28 de Diciembre de 1937

28 de Diciembre de 1937

A las seis, me llama el Sargento para que vaya a llevar el parte.
Allí, me entero que la alarma de la pasada noche, se debe a lo siguiente: dos escuadras de nuestra compañía, iban a hacer una "descubierta" al campo enemigo, pero al ir a vadear el río se encontraron con un grupo enemigo, que venía con la misma intención. Este, que les vio primero, abrió fuego, habiendo de batirse en retirada los nuestros huyendo entre las carrascas, pero dejando dos bajas sobre el campo. Dos veteranos de Mataró.
Regreso, y di cuenta al cabo de todo ello.
Después de desayunar, entró depuesto. Durante el, cada vez que veo cuervos volar, piensan la suerte de los cadáveres de nuestros compañeros, abandonados allá abajo.
No llego a comprender, como le sorprendieron tan confiados.
Me relevan. A pesar de haber estado picando en la trinchera, estoy completamente helado, sobre todo de pies y manos -a pesar de los guantes-. Si este frío sigue así, durante la noche y debiendo permanecer quietos, será inaguantable.
En la cocina, me hacen sitio junto al fuego, para que reaccione. Pero, al poco, debo retirar las manos que había puesto sobre él, porque me duelen mucho. Me las pongo debajo de los sobacos. Y reaccionó al fin aunque me cuesta mucho.
Con el suministro de hoy, han repartido tabaco. Tres paquetes de mataquintos, que habrá que racionar para alargarlos, pero del que fumamos enseguida.
Después de almorzar, contestó la carta de Lorca ¡Cuántas ganas tengo de verle!
Hacia las cuatro de la tarde, el centinela, da la alarma, pues dice que en la loma frente a la nuestra, ha visto a uno hombre entre el bosque de carrascas. Efectivamente, en el lindero de éste, vemos un hombre que se adentra en la espesura.
Salimos dos grupos; uno, formado por dos cabos que se dirigen hacia allí, en línea recta y otro en el que vamos el Sargento y yo, dando un rodeo para cortarles la retirada. Después de rodear el bosque, nos unimos a los dos cabos, que tampoco han visto nada. Posiblemente era algunos de otra posición cercana que iba buscando caza.
El día, empieza a alargarse. Antes de cenar, voy a por la consigna.
Regreso, cero y entró de guardia. Como además de la baja temperatura, hace viento, hemos decidido hacer la guardia en dos etapas. De modo que, a las 7, me voy de pues todo hasta las 8. Entonces regresó y estoy 45 minutos junto al fuego; después terminó la otra hora. Todo está tranquilo.
Cuando regresó a la cocina a calentarme, encuentro allí al Sargento Quintero y al cabo González. Cuando ven que me voy a hacer unas tostadas con un poco de jamón que recibí me proponen hacernos una tortilla de jamón. Acepto; el pone el huevo, yo el jamón y el Sargento del pan. Los rociamos con unos tragos de vino. Luego unos cigarrillos y a dormir. Son las 12.

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