14 de Diciembre de 1937

14 de Diciembre de 1937

A las 4 me despiertan. Me lavo, afeito y peino, con agua tibia. Luego, me pongo a leer a la luz de las llamas y, así me pasan las tres horas sin darme cuenta.
A las 7, bajo al pueblo a por el café de todos.
Como encerrados aquí, no hay distracción posible, sólo nos queda el recurso de leer, y a ello, dedicamos buena parte del tiempo. Quintanilla y yo, aprovechamos para ponernos mutuamente al corriente de nuestras andanzas, desde que nos separaron de escuadra.
Cuando nos damos cuenta, es hora de ir a por el almuerzo. Le toca a Quintanilla otra vez, lo cual le servirá de paseo y distracción. Claro que también pasara algo de frío.
Después de comer, viene a visitarnos un soldado amigo que ha regresado de permiso en Barcelona y que cuando estuvo a visitar a nuestras familias. Nos cuenta una serie de cosas que nos apenan pues nos hacen comprender las necesidades que están pasando en la retaguardia; amén de los peligros de los bombardeos cada vez más frecuentes. Precisamente el día 8, sufrieron uno terrible.
Se queda a hacernos compañía hasta las 4; entonces se marcha con el compañero que bajar a buscarnos la cena.
Después de cenar, hacemos un buen fuego, pues la noche se ha puesto muy fría. Y nos acostamos pronto. ¡Vaya par de días más sosos!.

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