4 de Diciembre de 1937

4 de Diciembre de 1937

A las 7, me levanto, abro la puerta de la calle y me coloco de guardia en ella.
Cuando llaman a desayunar, me lo van a buscar y como en la puerta. De vez en cuando, entro a calentarme en la cocina pues hace un frío glacial. Incluso los del pueblo, ya acostumbrados al frío, se quejan de la baja temperatura.
A las 8 me relevan; hoy tendré libre día y noche.
Me reúno con Lon, Ribas, Murall y Puigmal y combinamos el programa para el día. De momento, nos vamos al frontón y jugamos varios partidos. Esto, nos hace reaccionar contra el frío por lo que nos vamos a lavar al río. El agua está muy fría, pero apenas lo notamos. A las 9, nos vamos a la casa abandonada que localizamos hace unos días y que decidimos sería nuestro club. Encendemos un buen fuego. Sólo tenemos algo de corriente de aire, pero eso lo resolvemos colocando unas puertas de los armarios rotos. Entonces, empezamos la sesión (coral). Ensayamos algunas canciones a varias voces pero la sorpresa se la doy, comunicándoles tener escrita ya la letra de la canción de nuestras andanzas. Como la música la conocen todos, empezamos a ensayarla y nos sale muy bien. Desde luego, se aprueba el nombre: “La peña del pic y pala”. Nos pasa la mañana volando.
Al toque de fajina salimos corriendo hacia la cocina. Después de comer, volvemos al “club”; el cabo González, se ha unido al coro. Repasamos las canciones. Para variar un poco, cantamos algunas zarzuelas.
Suenan las campanas de alarma de aviación, pero no nos movemos.
Como a las 4.30 acostumbran a pasar lista, regresamos al cuartel. Pero llegamos tarde, pues lo han hecho a las 4. Tenemos que presentarnos al sargento de guardia el cual nos lleva a parte y nos dice que, cuando toquen el pito para pasar lista, procuremos estar aquí, pues esto se hace para comprobar que la tropa no está lejos. Y, que más que nada, lo hace para controlar a los quintos de la compañía -que ya son bastantes-, pues a los veteranos ya nos tiene confianza. Además, me dice que me había hecho buscar para que me presentara al Comisario del batallón para hacerle de secretario, pero como no me encontraban han recomendado a otro. ¡La suerte me ha pasado cerca, pero de largo!
Vamos a cenar. Como hace mucho viento, decidimos subir al granero-dormitorio. Algunos, nos piden que les cantemos las canciones que estábamos ensayando. Así lo hacemos, pero no la de la “peña”, que reservamos para dar una sorpresa camino de casa cuando vayamos con permiso. Insisten en que la cantemos ahora. Atraídos por las voces, van subiendo los del piso de abajo, de modo que, al fin nos decidimos a cantarla, en el dormitorio, pasamos de cuarenta. Es un verdadero éxito. Ya la han aprendido todos. Habrá que buscar algunas estrofas más, pues si bien resulta alegre y pegadiza, queda algo corta.
Como se ha hecho tarde, dejamos el canto, no nos vayan a llamar la atención.
Preparo mis cosas para mañana, pues entro de guardia 48 horas en Comandancia. Cuando tengo todo en el macuto, me acuesto.

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