31 de Enero de 1938

31 de Enero de 1938

Hoy, se cumplen 7 meses de mi incorporación.

Después del desayuno, Ribas y yo, nos presentamos en el cuar­tel de Transmisiones y el teniente-jefe, Palau, nos dice que es­temos por allí, que el sargento Siles -a quien nos presenta-, ya nos dirá lo que hemos de hacer. Este, nos presenta a los cabos y soldados de la sección, la mayoría de los cuales son catalanes y proceden también de Mataró. Como los servicios del día, ya han sido nombrados y no tiene nada que encargarnos, nos vamos a pasear un rato.

Después, vamos con Lon, a una casa del pueblo -amigos suyos-, que tienen una maquina de escribir estropeada, para ver si podemos arreglársela.

Cuando llegamos, están haciendo morcillas y arreglando la par­te del cerdo que les ha correspondido de la matanza colectiva. Se empeñan en que comamos unas cuantas, así como también un pedazo de hígado. ¡Desde luego, hacía tiempo no comíamos algo tan exquisito! Pan, aceitunas y un excelente vino.

Vamos a ver la máquina. Está muy sucia; diríase que ha estado enterrada en la tierra. Lo primero, es limpiarla bien. Como ya es tarde, decidimos hacerlo mañana, pues casi ya no hay luz.

Tocan a rancho, pero no tenemos apetito y no vamos a buscarlo. Los demás de la compañía, ya han cenado. Encendemos un poco de fuego y allí estamos charlando un rato.Entre bajas, cambios de unidades y destinos, la compañía que formamos en Binéfar, está casi deshecha.

Antes de acostarnos, pasamos por el cuartel de transmisiones por si hay novedad. No nos necesitan, y nos vamos a dormir.

30 de Enero de 1938

30 de Enero de 1938

Diana. Lavado y desayuno.

Siguiendo órdenes de nuestro comisario, mi sucesor y yo, nos presentamos en la casa donde está alojado. Dirigiéndose a mí, dice "que ignora los motivos del cambio, pero que por ser órdenes que vienen de la división, tienen que ser cumplidas". Pero en la División, no dan órdenes anotadas con lápiz en un canto de periodico -como él me enseña- sinó que hacen un oficio con sus sellos correspondientes y las firmas del comisario. De manera que me supone muy tonto, si cree que me engaña. Desde luego, esas impresiones, sólo las confio a este diario.

Conforme acordamos, le hago entrega de los libros y útiles. Luego, me reuno con mis compañeros en el frontón. Donde volve­mos nuevamente después de comer. Y, cual no sería nuestra sor­presa cuando, al llegar allí, encontramos al sargento García y al teniente Saura. Jugamos con ellos varios partidos de parejas y nos ganan, de verdad, casi siempre.

Mientras estamos jugando, llega el telefonista Grau y nos dice que dos de los que nos hemos presentado, han sido aprobados, pero que no ha podido enterarse de los nombres. De mo­do que ya veremos quienes han sido los afortunados.

Al poco, llega el cabo Lon, con la órden del día. En ella, figuramos aprobados Ribas y yo pero nó Puigmal. También seña­la, que deberemos ser dados de baja de la compañía respectiva y presentarnos en la sección de transmisiones del batallón. Como ya es tarde, vamos a la compañía. Cuando leen la órden, los compañeros nos felicitan y consideran que eso será una bofetada moral para el comisario.

Mientras estamos cenando, llega Murall, -a quien apodamos Po- peye, por su eterna pipa-, y nos dice que de parte del sargen­to Quintero, esta noche a las nueve, esperan que la "penya del pic i pala", acuda a la casa donde viven los sargentos, pues tienen un cordero que quisieran compartir con nosotros.

Hacemos tiempo y, a la hora en punto, nos dirigimos allí. Mientras el sargento-administrativo Blanco, lo guisa, estamos de charla. El sargento Quintero, está de excelente humor y hace reir aunque uno no quiera. Es un madrileño, de los verdadera­mente graciosos.

Se alegran de la suerte de Ribas y mía, sobre todo después de la "jugada" -son sus palabras- de Aguadé; aunque lamentan que dejemos su compañía.

Al fin, llega el cordero al que hacemos los honores, pués está buenísimo. Además, tienen un vini excelente.Al terminar y tomar café, nos piden una cantada. Y, así lo hacemos muy a gusto, para corresponder a su demostración de afecto.

Nos ha costado lo nuestro, pero al fin, hemos vencido su desconfianza y logrado su amistad.

Mientras descansamos del canto, me piden les cuente unos chascarrillos que tienen bastante éxito. Luego, volvemos a cantar y como remate final, interpretamos la canción del "pic i pala".

Cuando nos vámos, son las doce. Los sargentos, nos dan la consigna de noche, por si alguna patrulla de vigilancia nos diera el alto. Pero hemos llegado, sin novedad.

29 de Enero de 1938

29 de Enero de 1938

Después del desayuno, hemos ido a casa de la familia de José a buscar un macuto que nos guardaban y en el que tenemos dos pe Iotas para jugar al frontón.

De regreso, encontramos un sargento de comandancia que nos advierte que esta tarde examinarán a los que hemos solicitado el ingreso en transmisiones.

Después de jugar unos partidos, regresamos a comer.

Un ordenanza de comandancia, nos avisa de que a las 4 nos presentemos allí Ribas, Puigmal y yo, para ser examinados, A Lon, no le convocan por ser cabo y solo precisan soldados rasos.

