23 de Noviembre de 1937

23 de Noviembre de 1937

A las seis, nos hemos tenido que levantar. Las montañas más altas, aparecen completamente nevadas. La temperatura es bajísima. Afortunadamente, no hace viento. De todas maneras, salvo el observador, todos estamos alrededor de la reconfortante hoguera y de allí no nos movemos hasta la hora de ir a desayunar.
Dejamos todo preparado, y nos vamos a la paridera. Allí, continúa el buen humor de ayer. Esperamos el relevo de 10 a 11 de la mañana. Es decir que si todo va bien, pensamos almorzar ya en Herrera.
Hemos visto pasar al sanitario de la compañía al galope; suponemos habrá algún accidentado.
Son las doce y aún no se sabe nada del relevo.
Como me toca guardia, me voy al puesto de observación, y relevo. Mientras estoy en él, veo perfectamente cinco camiones que circulan por las alturas de las montañas enemigas.
Cuando me relevan y llego a la tienda, me comunican dos malas noticias: la primera es que las fuerzas que ya han terminado el permiso y que deben relevarnos ni tan siquiera han regresado al pueblo. Lo que significa, otro día más aquí, por lo menos.
Nuestra ilusión de poder dormir esta noche en el pueblo, se ha ido al cuerno, como tantas otras que nos hemos forjado.
La segunda, se refiere al viaje del sanitario. Un ex-voluntario (que está en la paridera del capitán), intentando desmontar una bomba expansiva italiana que cogió en Belchite, le ha explotado en las manos. Dicen que le ha arrancado una mano y una pierna y que sufría tantos dolores que le pedía al capitán Emilio que les matara de un tiro. Por la tarde, una ambulancia se lo ha llevado al hospital de Híjar. La importancia de las heridas, deja pocas esperanzas de vida. Este accidente, ha causado una honda impresión en el sector, pero especialmente a los de la compañía.
Si bien es verdad que pertenecía al “coto” de los ex-voluntarios y a pesar de ser sólo soldado, no hacía ningún servicio de guardias ello no quita para que lamentemos su accidente. ¡Tanta suerte que habíamos tenido hasta ahora! Esta, es la baja más grave que hemos tenido desde que se organizó la compañía en Binefar.
Comentamos, tristemente, que de haberse llevado las cosas conforme, el relevo habría llegado ayer u hoy a primera hora y esto no hubiera sucedido.
Esta tarde, el recuerdo de este suceso, ha estado presente en nuestras charlas.
Al ir a cenar, hace un viento heladísimo, lo que nos hace comparar la noche que pensábamos pasar, con la que pasaremos en realidad.
En la paridera, nos comunican otro caso desgraciado acaecido esta tarde. Haciendo prácticas los quintos en el lanzamiento de granadas, una de ellas no ha explotado, haciéndolo luego al ir a recogerla e hiriendo a un soldado en el cuello. Aunque no pertenecen a nuestra compañía, no es por eso menos de lamentar.
Las últimas noticias son, que el relevo aún no ha llegado, pero se le espera en el pueblo de un momento a otro. De todas formas, hasta mañana, como mínimo, no hay que esperarle.
Ante el frío enorme que hace desde que se ocultó el sol, decidimos acostarnos a las siete.
A la una, me llaman para la guardia. Afortunadamente, el viento ha calmado mucho y la temperatura es menos gélida. Durante la guardia, veo los faros de varios camiones que, al igual que esta mañana, transitan por las pistas de las montañas vecinas. Al fin, me relevan y voy corriendo a acostarme tapándome incluso la cabeza para aprovechar el calor de mi aliento.

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