, mañana van a sernos muy necesarias. Me cuesta mucho entrar en calor y, cuando lo consigo, me despiertan los piojos y me acribillan. ¿Será posible perder les de vista algún día?

20 de Diciembre de 1937

20 de Diciembre de 1937

Tengo una gripe aguda; me duele todo el cuerpo y a pesar de la manta y el capote, estoy tiritando. Renunció al desayuno y algo avisar al sanitario. Este, me indica que me quede ha costado hasta mediodía; que él, cuidará de que me cambien la guardia que debía hacer hoy en la carretera. De haber tenido que ir, lo hubiera pasado muy mal.
Me han contado la causa de las órdenes de ayer noche: nuestro ejército, está atacando Teruel y nos tenían en reserva por si era conveniente nuestra marcha allá, pero no ha sido necesaria pues las operaciones marchan bien.
Hacia las 12, me levanto y voy al club, donde encuentro a la peña. Junto al fuego, me siento mejor que en la buhardilla; por lo menos más caliente.
Tampoco hoy almuerzo, si bien me hacen un plato de café con leche; ésta, gracias a un bote de condensada que ha recibido uno de los compañeros. Me cae muy bien.
Pasó aquí, toda la tarde. Cada hora, debo un poco de café en bien caliente. Como cena, otro café con leche. A las 9, me acuesto. Me parece que estoy mejorando algo. Me duermo enseguida.

19 de Diciembre de 1937

19 de Diciembre de 1937

Me despierto con mucho malestar y frío. Seguramente se debe al enfriamiento de la guardia del otro día.
Después de desayunar, vamos enseguida al club y no me muevo de junto al fuego en toda la mañana. A la hora de almorzar, los compañeros me traen aquí la comida. Pero tengo poco apetito y no me terminó la ración. ¡esto es mala señal! ¡cuando yo no tengo hambre!...
Pasó allí la tarde, con muchos escalofríos. A la hora de cenar, ya ni siquiera intentó comer. Estoy con mis compañeros hasta las ocho, que regresamos al cuartel.
Me temo que mañana no podré levantarme, pues siento cuerpo como si no hubieran pegado una paliza.
Cuando llegamos al cuartel, nos advierten tengamos el equipo y armamento preparado. ¡sólo me faltaría tener que salir a medianoche en estas condiciones!
Cuando tengo todo preparado, me acuesto. Pero no puedo dormir; oigo sonar horas y horas. Me noto afiebrado; me tomo una aspirina que me quedaba; tengo escalofríos. Entre sueños y pesadillas, hoy bordar las dos. Al fin, la aspirina actúa y me duermo.