Leyendo, esperamos la hora y nos presentamos. Allí, nos di­cen que el examen, tendrá lugar en la casa-cuartel de Transmi­siones del batallón que está, frente a la nuestra.

Allí, encontramos a unos 20 soldados esperando, candidatos como nosotros. Y, en la puerta al telefonista Grau, que también fué relevado como nosotros y está de descanso. Cuando le digo que somos aspirantes, nos hace entrar en su cuarto. Allí nos explica: que están en plena organización, que el teniente-jefe Palau, es un electricista catalán que poca cosa conoce de Trasmisiones y que aprobaremos el examen si, además de la parte de matemáticas y redacción que solicitan, conocémos unas pocas señales de morse. Y para ello, nos presta una cartulina en la que figuran las letras del alfabeto con su equivalente en puntos y rayas del morse. Nos aconseja que nos presentemos los últimos y, mientras tanto, memoricemos algunas señales.

Nos vamos a nuestro cuartel y estudiamos hasta que solo quedan dos por examinar. Entonces, nos presentamos y, al poco nos toca examinarnos. Lo hacen, individualmente. Cuando terminamos, solo nos dicen que caso de aprobar, ya nos avisarán.

Cuando regresamos al cuartel, los que saben de nuestra solicitud, se interesan por el resultado, pero no podemos concretar les nada.

Después de cenar, empezamos una buena cantada. Al oírnos, han entrado unos cuantos compañeros más, que se unen al coro.

Entre ellos, hay uno de la quinta del 31, que es imitador de estrellas el cual, acompañado por nuestro coro, interpreta al­gunas de sus canciones. Desde luego, lo hace muy bien.

La fiesta, termina a las 10 ¡Cada mochelo a su olivo!.

28 de Enero de 1938

28 de Enero de 1938

Esta noche, ya he notado que el cansancio había desaparecido pues me he despertado varias veces.

Después del desayuno, he desembalado y puesto en Orden los libros, impresos y partes del comisario. Luego, he ayudado al cabo Lon, a repartir el vino.

Después de comer, al "club". Allí, Ribas, Puigmal y Lon me dicen que han hecho una instancia solicitando ingresar en el cuerpo de transmisiones y señales. Me lo advierten por si quiero presentar la instancia yo también, pues saben qué se está reor­ganizando este cuerpo en nuestra brigada; pero nó me decido. Como dichas solicitudes deben ir firmadas por nuestro comisario me las entregan para que se las haga conformar rápidamente, pues el plazo de admisión finaliza a las 6 de esta tarde.

De modo que voy a comandancia a ver si está allí.

En cuanto llego, Nebot me advierte que en la órden de esta no­che nombran ayudante del comisario -en sustitución mía-, a un quinto incorporado hace un mes y que es de Manresa igual que Aguadé. Me aconseja que haga la instancia de transmisiones yo también; esta vez, me decido a hacerlo.

Allí mismo, relleno la instancia y, junto con las demás, Nebot la hace firmar al comisario del batallón, alegando que Aguadé no aparece y hay que presentarlas rapidamente.

Regreso junto a los compañeros de la peña a quienes cuento lo ocurrido, pero rogándoles no digan nada.

A las 5, como de costumbre, forman a la compañía para pasar lista y leer la órden del día. Efectivamente, tal como dijo Ne­bot, en ella figura mi sustitución. Todos, quedan sorprendidos por esta decisión pues mi sucesor es un muchacho que apenas sabe escribir. Algunos compañeros, Quieren encabezar una recogida de firmas, para hacer una protesta por escrito. Pero logro persuadirles de que desistan pues esto, solo representaría un perjuicio para mí.

Después de cenar, estamos un buen rato de tertulia en el "club". Luego, me voy a acostar.

27 de Enero de 1938

27 de Enero de 1938

Tocan a diana a las 7. Después del café, voy a ver donde han instalado el resto de la peña. Están en un departamento de una casa que consta de cocina, un hogar y el cuarto donde duermen. 0 sea que la cocina, será destinada a comer y a tertúlia. De modo que será el nuevo "club".

Después de almorzar, vamos en busca de leña de la que hace­mos buen acopio. Luego, encendemos un fuego que está superior. A su alrededor, leemos y charlamos.

Cuando llaman a la cena, vamos en su busca y regresamos a su cocina. Allí, nos quedamos hasta la hora de acostarnos, en que debo regresar a mi casa cuartel.

26 de Enero de 1938

26 de Enero de 1938

A las 2.30, me llama el cabo Moret. Cojo mis trastos y salgo sin despertar a los demás. Vamos a la cocina; todos están ya allí. Después de tomar un poco de café caliente, nos vamos.

Son las 3.30. Advertimos al cabo de guardia de nuestra salida para que no haya alarma a nuestro regreso. En total silencio, nos dirigimos hacia las nuevas trincheras sobre el río Una vez llegados, estamos un rato sentados escuchando. Ni el más pequeño ruido, rompe el silencio de la noche, ni en el campo enemigo alumbrado por la luna, se advierte el menor movimiento. Solo, de vez en cuando, se oye ladrar un perro, abajo en Tosos. Llevamos ya una hora al acecho y como cae un rocío que nos llega hasta los huesos, bajamos al fondo de la trinchera. Allí, nos sentamos dentro de lo que será un nido de ametralladoras. También hasta aquí llega el frío, pero no la humedad. Fumamos unos cigarrillos y, a las 5.30, emprendemos el regreso, por el lado opuesto al que vinimos. Seguimos un camino que cae sobre la carretera que vá de Aguilón a Cariñena y que, actualmente está cortada por haber sido volado el puente sobre el río.

