7 de Diciembre de 1937

7 de Diciembre de 1937

Tenía tanto sueño, que no he oído levantarse a los compañeros. Son ya las ocho.
Como ya han traído el desayuno, después del café, me voy a lavar. Luego, hago estos apuntes, y a esperar el relevo de un momento a otro.
La señora que el otro día nos hizo aquella memorable cena, nos ha conseguido una gallina. Hemos quedado en que mañana nos la hará con arroz.
Llego al cuartel y el sargento García me dice que me apresure pues debo entrar de guardia otra vez. ¡Esto si que no! La ordenanza militar me consta que esto no lo permite, por tanto le digo al sargento que esto es irreglamentario. Como éste apenas me hace caso, me voy en busca del teniente a quien le digo que dos servicios seguidos no se pueden ordenar. Este lo acepta y dice que no lo haré hasta mañana. Esto, hace que debamos cambiar los planes respecto a la cena que tenemos proyectada. De modo que vamos a advertir a la señora Pilar que haga la gallina para esta noche, pero encontramos cerrada la puerta de la casa.
Al caer la tarde, regresa la señora Pilar de casa de unos parientes; le proponemos el cambio para pasado mañana. No bien salimos a la calle, encontramos a Lon que nos dice que ha comprado un cabrito y ya está muerto y arreglado. Mañana buscaremos donde nos lo guisen.
Después de cenar, vamos a casa de la señora Pilar y junto al fuego, estamos charlando con su esposo y su hijo José, hasta las ocho.
Luego, vamos a la biblioteca a buscar algo para leer. Apenas llego, encuentro allí un cabo que me está buscando para hacer ronda por el pueblo durante la noche. -¡Ya volvemos a lo mismo de esta mañana! Vamos al cuartel y hablo con Lon, que por ser cabo furriel, es quien nombra los servicios. Este, me dice que ha creído que yo preferiría hacer este servicio a tener mañana guardia todo el día. Ya que, este servicio consiste en vigilar el orden del pueblo de 9 a 12 de la noche. Acepto el trato.
Salimos cuatro soldados y el cabo. El viento, ha menguado. La noches, a pesar de ser estrellada, es muy oscura. Entramos en el antiguo café del pueblo, donde están sentados varios paisanos alrededor de una estufa. Nos convidan a fumar y nos quedamos un rato con ellos. Luego, salimos a dar una vuelta por el pueblo. Como ya hace un rato que han tocado silencio y de una casa sale mucho griterío, llamamos a la puerta y les hacemos callar. Luego, vamos hasta comandancia a ver a la guardia de allí. Después de charlar un rato con ellos, hacemos lo mismo con los del polvorín, en las afueras del pueblo. Al llegar, encontramos a todos durmiendo; les despertamos, y les damos el gran susto. Se levantan y nos invitan a unos tragos de vino. A las 12, regresamos al cuartel. ¡A dormir hasta mañana!.

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