18 de Julio de 1936

Diario de mi guerra civil (mi libro)
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Según escribió un  clásico, para que la vida de una persona no sea estéril, es preciso: que tenga un hijo, que plante un árbol o escriba un libro.

Dios me ha dado hijos y nietos, y he plantado bastantes árboles. Con “Mi Guerra Civil”, cumplo el tercero de los requisitos.
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Cuando me decidí a pasar en limpio este DIARIO, se me ocurrió la idea de seleccionar los episodios más salientes contenidos en él y convertirlos en unas MEMORIAS.

Estoy convencido que esto, hubiera dado mayor amenidad y ritmo al relato, al suprimir las inevitables reiteraciones que comporta un DIARIO.

Pero también creo que al respetar su contenido, éste conserva un valor indudable; el que le da la anotación con la espontánea impresión emocional del momento
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La libertad no se gana en los campos de batalla sino en el corazón de los hombres.
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Los que presenciamos los actos de heroísmo y los de crueldad de aquellos años, -posiblemente los más duros de nuestra Historia Contemporánea-, no albergamos en nuestro recuerdo, ningún rescoldo de pasión, si no nostalgias y amarguras lejanas; sin embargo no podemos desprendernos de aquella lejana lección.

Los otros, los que llegaron después, se asoman al acontecimiento histórico, unas veces con curiosidad, otras, quizás por pasajero interés social o político. Muchos de ellos, aburridos por el sentimiento “mítico” con que los maduros, contamos nuestras experiencias, y, algunos, reacios al recuerdo y desdeñosos a la lección.
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El 16 de Febrero de 1936,  se celebraron elecciones generales en la república española. Las ganó el Frente Popular (coalición de todos los partidos de izquierda), similar al que gobernaba en Francia en aquellos momentos.

Aunque mejor podría decirse que las perdieron las derechas, ya que, durante su mandato anterior inmediato, en vez de gobernar con equidad y así captarse adictos para las siguientes elecciones, se aprovechó del poder para llevar a cabo una política caciquista y de ajuste de cuentas (despido: de obreros izquierdistas, de medieros “indóciles”, delegados sindicales de empresas, y pagando jornales míseros a la gente del campo, etc.).

Como las derechas no se consideraban culpables de su propio fracaso, a partir del siguiente día de su derrota, empezó a intrigar para “cargarse” a la República, contactando con militares (heridos en su vanidad al considerarse postergados por esta), con falangistas,  (nuevo partido nacional sindicalista de corte fascista) y con los carlistas (eternos descontentos).

Y, así, el 18 de Julio del mismo año, producía una sublevación militar, denominada Alzamiento Nacional, encabezada por los generales Franco, Goded, Cabanillas, Queipo de Llano,  Fanjul, Mola y Saliquet. Todos ellos, habían “renovado” su juramento de fidelidad a la República, poco tiempo antes.

Este Alzamiento, se erigía en defensor del orden y contra las provocaciones del Gobierno del Frente Popular, llevadas a cabo desde su subida al poder, cinco meses antes. Pero esta “justificación”, caía por su propio peso, ya que tanto las intrigas de los cuartos de banderas de los cuarteles (yo, había oído algunas cuando hice el servicio militar en 1934), así como las actividades de Falange, está plenamente demostrado, se iniciaron ya, poco después del advenimiento de la república el 14 de Abril de 1931. En cuanto a los Carlistas, hacía ya varios años que, en Navarra, se preparaba un alzamiento contra la república; contra “aquello”, (como decían algunas de sus “figuras” más prominentes). Concretamente, desde el mismo año 1931, grupos de requetés se preparaban militarmente, adiestrados por el Tte Corononel Alejandro Utrilla. Las sierras navarras, los montes circundantes a Pamplona, vieron el adiestramiento de estos cuadros, excelentemente preparados que, con pretexto de excursiones domingueras, hacían ejercicios de tiro, marchas, etc., a dos pasos de la capital de la provincia.

La suerte del Alzamiento, fue varia. Casi toda la aviación, y las terceras partes de la marina, se mantuvieron leales al Gobierno, gracias a la intervención “a tiempo”, de los suboficiales, cabos y tropa, que desarmaron y apresaron a sus Jefes y Oficiales.

En cuanto al ejército de tierra, el Alzamiento lo inició en Melilla y el 18 y 19, se propagó a la península.

Del resultado del mismo en las diversas provincias da cuenta el mapa adjunto.



Los partidos políticos y sindicatos, una vez dominado el levantamiento, iniciaron inmediatamente la organización de sus Milicias voluntarias para enviarlas al encuentro de los sublevados. A las primeras columnas se unieron los restos de algunas unidades militares, disueltas cuando fueron tomados los cuarteles de la zona republicana.