A las 7, llegamos a otra posición de nuestra compañía. Empieza a clarear. Después de descansar un momento, emprendemos el regreso hacia nuestra paridera. Cuando llegamos, aún duermen casi todos. Solo los cocineros, se han levantado.

Después de desayunar, preparo todo lo del comisario en un paquete. En previsión del relevo, decidimos almorzar temprano. Y, apenas terminamos de lavar los platos, llega éste. Cargamos los trastos a cuestas y emprendemos el camino de Herrera. Esta vez, empleamos dos horas y media. Nos instalan en el anti_ cuartel de la guardia civil. Estaremos bien, pues todas las habitaciones disponen de colchones, que, aunque están en el suelo nos sabrán a gloria.

Apenas instalados, llaman a cenar. Después, nos acostamos en seguida pués estamos cansadísimos.

25 de Enero de 1938

25 de Enero de 1938

Después del desayuno, hago los partes y contesto a unas cartas

Después de almorzar hacemos una pelota de trapo y en un llano frente a la paridera, hacemos un partido de fútbol.

Después de cenar y mientras estamos charlando en la cocina el centinela nos hace avisar para que salgamos a ver una ilu­minación rara que se observa en el horizonte. Se trata de un resplandor rojo, que parece salir de Zaragoza, y en dirección a lo alto. Unos opinan que es una prueba de gases que hace el enemigo, otros, que se trata de un fenómeno admosférico.

Desde Comandancia de Herrera, telefonean avisando se ha advertí, do movimiento enemigo y recomiendan estemos vigilantes.

El capitán, decide hacer una descubierta hacia el río. Escoje al sargento García, al cabo Moret y dos soldados con los fusi­les ametralladores. Todos ellos, son ex-voluntarios. El capitán invita a ir al comisario y éste, escurre el bulto; luego, me lo propone a mí, y voy. Como la salida no se hará hasta las tres de la madrugada, nos vamos a dormir pronto.

24 de Enero de 1938

24 de Enero de 1938

Después del desayuno, preparo el parte. El telefonista Grau, me dice que un compañero de transmisiones de Herrera, le ha te­lefoneado contándole que sobre las doce de ayer noche, la aviación enemiga, lanzó dos cohetes, detrás de nuestras líneas. En este momento, pasan sobre nosotros, seis aviones enemigos; son, bombarderos ligeros. Al llegar a la altura de Herrera, dan media vuelta y regresan por la misma ruta internándose, de nuevo en su campo. Consigno todo ésto en el parte, pues, es bien raro.

Ha regresado el comisario Aguadé; no ha dado ninguna explicación sobre sus actividades; ni a mí, ni al capitán. Trae la no­ticia que, seguramente mañana nos relevarán y bajaremos a Herrera a descansar. Luego veremos donde nos envían. Del permiso a casa, nada.

Después de cenar, la noticia del relevo, ha elevado algo la moral y se ha vuelto a cantar, después de tantos días de no ha­cerlo.

23 de Enero de 1938

23 de Enero de 1938

Otro domingo por estas tierras.

En cuanto desayuno, me voy a las posiciones atacadas ayer noche por el avión; afortunadamente, en ninguna dió dentro de las parideras, y no hubo heridos. Lo que no se comprende es como, en la oscuridad, advirtió las posiciones y, aunque ellos lo niegan, sospecho que debían tener algún fuego que los delató. Si es así, supongo que esto les habrá escarmentado.

Hago los partes y consigno lo sucedido esta noche.

Por la tarde, vamos a pasear con el sargento García. Llegamos hasta las últimas lomas que dominan el río y el pueblo de Tosos Como llevamos los prismáticos del capitán, se acorta tanto la distancia, que incluso vemos en detalle, a varias mujeres lavando en el río, y un viejo, sentado en un portal.

Las posiciones enemigas, han preferido construirlas en las lomaa que el pueblo tiene detrás suyo y que queden a una altura superior a la que ocupamos nosotros a este otro lado del rio.

Y, por lo visto, nos han localizado pues oímos "cantar" una ametralladora y las balas, pasan silbando. Nos parapetamos y les hacemos algunos disparos; aunque consideramos inútil responder a esta tonta agresión, pues, a la distancia que estamos unos de otros, el dar en el blanco, sería una verdadera chiripa.

Cuando todo se ha calmado, regresamos buscando caza, pero no hay suerte.

Al poco de llegar, cena, charla y a dormir. Nadie menciona lo del permiso a casa.

22 de Enero de 1938

22 de Enero de 1938

Después del café, me lavo y hago los partes. Poca cosa hago contar en ellos, pues prosigue la tranquilidad. Solo consigno la actividad de la aviación; aunque imagino ya deben estar informa, dos por nuestros observatorios.

Ha venido el barbero; me corta el pelo y me afeita. Mientras lo hace, hablamos de Barcelona, donde también vive él. Tenía una barbería de su propiedad, pero ahora, está colectivizada por la C.N.T. del gremio. Espera que cuando termine la guerra, esto se solucione.

