4 de Enero de 1938

4 de Enero de 1938

A las 8, me despiertan los compañeros, pues ya está aquí el café. Como González ve las pocas ganas que tengo de levantarme me trae el café.¡Vaya lujo! González, es un muchacho alto y muy robusto y los compañeros nos toman el pelo diciendo que parece un Padre dándole la comida al hijo.
El Sargento, que se había levantado desayunar, vuelve acostarse, no para dormir, sino para leer un rato, pues, afuera es imposible.
Al fin, una necesidad fisiológica inaplazable, me obliga levantarme, en busca de una carrasca acogedora.
Ha venido Lon, el furriel, para anotar el lugar donde desearíamos pasar permiso, caso de que nos lo concedieron. Aprovecho para entregar el parte y así, ahorrarme un viaje. Le pregunto si el Capitán Emilio le ha reclamado ya para ir con él a la compañía de municionamiento, pero me dice que todavía no. Después de tomar nota de nuestros apellidos, se marcha. Esto nos hace concebir esperanzas, pero con las debidas reservas pues ya otra vez, sufrimos el desengaño de la suspensión, estando casi en puertas.
Sentado junto al fuego, aunque helándome la espalda, hago estas anotaciones. Y, como otras veces, cuando mis compañeros me ven hacerlo, me dicen "Mi libro", que es como bautizó este diario, el compañero Nebot cuando estaba en mi escuadra.
Hoy, me toca a mí hacer carbón, de modo que paso toda la tarde cortando leña, trasladándola y quemándola. El ejercicio me ha ido estupendo para no notar el frío, pero fuerte viento y el humo quemar la leña, me produce dolor de cabeza. De modo que, después de cenar, me voy a acostar enseguida.

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