Estas Milicias, tenían una disciplina “sui géneris” basada en la igualdad: misma paga, mismo rancho, misma ropa y sin distinciones ni saludos reglamentarios. Pero después de un mes de lucha, los militares profesionales de la zona republicana y los políticos más “formados”, comprendieron que era necesario crear un ejército de verdad, con Mando y disciplina, si se quería mantener una guerra civil, que se iba prolongando.

La resistencia miliciana a la militarización, particularmente por parte anarquista (la comunista fue, prácticamente, la que la sugirió y adaptó), fue el mayor obstáculo para la formación de un verdadero ejército.

Pero en Septiembre de 1936, el presidente Largo Caballero dio el gran paso para la formación de unas auténticas fuerzas armadas. Después de varias reuniones con los dirigentes anarquistas, estos aceptaron la militarización a cambio de conservar la graduación de mando que tenían en las milicias.

Largo Caballero aceptó y el 26 de Septiembre decretó: “que fueran incorporadas al ejército y confirmándoles el grado de mando en las Milicias, a los Jefes, Oficiales y Clases de estas”. Y aun así, solo en el Centro se aceptó enseguida la formación de un Ejército Popular Regular. Y eso, porque allí había mayoría socialista-comunista.

Todavía en el mes de Octubre, los anarquista constituyeron el “Consejo de Defensa de Aragón”, que instalaron en Caspe y que no estaba controlado por el Ejército, si no por las Milicias Anarquistas que, desde los primeros días, cubrían casi todo el frente de Aragón.

Pero la organización del Ejército Popular, siguió adelante y en Febrero de 1937, el Gobierno movilizó a las quintas de 1936, 1935, 1934, 1933 y 1932, a cada una de las cuales fijó a un plazo de presentación. La mía, (1933,) lo hizo el 30 de Junio de ese año.

A todo esto, en una y otra zona, llegaban refuerzos extranjeros, si bien de muy distinta importancia y calidad.

El 5 de Agosto de 1936 (sólo 18 días después del Alzamiento) llegaban a la zona “nacional”: Aviación, tanques, artillería, antiaéreos y contingentes humanos armados y entrenados en Alemania. (Legión Condor). Los italianos, no esperaron tanto. El día 30 de Julio, ya iniciaban su ayuda aérea (Savoyas) y, poco más tarde, enviaban Legiones con hombres y material anexo (artillería, tanques, morteros, etc.)

La zona republicana, solo recibió ayuda de Rusia que envió aviación (especialmente de caza: ratas, chatos, etc.) y fusiles, aunque estos, de modelos anticuados. Centros de reclutamiento establecidos especialmente en Francia,  proporcionaron contingentes de voluntarios extranjeros, con los que se crearon las brigadas internacionales.

Durante este año de guerra civil, en ambas zonas, se producen grandes discrepancias internas.

En la zona “nacional” producidas entre militares, falangistas y carlistas. Distintos gritos (Viva España!, Arriba España!, Viva Cristo Rey!); distintas banderas y diferentes programas. Pero al fin se impuso la fuerza dictatorial militar de Franco que apresó a diversos Jefes Falangistas (Hedilla, etc.) y expulsó del país a varios “cabezas” carlistas (Fal conde, etc ) nombrándose jefe de todo y de todos.

En la zona republicana, la tirantez entre anarquistas y comunistas-socialistas, se inició apenas dominado el Alzamiento. Pero ello culminó en un sangriento enfrentamiento en las calles de Barcelona en Mayo de 1937. Choque que duró tres días y para dominar el cual, fue preciso que el Gobierno de la Generalidad, después de varios intentos por lograr la concordia, solicitara ayuda al Gobierno de la República, que envió tropas que impusieron el orden. Pero ya los hospitales rebosaban de heridos y muertos.

Recuerdo, perfectamente que al tercer día de luchas callejeras, el Presidente Companys, se dirigió a los contendientes por Radio Barcelona. Nunca olvidaré su temblorosa voz y sus estremecedoras palabras: ¡Germans, prou foc!  ¡Germans, prou morts!  ¡Germans prou sang!

¡Así estaba la situación el día de mi incorporación!

La situación de los frentes, en aquel momento, era la que se indica en el mapa adjunto.




2 comentarios:

  1. Gracias Santi, me ha emocionado constatar el valor moral y la fidelidad y el cariño hacia tu abuelo. A pesar de que tengo el libro, seguiré el blog conforme lo vayas publicando. Sólo una pregunta, los planos y croquis ¿cómo los publicarás?.

    Guillermopadre.

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  2. Eh! Blodel!! Que idéa tan bonita!! Ya he hecho correr el blog, y ya me tienes apuntado a la lista de distribución!!

    Besotes y abrazos!!

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