El tiempo sigue expléndido y sigue también el movimiento de la aviación enemiga. Dá la impresión de que atacan en algún sector

Después de comer, volvemos a picar a las nuevas posiciones He pedido prestados los prismáticos al capitán y, desde aquí observo los parapetos enemigos. Veo que también ellos, están fortificando sus posiciones. Puedo detallar incluso sus alam­bradas. —nosotros no tenemos—. Hoy no nos disparan, ni les disparamos.

Al ponerse el sol, regresamos. Lectura, hasta, la hora de cenar Volvemos a acusar el cansancio del manejo del pico y la pala.

Después de cenar, y tras un poco de tertúlia, nos vamos a dormir.

A medianoche, me despierta el ruido de explosiones. Solo otro soldado del dormitorio, lo ha oído también; los demás, duermen. Salimos fuera de la paridera, en el momento que, sobre ella, oímos pasar un avión. No le vemos, pero le oímos encima mismo se aleja en dirección a nuestras posiciones más a la derecha Cuando pasa, sobre la primera de ellas, arroja unas cuantas bombas de mano. Con la segunda, hace la misma operación. Luego, se aleja. Cuando calculamos que debe estar sobre Aguilón, suelta un cohete verde y se adentra en el campo enemigo.

Como todo ha quedado en calma desde hace rato, nos volvemos a dormir.

Salvo el centinela y nosotros dos, nadie ha advertido nada; duermen como troncos.

21 de Enero de 1938

21 de Enero de 1938

Hace ya un mes que subimos a las posiciones. El tiempo, es verdaderamente veraniego. Quizá por eso, estos días se observa mucha actividad de aviación enemiga.

Hemos reanudado el trabajo en la fortificación, Hoy, el enemigo, desde sus cumbres, nos ha disparado algunas ráfagas de ametralladora. Al parecer, no les gusta que nos situemos tan cerca.

Un aparato de observación enemigo, ha sobrevolado nuestras posiciones, pero no nos ha atacado.

Después de almorzar, escribo unas cartas. Luego, vamos de ca. za como ayer; no vemos ninguna pieza, pero esto, nos ayuda a olvidar las preocupaciones.

Después de cenar, solo un rato de charla y lectura. Hace días que no se canta ni hay humor para ello.

20 de Enero de 1938

20 de Enero de 1938

Me despierto a las 8, y ya están repartiendo el café. Hace un día explendido.

Después de asearme y desayunar, hago los partes; luego, es­cribo unas cartas. Tengo pendiente una del señor Masferrer del Consejo de Empresa, en la que me decía que nadie trabaja.

Esto, me apena mucho y comprendo su difícil postura, teniendo en cuenta que es un ex apoderado de los dueños.

Hace unos días que luce un sol explendido y la temperatura, es casi veraniega, de modo que decidimos salir al gran corral y comer al sol. Luego, seguimos allí, haciendo un rato de charla.

Mientras hago estas anotaciones en el "dormitorio", oigo fuerte ruido de motores. Salgo fuera y cuento 50 bombarderos ligeros que vienen del campo de Cariñena y van en dirección a Teruel. Parece que los "nacionales", no se resignan a la pér­dida de esta ciudad.

A propuesta del sargento García, salimos a dar un paseo y ver si cazamos algo. se nos cruza una liebre, pero no le damos No encontramos nada más. Al caer la tarde, regresamos. Ahora, los días son ya más largos.

Después de cenar, un poco de lectura y a dormir. Los piojos vuelven a hacer de las suyas.

19 de Enero de 1938

19 de Enero de 1938

Después del café, voy al encuentro del comisario que duerme aparte con los oficiales. Le informo sobre las novedades de éstos días pasados y le pregunto como le parece que organice mis guardias, púes su regreso, es logico que me reintegre a la tropa y entre en lista para hacer servicios. Pero, ante mi sor­presa, me indica, que, de momento, no haga cambio alguno, pues dentro de un rato se volverá a marchar y estará, ausente unos días. Que haga yo el parte de hoy y que él, los bajará al Mando de Herrera. Y así lo hace.

Cuando se ha marchado, ni el mismo capitán sabe a donde va ni que misión lleva. Pero observo, que no le preocupa gran cosa Lo que no me extraña, teniendo en cuenta que se ha unido a nosotros hace poco y, aunque también es un ex-voluntario, procede de otro sector y, quizá, a otro partido.

Durante la mañana, forro, clasifico y hago relación de los libros que subí ayer y, a leer un comunicado que me ha dejado para ser leido a la tropa, con motivo de su reincorporación (?)

Pasamos la tarde haciendo ejercicios de matemáticas con el capitán. ¡Desde luego, su preparación, no admite comparación con los demás oficiales! !Me reafirmo en mi opinión de que es un militar profesional!.

Después de cenar, los muleros han comentado que abajo en Comandancia opinan que los permisos están suspendidos debido a que muchos de los que se han ido, no han regresado. Este comentario, corre como reguero de pólvora y cunde el desaliento Y, debido a ello, nos acostamos muy pronto.

18 de Enero de 1938

18 de Enero de 1938

Después de desyunar, bajo a Herrera en un remolcador que ha parado en nuestra posición para reponer agua en el radiador, Hemos tardado menos de una hora.

