11 de Diciembre de 1937

11 de Diciembre de 1937

Cuando me despierto, ya ha bajado uno a por el desayuno.
Como el relevo vendrá pronto, empezamos a recoger todo lo nuestro.
Cuando salgo fuera de la tienda, para doblar las mantas, veo un dedo de hielo sobre el techo de la chabola. He tenido que volver a entrar rápidamente, pues había salido sin abrigarme. Los demás, que ya lo sabían, me han tomado el pelo y se ríen de mi, aunque de buena fe.
Llega el café y, no bien lo hemos terminado, llega el relevo.
Bajamos al pueblo y nos dirigimos al cuartel. Descargo los trastos, tomo la toalla y me voy al frontón. Allí, encuentro a la “penya”; me uno a ellos y estamos jugando hasta las 10. Luego nos vamos a lavar al río.
Cuando regresamos al cuartel, escribo a casa diciéndoles que quizá deberemos esperar un poco más para tener permiso.
Después de almorzar, vamos al “club”, pero no hay humor, no hay canto. De todas maneras, charlamos bastante, tanto, que cuando llaman para cenar todavía estamos aquí.
Echamos a correr y llegamos a tiempo para pasar lista. Después de cenar, como hace mucho frío, volvemos al “club”. Aún queda un poco de fuego, lo reanimamos y nos calentamos.
He traído una bolsa llena de granos de cebada del dormitorio y la tostamos en una vieja sartén. Luego, trituramos los granos con una botella. Cuando están bien molidos, calentamos un cazo de agua y hacemos un café estupendo. De modo que ya tenemos asegurado el café para estas tertulias. ¡Lo malo es si nos marchamos!.
Después de un par de horas de charla, regresamos al cuartel y nos acostamos, sin armar ruido, pues hay muchos que ya están durmiendo.
Serían las doce, cuando nos despiertan diciendo los cabos a todos que nos levantemos y nos preparemos con correaje y armamento y estemos a punto por si había llamada.
Una vez vestido y equipado, me vuelvo a tumbar y tapado con la manta, procuro descansar el tiempo que pueda.
A la una y media nos dicen que, a las dos, habrá noticias. Pero como a las dos no hay novedad, nos acostamos de nuevo, aunque equipados.
Me despierto y suenan las cuatro; no creo que a esta hora nos llamen ya. Me duermo pues, nuevamente.

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