2 de Diciembre de 1937

2 de Diciembre de 1937

A las 7, tocan diana e inmediatamente el pito para formar la compañía. Nos advierten que después de desayunar, acuartelamiento en la compañía para vacunarse. Veremos si hoy, va en serio.
Como a las nueve, nadie dice nada de la vacuna, nos vamos al frontón, pues aquí, nos pelamos de frío ya que la cocina y su hermoso fuego, está ocupado por los tenientes y sargentos. Después de un par de partidos, ya hemos reaccionado.
Cuando regresamos, vemos la compañía formada delante del botiquín de sanidad. Nos unimos a ella.
Cuando me toca el turno, advierto que ya me la dieron en Mataró hace cinco meses y, por tanto, no es necesario que me la vuelvan a aplicar. Insiste el sanitario, pero estoy decidido a no dejarme pinchar innecesariamente y además sería peligroso hacerlo. Al fin, no me la aplican.
Regreso al cuartel a leer hasta la hora de almorzar. Cuando llaman, voy a por ella y me pongo a comer junto a un ventanuco por el que entra el sol. Cuando termino, me pongo a leer, pero acabo por amodorrarme. Como el tiempo es malísimo y no convida a pasear, subo al granero-dormitorio a hacer la siesta ¡Vaya vida vegetativa e inútil! Me paso la tarde durmiendo.
A las 4, llaman a formar; pasamos lista; leen la orden del día y a buscar la cena.
Esta noche me toca guardia en la otra casa-cuartel, -la de Vilalta y Quintanilla-, que está junto a la nuestra.
Llegado el momento, me traslado allí. Cerramos la puerta de la calle y como en la cocina hay un buen fuego nos sentamos varios a su alrededor y estamos charlando. Llega el teniente, y se sienta con nosotros. Yo, le pregunto si sabe algo de los permisos, y él, contesta que, seguramente iremos a casa por Navidad.
Cuando todos se retiran a dormir. Me tumbo en el banco junto al fuego y estoy estupendamente. Casi enseguida me duermo.

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