Llevo el parte a comandancia. Nebot me dice que esta tarde regresa el comisario del batallón, por lo que conviene que an­tes de subir a las posiciones, pase de nuevo por aquí. De los permisos, no se sabe nada,

Ayer Lon recibió de su casa, unos pedazos de bacalao y los llevó a la posada para comérselos hoy. De modo que después de las gestiones, nos vamos hacia allá. Nos lo han hecho con tomate y está riquísimo.

Por curiosidad, vamos a visitar la casa donde establecimos el "club", Nadie ha tocado nada; esto está como lo dejamos. De modo que no debe utilizarla nadie.

Luego, vamos a despachar lo del suministro. Cuando está ya casi arreciado, vuelvo al comisariado. El comisario ya ha lle­gado y también Aguadé, el de nuestra compañía.

Nebot me dice confidencialmente, que este, no ha aprobado el examen para ingresar en el cursillo de aspirantes a comisario de batallón y, por eso, regresa tan pronto. Entro a saludar a ambos. El comisario de batallón, aconseja a Aguadé que se quede conmigo como ayudante pues opina que puedo hacerle buena labor. Por lo visto, el comisario del batallón, no está tan ig­norante del comportamiento de Aguadé, que siempre se ha arrimado a los mandos y nunca ha defendido a sus soldados de ciertos abusos. Y, me imagino que quien le ha informado, debe ser Nebot ya que éste, vivió el calvario de Fuendetodos, antes de ser ayudante del comisario. Y éste, debe pensar que poniéndole un ayudante, le obliga a comportarse como es su deber.

Nos despedimos del comisario, y Aguadé y yo, vamos en busca de los demás. Mientras estamos con ellos, Aguadé, localiza un camión que va hacia Aguilón y que nos lleva con él. Esto, apar­te de abreviarnos el camino, hará que resulte más cómodo, pues subimos unos 30 libros más para la compañía.

Desde Aguilón, hasta nuestra posición, hay solo una media hora a pié.

Cuando llegamos, al verle, hay sorpresa general pues no le esperaban, Algunos soldados murmuran "Ya podía haberse quedado"

Durante la cena, el comisario nos cuenta, lo mal que se pasa en Barcelona, por los bombardeos y por el hambre.

Después de un rato de tertulia, me voy a acostar.

17 de Enero de 1938

17 de Enero de 1938

Desde primera hora de la mañana, se observa, mucho movimiento de aviación por parte del enemigo.

Después de desayunar, telefonéo a comandancia.

Lon, los muleros y yo, pedimos al cocinero nuestras raciones de carne y bajamos al pueblo. Al llegar, vamos a la posada y damos la carne para que nos la guisen.

Después de hacer nuestra respectivas gestiones, vamos a comer. Mientras lo hacemos, se oye alarma de aviación. Salimos a la calle y sobre el pueblo pasa una formación de 30 bombarderos ligeros enemigos. Afortunadamente, no descargan aquí. Terminamos de comer y vamos a recoger el suministro de la conpañía.

Me encuentro de nuevo al capitán y me vuelve a prestar su caballo. Esta vez, ya atrevo a hacerle galopar, aunque suavemente ¡Cuando me iba yo a figurar que me vería en estos "trotes" !. Al final del viaje, ya me hiba acostumbrando.

Después de cenar, en la cocina, hay una amplia tertulia so­bre echos pasados. Luego, vamos a dormir.

Sobre las 10, me despiertan unas explosiones; se oyen hacia Cariñena. Más tarde, se repiten; esta vez, hacia Zaragoza. Volvemos a dormir.

16 de Enero de 1938

16 de Enero de 1938

Otro domingo en las montañas.

Desayuno temprano y bajo al pueblo con los muleros.

Herrera, está casi desierto, pués cási no queda tropa en él Con Lon, vamos a visitar a unos amigos, charlamos un rato con ellos y luego regresamos a por el suministro.

En el Comisariado, no hay forma de sacar noticias referente al permiso; Es decir que este asunto continúa a oscuras, Unos están esperanzados, otros desanimados.

Regresamos bastante "desinchados", pero convenimos en disi­mular frente a los demás.

Cuando llegamos, todo son preguntas sobre el particular; las esquivamos como podemos.

Después de cenar, charla sobre lo mismo. También el capitán se vé y se desea para dar respuestas que no desmoralicen.

15 de Enero de 1938

15 de Enero de 1938

Después del desayuno y aprovechando el viaje a las posiciónes reparto los libros que me van pidiendo. Regreso a la hora del almuerzo.

Junto con González y Padrón "tonelada", vamos a pasear un rato y ver si cazamos algo. Hace un tiempo estupendo. Llegamos hasta la última loma, donde están las trincheras que abandonamos la construcción debido a las nevadas. Desde allí, y en lo hondo, divisamos perfectamente el pueblo de Tosos, en poder del enemigo y que está a nivel del río, aunque en la orilla opuesta a la nuestra.

Vemos unas mujeres lavando en él. Es curiosa la circunstancia y situación de las gentes de éste pequeñísimo pueblo que, podría decirse está en tierra de nádie y expuesto a cualquier golpe de mano.

Regresamos siguiendo unas vaguadas, en busca de algún co­nejo. Efectivamente, vemos dos y les tiramos pero se escon­den rápidamente entre las carrascas. Regresamos cansados, pero nos hemos distraído.

Cenamos, cantamos un poco y a dormir.

