10 de Enero de 1938
A las 4, me llaman para la guardia.
Hace un vendabal, que resulta imposible hacer el rondín. No queda
otro remedio que parapetarse tras un cañizo y sacar la cabeza.
Resulta casi imposible distinguir nada, pues está oscurísimo. El
viento, hace que acusemos más el frío. A duras penas, soportamos
las fracciones de media hora. Cuando termino los tres turnos, es casi
de día.
Me caliento agua, me lavo y afeito.
Esto, me ayuda a reaccionar. Y el quemante café del desayuno,
me acaba de entonar.
Sobre las 11, bajo al pueblo; el
sargento Blanco, también ha de ir y hacemos el viaje juntos. El
viento ha cedido, pero no el frío; además, cae una fina lluvia que
él -asturiano- llama “calabobos”. Afortunadamente, el
camino está despejado de nieve por el paso de carros y mulos de los
repartidores del suministro por estas posiciones de toda la montaña
yendo y viniendo del pueblo diariamente.
Este sargento Blanco, tiene 20/21
años, es asturiano y, como tal, muy aficionado a cantar, por cierto
con muy buena voz de barítono. Por eso, durante buena parte del
camino, hablamos de música; él, me cuenta sus andanzas y bolos
por los pueblos de Astúrias, con el coro a que pertenecía, en
tiempos de paz; yo, de cuando acompañaba a mis abuelos -muertos mis
padres-, cantantes de zarzuela, por esos mundos de Dios.
Me demuestra que está enterado de la
canción del "pic i pala" y me dicen que la cantan ya por
el pueblo los soldados de otras compañías de nuestro batallón, por
habérnosla oído cantar a nosotros antes de subir a las posiciones.
Luego, las confidencias, derivan a lo
personal. El tuvo que huir de Oviedo cuando cayo en poder de los
"nacionales" pues por sus ideas anarquistas, le hubieran
fusilado, como lo hicieron con los que no pudieron escapar. El,
pudo hacerlo con un grupo de combatientes y en una barca bordeando la
costa durante las noches, pasando a Bilbao e incorporándose
voluntario en el frente de Aragón. Como es muy instruido,
cuando se organizó la brigada, le nombraron sargento administrativo.
Por su cargo, podría vivir permanentemente en el pueblo, pero él
prefiere subir de ves en cuando, y pasar unos días con sus
compañeros. Tengo la impresión, que está algo delicado de los
pulmones; el color de su cara es muy pálido y está muy delgado,
Cuando nos damos cuenta, estamos ya descendiendo a Herrera; se nos ha
pasado el tiempo volando.
Voy a Comandancia y me presento al
comisario del batallón. Éste, me dá instrucciones del trabajo a
efectuar así como sobre la misión de protección al soldado,
de cualquier abuso por parte de los mandos militares. Insiste en
subrayarme la autoridad que me asiste para ello ya que el cargo,
es equiparado al
del capitán de la compañía. Le tranquilizo sobre el particular
y le aseguro que "las relaciones entre tropa y mando son muy
cordiales". Lo cual, ahora es cierto -Si hubiera conocido
los atropellos cue nos hicieron en Fuendetodos !¡Solo faltó que nos
hicieran limpiarles el calzado!- Pero, afortunadamente todo pasó y,
ahora, impera la cordialidad.
Propongo al comisario la organización
de una pequeña biblioteca para distraer a la tropa en sus ratos
de ocio. Le parece buena idea y dá instrucciones a Nebot, para que
prepare un lote Me indica que en la órden que se leerá esta noche,
aparecerá el nombramiento.
Antes de marchar de comandancia,
estoy charlando un rato con Nebot. Me pregunta si todavía llevo mi
libreta de memorias "al día", como cuando estábamos
juntos y él las bautizó como "Mi libro". Le digo que sí
y que si salimos con bién de ésta, se las dejaré leer.
Luego, me dirijo a intendencia a fin
de encontrarme con Lon y los muleros del suministro para poder hacer
el viaje de regreso en mulo; Y, allí los encuentro. Mientras los
soldados van cargando, Lon y yo, vamos a la posada a encargar un
almuerzo para mañana púes él, baja a diario y yo, debo volver a
por los libros.
Cuando regresamos, ya está todo a
punto. Montamos dos en cada mulo y emprendemos la ascensión.
Tardamos hora y media en llegar y, entonces, ya es de noche. Ribas,
me ha guardado cena. Ahora, deberé quedarme en la posición del
mando del capitán aunque pienso seguir comiendo y durmiendo con los
soldados de esta posición, si bien sin aislarme de los mandos pues
considero que esta ocasión puede permitirme "acercar"
definitivamente a unos y otros.
Después de cenar, el capitán, que
ha leído ya la órden, comunica el nombramiento a los tenientes
y sargentos y creo que esto, les satisface. Luego, en la
tertulia, le contamos al nuevo capitán, hechos pasados en Belchite,
y otros frentes.
El cabo, viene a buscarme para hacer
guardia; el capitán le dice que ahora, estoy exento de hacerla. Pero
como hay dos soldados enfermos y la guardia estaría muy cargada para
los demás, decido hacer la guardia con el grupo que entra a las 9.30
y has_ ta la una. (Aquí, también hacen la guardia en tres etapas).
Esto me parece un deber pues bastante podré descansar yo ahora sin
tantas guardias. Aunque, desde luego, pienso hacer algunas, para
aliviar las de los demás.
Transcurre la guardia sin novedad;
luego, a descansar.