22 de Enero de 1938

22 de Enero de 1938

Después del café, me lavo y hago los partes. Poca cosa hago contar en ellos, pues prosigue la tranquilidad. Solo consigno la actividad de la aviación; aunque imagino ya deben estar informa, dos por nuestros observatorios.

Ha venido el barbero; me corta el pelo y me afeita. Mientras lo hace, hablamos de Barcelona, donde también vive él. Tenía una barbería de su propiedad, pero ahora, está colectivizada por la C.N.T. del gremio. Espera que cuando termine la guerra, esto se solucione.

El tiempo sigue expléndido y sigue también el movimiento de la aviación enemiga. Dá la impresión de que atacan en algún sector

Después de comer, volvemos a picar a las nuevas posiciones He pedido prestados los prismáticos al capitán y, desde aquí observo los parapetos enemigos. Veo que también ellos, están fortificando sus posiciones. Puedo detallar incluso sus alam­bradas. —nosotros no tenemos—. Hoy no nos disparan, ni les disparamos.

Al ponerse el sol, regresamos. Lectura, hasta, la hora de cenar Volvemos a acusar el cansancio del manejo del pico y la pala.

Después de cenar, y tras un poco de tertúlia, nos vamos a dormir.

A medianoche, me despierta el ruido de explosiones. Solo otro soldado del dormitorio, lo ha oído también; los demás, duermen. Salimos fuera de la paridera, en el momento que, sobre ella, oímos pasar un avión. No le vemos, pero le oímos encima mismo se aleja en dirección a nuestras posiciones más a la derecha Cuando pasa, sobre la primera de ellas, arroja unas cuantas bombas de mano. Con la segunda, hace la misma operación. Luego, se aleja. Cuando calculamos que debe estar sobre Aguilón, suelta un cohete verde y se adentra en el campo enemigo.

Como todo ha quedado en calma desde hace rato, nos volvemos a dormir.

Salvo el centinela y nosotros dos, nadie ha advertido nada; duermen como troncos.

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