14 de Enero de 1938

14 de Enero de 1938

Después de desayunar, Grau me pone con el comisario y doy el parte. Luego, voy a la segunda posición y paso un rato con Quintanilla, Vilalta y otros amigos.

Como se me ha pasado el tiempo sin darme cuenta y es ya la hora de comer, me hacen quedar y hacerlo con ellos. Luego, se­guimos charlando hasta média tarde. Todos, me piden nuevas sobre los permisos y procuro animarles, aunque sin engañarles.

Llego a mi paridera a la hora de cenar. Cuando termino, me dedico a forrar los libros que subí del pueblo.

Luego charla, que acaba con el tema de siempre; el permiso. Al final, arrancamos una cantada; aunque tímidamente, partici­pan también los sargentos y el teniente Gómez,

Hoy, hago un puesto de guardia y luego a dormir.

13 de Enero de 1938

13 de Enero de 1938

Después de desayunar voy al pequeño cuarto donde está insta­lado el telefono y pido al telefonista que me ponga con el Co­misario de Herrera y les doy la novedad; se pone Nebot al apa­rato y me dice que a las dos de la tarde, esté allí. Mientras estoy hablando, -de reojo-, veo que el telefonista se ha echado las manos a la cabeza y se ha quedado envarado. Cuando cuelgo, no me dá tiempo a abrir la boca y se excusa por el olvido con la comunicación de ayer; alega que, cuando dieron el recado, yo estaba en otra posición y luego , se olvidó.

De modo que me dá hecho el trabajo. De todas maneras, le explico que mi viaje de ida y buelta en vano, es mucho menos grave que si se olvida de advertir de una convocatória, que podría ser para algo importante. Me promete, que eso, no volverá a suceder y se ofrece en lo que pueda hacer por mi como un buen amigo y compañero; se llama Grau y es de Gavá.

Después de visitar las posiciones de la izquierda de la del mando, regreso a la mía a marchas forzadas pues me interesa llegar antes de que se marchen los muleros, para no hacer el ca­mino a pié. Afortunadamente llego a tiempo. Como un poco y juntos marchamos.

Llego a la hora indicada. La convocatória, se debe a la mar- cha del comisario del batallón y para conocer y cambiar impresiones con el comisario accidental -el de la 3ª compañía-, sobre diversos temas.

Puestos de acuerdo, se levanta la sesión. Recojo la consigna y la órden del día y emprendo el regreso a pié, pués los muleros tardarán unas tres horas en subir.

Apenas inicio la salida del pueblo, encuentro al capitán de mi compañía que también regresa a la posición en el coche del comandante del batallón, hace parar el coche y me dice que dejó en comandancia el caballo con el que bajó a Herrera y que vaya a buscarlo allí y suba montado en él.

Así lo hago. Es la primera vez que monto a caballo. De momen­to, le dejo ir al paso, pero una vez salido del pueblo, intento ponerle al trote y no me sale mal del todo. Al fin, llego sano y salvo al puesto.

Mientras cenamos, el capitán ne pregunta que tal ha ido el viaje y si me duele el trasero. Me toman un rato el pelo por la novatada y, esto, alegra el ambiente. Cosa que ya convenía pués hay pocos ánimos.

Sin saber cómo, ni por qué, se inicia una cantada y dedicamos al capitán, lo. del "pic i rala", que, agradecido, saca una bo­tella de coñac y hacemos un par de rondas generales. Creo que es la primera vez que bebemos juntos mandos y tropa. Esto es muy edificante y se lo digo al capitán en un aparte, que los demás no notan.

Antes de acostarle, hablo con los cabos de guardia, por si creen conveniente que haga algún puesto esta noche. Moliner me dice que ya lo han hablado con los soldados y han decidido que mientras yo tubiera que hacer tantos viajes arriba y abajo, no ero necesario que también hiciera guardias. Además, con la me­jora del tiempo, casi no queda ya nieve y hace menos frío. De modo que me voy a acostar.

12 de Enero de 1938

12 de Enero de 1938

Me levanto a las 7. Después de lavarme -con nieve diluida-, y desayunar, emprendo el camino del pueblo a pié. Pués si espero a los muleros, no estaré a tiempo para la reunión.

Como hay unos 10 Kms. llego cerca de las 10, pero no estoy nada preocupado pues Nebot, ya me advirtió ayer que estas reuniones nunca empiezan puntuales.

Cuando llego, Nebot me dice que ayer noche llamaron al telefonista de nuestra compañía, para que me avisara de la suspensión de la reunión. O sea, que he hecho el viaje en balde. Quedamos en que ya me advertirá, por telefono la fecha en que será.

Como es hora de almorzar, los oficiales de la comandancia, me invitan a que lo haga con ellos. Me cuentan que Teruel, fué totalmente ocupado el día 3 de Enero.

Lo paso muy bien con ellos, pero debo marcharme a reunirme con Lon y los muleros.

Mientras estos acaban de cargar, voy con él, a visitar a los padres de José y estamos un rato charlando con ellos. Los hombres, con la nieve, poco trabajo tienen ahora. Agradecen nuestra visita.

Acabamos de cargar y emprendemos el camino de regreso; llegamos muy tarde, y ateridos de frío.

Cenamos junto al fuego y estamos un rato de tertulia. El capi­tán, me pregunta por la reunión y me veo obligado a contarle lo ocurrido. A pesar de su carácter apacible, se enfada mucho por la falta de celo del telefonista y como éste no está bajo su mando -pues está aquí como agregado de la sección de transmisiones-, dice que mañana, piensa llamar al teniente-jefe de dicha sección para que mañana, le sancione.

