12 de Noviembre de 1937

12 de Noviembre de 1937

A las seis de la mañana, nos despierta el frío. Resulta imposible seguir tumbados e inmóviles. Nos levantamos y encendemos una buena hoguera. Y, saltando a su alrededor, conseguimos reaccionar. Quien nos viera de lejos, nos confundiría con un grupo de pieles rojas.
A las siete, entro de guardia. Me llevo pan y chocolate al puesto.
De ayer a hoy, la temperatura ha descendido mucho; si tuviera un termómetros, seguro que lo confirmaría. El rocío, está totalmente helado sobre las hojas de las carrascas y las matas. Un pequeño charco, está totalmente helado. Yo, también me voy helando por momentos, pues aunque hace algo de sol, apenas da calor. De modo que me pongo a hacer gimnasia. Con el capote puesto y visto desde lejos, debo parecer un muñeco de cuerda. Por un momento, he sentido la tentación de encender un fuego, pero las ramas mojadas hubieran hecho humo y delatado donde tenemos establecido el puesto de vigilancia.
Me relevan. Cuando llego a la tienda, encuentro la leche del desayuno que los compañeros han puesto a calentar junto a la hoguera, para que la encuentre caliente. Con pequeñas acciones y detalles como éste, se demuestra el compañerismo y el apoyo que nos prestamos unos a otros, en esta pequeña familia que componemos. ¡Verdaderamente reconfortante!
Parece que se presenta un buen día, aunque el sol es muy débil. Gracias a eso, hemos podido lavarnos, aunque es agua está heladísima. Después, nos dedicamos a limpiar las setas y las llevamos a la cocina para que las guisen. Al regreso, volvemos a cortar leña pues, con este frío, vamos a quema mucha.
Vamos a comer. Hoy, el "menú", es de Fiesta Mayor; garbanzos guisado y costillas de cabra con setas fritas. ¡Como disfrutarían nuestra familias!.
Por la tarde, tertulia y dominó. El estómago lleno nos hace ver las cosas con más moral. No obstante, la estancia en la tienda, es muy pesada y quizá deberían relevarnos los de la paridera. Pero... ¿quién plantea la cuestión? En realidad, debería ser cosa de los sargentos, pero como ellos se relevan cada día y sólo vienen a pasar la noche...
Tres aviones enemigos han bombardeado las posiciones a ocho Kms. de aquí. Al cabo de una hora, nuestra aviación les ha devuelto la agresión y bombardeado detrás de las montañas, suponemos que en Cariñena. Luego, ha habido varios "raids" arriba y abajo sobre nuestras posiciones, pero no hemos podido distinguir si eran nuestros o enemigos.
Como ya oscurece, nos vamos a cenar. Apenas empezamos a probar la caliente sopa, llega el cabo diciendo que regresemos rápidamente a la tienda pues, al escucha, le ha parecido oír voces por la parte del río.
Salimos corriendo y llegamos "echando el bofe", pues la carrera ha sido de alivio. Con correaje y armamento, nos dirigimos al morro de nuestra loma, desde donde se dominan las vaguadas que nos rodean. Al llegar, el centinela nos dice haber oído las voces otra vez, pero ahora, viniendo de más allá del río. De todas formas, nos extendemos en guerrilla. Durante media hora, no oímos nada. El sargento Quintero, ordena retirarnos y recomienda mucha cautela al centinela.
Regresamos a la tienda; creemos que ha sido una falsa alarma. A veces, si el aire viene en dirección favorable, las voces se "acercan". De todas maneras, pasamos una hora charlando a oscuras.
Dejo la tertulia, para relevar al escucha. Durante mi puesto no he oído absolutamente nada. Cada vez estoy más convencido de que no fue nada pues, si el enemigo viniera a dar un golpe de mano, lo harían en silencio y no dando voces.
Me relevan; los demás duermen ya.
Sobre las doce, el escucha de turno, nos despierta diciendo que ha oído voces, en dos ocasiones. Volvemos a situarnos en los puestos de antes y permanecemos otra media hora de vigilancia y no oímos nada.
En vista de estas continuas alarmas, el sargento decide doblar la vigilancia y nos retiramos de nuevo.
Nos acostamos, pero con el correaje puesto y el saco de las bombas colgado del poste central de la tienda, por si hubiera que salir rápidamente. Así, no es posible dormir, pero por lo menos el cuerpo descansa y no se enfría. Pues la verdad es que esta segunda llamada nos ha cogido en pleno sueño y, entre eso y la tensión, nos castañetean los dientes. Al fin, nos dormimos.

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