13 de Enero de 1938

13 de Enero de 1938

Después de desayunar voy al pequeño cuarto donde está insta­lado el telefono y pido al telefonista que me ponga con el Co­misario de Herrera y les doy la novedad; se pone Nebot al apa­rato y me dice que a las dos de la tarde, esté allí. Mientras estoy hablando, -de reojo-, veo que el telefonista se ha echado las manos a la cabeza y se ha quedado envarado. Cuando cuelgo, no me dá tiempo a abrir la boca y se excusa por el olvido con la comunicación de ayer; alega que, cuando dieron el recado, yo estaba en otra posición y luego , se olvidó.

De modo que me dá hecho el trabajo. De todas maneras, le explico que mi viaje de ida y buelta en vano, es mucho menos grave que si se olvida de advertir de una convocatória, que podría ser para algo importante. Me promete, que eso, no volverá a suceder y se ofrece en lo que pueda hacer por mi como un buen amigo y compañero; se llama Grau y es de Gavá.

Después de visitar las posiciones de la izquierda de la del mando, regreso a la mía a marchas forzadas pues me interesa llegar antes de que se marchen los muleros, para no hacer el ca­mino a pié. Afortunadamente llego a tiempo. Como un poco y juntos marchamos.

Llego a la hora indicada. La convocatória, se debe a la mar- cha del comisario del batallón y para conocer y cambiar impresiones con el comisario accidental -el de la 3ª compañía-, sobre diversos temas.

Puestos de acuerdo, se levanta la sesión. Recojo la consigna y la órden del día y emprendo el regreso a pié, pués los muleros tardarán unas tres horas en subir.

Apenas inicio la salida del pueblo, encuentro al capitán de mi compañía que también regresa a la posición en el coche del comandante del batallón, hace parar el coche y me dice que dejó en comandancia el caballo con el que bajó a Herrera y que vaya a buscarlo allí y suba montado en él.

Así lo hago. Es la primera vez que monto a caballo. De momen­to, le dejo ir al paso, pero una vez salido del pueblo, intento ponerle al trote y no me sale mal del todo. Al fin, llego sano y salvo al puesto.

Mientras cenamos, el capitán ne pregunta que tal ha ido el viaje y si me duele el trasero. Me toman un rato el pelo por la novatada y, esto, alegra el ambiente. Cosa que ya convenía pués hay pocos ánimos.

Sin saber cómo, ni por qué, se inicia una cantada y dedicamos al capitán, lo. del "pic i rala", que, agradecido, saca una bo­tella de coñac y hacemos un par de rondas generales. Creo que es la primera vez que bebemos juntos mandos y tropa. Esto es muy edificante y se lo digo al capitán en un aparte, que los demás no notan.

Antes de acostarle, hablo con los cabos de guardia, por si creen conveniente que haga algún puesto esta noche. Moliner me dice que ya lo han hablado con los soldados y han decidido que mientras yo tubiera que hacer tantos viajes arriba y abajo, no ero necesario que también hiciera guardias. Además, con la me­jora del tiempo, casi no queda ya nieve y hace menos frío. De modo que me voy a acostar.

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