Procuro calmarle y le pregunto si no cree contraindicado que un comisario -aunque sea suplente-, haga castigar un soldado cuando su misión es precisamente, procurar el bienestar de éste. Le prometo que mañana tendré una charla a solas, con el telefonista, haciéndole ver las graves consecuencias que podría haber tenido su olvido, si se hubiese tratado de algo urgente y muy im­portante. Y acordamos hacerlo así.

Me voy a descansar. Parece mentira lo rápidó que me pasa el tiempo desde que me ocupo de ésto.

 

11 de Enero de 1938

11 de Enero de 1938

A las 8, me levanto, me lavo y desayuno, y voy a visitar las dos posiciones que tiene la compañía, a la derecha de ésta del mando. Como ya les comunicaron ayer mi nombramiento, se trata cte averiguar si tienen algún?, queja ó sugerencia que hacer.

En la primera posición están Quintanilla y Vilalta que se extrañan, a la vez que se alegran de ello.

En la segunda, hay también varios compañeros con los que ha­cía tiempo que no nos veíamos. Al resto, apenas les conozco ya que aproximadamente la mitad de la compañía, ha sido renovada, con nuevas quintas.
Desde esta posición, regreso a la mía y telefoneo al pueblo dando la novedad al comisario del batallón.
Bajo al pueblo con los muleros y así, me ahorro una buena cami­nata. Llegamos sobre la una. Después de dejar los partes en Co­mandancia -el del capitán y el mío-, vamos con Lon a la posada. Nos han hecho una sopa de pan y carne con salsa, aceitunas, pan y vino.
Cuando terminamos, voy a buscar los libros a comandancia. Allí, me citan para una reunión de comisarios para mañana a las 9 de la mañana, aquí en Herrera.

Me uno los compañeros y, montamos en los mulos, emprendemos el regreso cantando, para quitarnos el frío. El camino, es menos cansado, así montado, pero por contra, se pasa más frío. Por unos momentos, olvidamos la guerra.

Llegamos, a la hora de cenar.

Después de un poco de tertulia, me acuesto. Como hoy no hay bajas, el cabo no me avisa para hacer la guardia.

10 de Enero de 1938

10 de Enero de 1938

A las 4, me llaman para la guardia. Hace un vendabal, que resulta imposible hacer el rondín. No queda otro remedio que parapetarse tras un cañizo y sacar la cabeza. Resulta casi imposible distinguir nada, pues está oscurísimo. El viento, hace que acusemos más el frío. A duras penas, soportamos las fracciones de media hora. Cuando termino los tres turnos, es casi de día.

Me caliento agua, me lavo y afeito. Esto, me ayuda a reaccio­nar. Y el quemante café del desayuno, me acaba de entonar.

Sobre las 11, bajo al pueblo; el sargento Blanco, también ha de ir y hacemos el viaje juntos. El viento ha cedido, pero no el frío; además, cae una fina lluvia que él -asturiano- llama “ca­labobos”. Afortunadamente, el camino está despejado de nieve por el paso de carros y mulos de los repartidores del suministro por estas posiciones de toda la montaña yendo y viniendo del pueblo diariamente.

Este sargento Blanco, tiene 20/21 años, es asturiano y, como tal, muy aficionado a cantar, por cierto con muy buena voz de barítono. Por eso, durante buena parte del camino, hablamos de mú­sica; él, me cuenta sus andanzas y bolos por los pueblos de Astúrias, con el coro a que pertenecía, en tiempos de paz; yo, de cuando acompañaba a mis abuelos -muertos mis padres-, cantantes de zarzuela, por esos mundos de Dios.

Me demuestra que está enterado de la canción del "pic i pala" y me dicen que la cantan ya por el pueblo los soldados de otras compañías de nuestro batallón, por habérnosla oído cantar a nosotros antes de subir a las posiciones.

Luego, las confidencias, derivan a lo personal. El tuvo que huir de Oviedo cuando cayo en poder de los "nacionales" pues por sus ideas anarquistas, le hubieran fusilado, como lo hi­cieron con los que no pudieron escapar. El, pudo hacerlo con un grupo de combatientes y en una barca bordeando la costa durante las noches, pasando a Bilbao e incorporándose volun­tario en el frente de Aragón. Como es muy instruido, cuando se organizó la brigada, le nombraron sargento administrativo. Por su cargo, podría vivir permanentemente en el pueblo, pero él prefiere subir de ves en cuando, y pasar unos días con sus com­pañeros. Tengo la impresión, que está algo delicado de los pulmones; el color de su cara es muy pálido y está muy delgado, Cuando nos damos cuenta, estamos ya descendiendo a Herrera; se nos ha pasado el tiempo volando.

Voy a Comandancia y me presento al comisario del batallón. Éste, me dá instrucciones del trabajo a efectuar así como so­bre la misión de protección al soldado, de cualquier abuso por parte de los mandos militares. Insiste en subrayarme la auto­ridad que me asiste para ello ya que el cargo, es equiparado al del capitán de la compañía. Le tranquilizo sobre el parti­cular y le aseguro que "las relaciones entre tropa y mando son muy cordiales". Lo cual, ahora es cierto -Si hubiera conocido los atropellos cue nos hicieron en Fuendetodos !¡Solo faltó que nos hicieran limpiarles el calzado!- Pero, afortunadamente todo pasó y, ahora, impera la cordialidad.

Propongo al comisario la organización de una pequeña biblio­teca para distraer a la tropa en sus ratos de ocio. Le parece buena idea y dá instrucciones a Nebot, para que prepare un lote Me indica que en la órden que se leerá esta noche, aparecerá el nombramiento.

Antes de marchar de comandancia, estoy charlando un rato con Nebot. Me pregunta si todavía llevo mi libreta de memorias "al día", como cuando estábamos juntos y él las bautizó como "Mi libro". Le digo que sí y que si salimos con bién de ésta, se las dejaré leer.

Luego, me dirijo a intendencia a fin de encontrarme con Lon y los muleros del suministro para poder hacer el viaje de regreso en mulo; Y, allí los encuentro. Mientras los soldados van cargando, Lon y yo, vamos a la posada a encargar un almuerzo para mañana púes él, baja a diario y yo, debo volver a por los libros.

Cuando regresamos, ya está todo a punto. Montamos dos en cada mulo y emprendemos la ascensión. Tardamos hora y media en llegar y, entonces, ya es de noche. Ribas, me ha guardado cena. Ahora, deberé quedarme en la posición del mando del capitán aunque pienso seguir comiendo y durmiendo con los soldados de esta posición, si bien sin aislarme de los mandos pues consi­dero que esta ocasión puede permitirme "acercar" definitivamen­te a unos y otros.

Después de cenar, el capitán, que ha leído ya la órden, comu­nica el nombramiento a los tenientes y sargentos y creo que es­to, les satisface. Luego, en la tertulia, le contamos al nuevo capitán, hechos pasados en Belchite, y otros frentes.

El cabo, viene a buscarme para hacer guardia; el capitán le dice que ahora, estoy exento de hacerla. Pero como hay dos soldados enfermos y la guardia estaría muy cargada para los demás, decido hacer la guardia con el grupo que entra a las 9.30 y has_ ta la una. (Aquí, también hacen la guardia en tres etapas). Esto me parece un deber pues bastante podré descansar yo ahora sin tantas guardias. Aunque, desde luego, pienso hacer algunas, para aliviar las de los demás.

Transcurre la guardia sin novedad; luego, a descansar.

9 de Enero de 1938

9 de Enero de 1938

Hoy, me corresponde ir a picar. Desayunamos y cuando nos disponíamos a salir, ha empezado a llover con bastante intensidad, de modo que se suspende la marcha. En lugar de ello, nos dedicamos a la limpieza de armamento.

El sargento Quintero, ha perdido la cartera con todos sus documentos y 700 pesetas. Como no la encuentra, los de su pelotón, hemos acordado reunirle entre todos esa cantidad y entregársela cuando vayamos con permiso, aunque no se las daremos directamente, sinó a través del sargento pagador Blanco.

Henos pasado una temporada sin capitán, ocupando la jefatura de la compañía el teniente Saura. Pero hoy, se ha incorporado el nuevo capitán; ha venido a vernos a la posición y he­mos sacado la impresión de que es una buena persona. Tengo la sensación de que se trata de un militar profesional. Debe te­ner unos cuarenta años. Después de pasar una hora con nosotros, se ha marchado a recorrer las demás posiciones. El Comisario, le acompañaba. Pero estamos seguros de que lo ha hecho forzado por la circunstancia de acompañarle y presentarle, pues por volun­tad, nunca ha visitado las posiciones de la compañía.

Después de almorzar, sigue lloviendo fuerte y tampoco va­mos a picar. Pasamos la tarde haciendo planes para cuando va­yamos con permiso. ¡Dejamos volar la imaginación que es un gusto!

Hago la guardia de día, que termino a las 8 de la tarde.

Mientras cenaba junto al fuego, ha llegado Quintero que fué a la paridera del bando. Cuando termino de comer, me llama a- parte y me dice que si me atrevería a ocupar el puesto de comi­sario Aguadé, durante la ausencia de éste que vá a unos cursi­llos a Barcelona. Le contesto que si y, como él ya .contaba con mi asentimiento, me indica que mañana baje al pueblo y me pre­sente en Comandancia al Comisario del Batallón, para el nombramiento. De momento, me aconseja no diga nada a los compa­ñeros hasta que salga en la orden del día y por tanto, aunque interino, el nombramiento sea oficial.

Desde luego, la cosa resulta chocante. Hasta hace poco, los movilizados, no merecíamos la confianza de los voluntarios ; al extremo de ser vigilados -como nos dijo confidencialmente Quintero hacé unos días-, y, ahora, ellos mismos, me proponen para este cargo, a pesar de conocer mi filiación en la U.G.T. ¡Vivir para ver!

El sargento, ha encontrado la cartera. Medio dormido, la habia colocado sobre una viga del techo de la paridera, encima de su jergón, y no se acordaba. Al repetir la operación para guardar el tabaco y el encendedor, ha topado con la cartera. La cosa, ha sido celebrada sinceramente, pues cuanto más vá, más le apreciamos.

El capitán, le ha asegurado al ,sargento, que habría permisos de nuevo, pero se ignoraba la fecha. Yo, no digo mi opinión a nadie,pero dudo de que en vísperas de permisos, Aguadé se haya apuntado a un cursillo.