29 de Octubre de 1937

29 de Octubre de 1937

A las seis, nos despierta el sargento. Menos mal que estábamos bien tapados con las mantas y no se ha dado cuenta de que no estábamos “equipados”.
Hace un sol espléndido y dice que es cosa de aprovecharlo para ver si localizamos la huerta de frutales de que nos habló el pastor.
Nos vamos sin desayunar, pues tampoco hoy ha venido a tiempo el carretero.
Subimos y bajamos barrancas durante cosa de una hora, hasta que, al fin, divisamos el río. A causa de la lluvia, su caudal ha aumentado una enormidad y la corriente, es muy fuerte. De modo que será imposible atravesarlo y alcanzar el huerto. Pero, de todas formas, decidimos bajar hasta él, por si a éste lado hubiera algún frutal.
Después de media hora río arriba, encontramos unas cepas y unos almendros. Estos, no tienen fruta paro sí las cepas. Cargamos cuanta uva podemos y regresamos a la posición. Si la venida ha resultado cansada, el regreso la supera de largo. Sobre todo porque los zapatos, se nos quedan pegados en el barro, lo que hace más penosa la ascensión. Pero al fin llegamos. Y, lo primero que hacemos es descalzarnos y limpiarnos los zapatos.
Durante nuestra ausencia, ha pasado el carretero y, por toda comida, ha dejado un poco de carne y arroz; ni café, ni azúcar, ni sal ni aceite. ¡En fin, nada! Me parece que en lo que respecta a la comida vamos a pasarlo mal; por lo menos, mientras estemos aquí arriba. A los tenientes y sargentos, esto, no les preocupa, pues los dos cabos ex voluntarios tienen libertad para ir donde quieren y como son gente de la tierra y distinguen los senderos de los conejos, no hay día que en los lazos que tienen parados nos atrapen un par de conejos. Y como con el aceite de la compañía ellos se hacen la parte del león, pues tienen conejo frito a diario.
Veremos que nos darán para comer. El pan, ha llegado completamente mojado y no se puede comer. Menos mal que tenemos del que compramos en el pueblo.
A mediodía, ha llegado un pelotón de ametralladoras; no sabemos si se quedaran con nosotros definitivamente, pero, de momento, si. Tampoco ellos han desayunado antes de salir del pueblo. Les damos uva y se pegan un atracón.
Para almorzar, arroz con trocitos de carne, hervido y sin sal, que también repartimos con los llegados.
Hoy, han puesto guardia de día. A mí, me corresponde de 4 a 5. Pero antes, tenemos que ir a cortar leña.
El puesto, se hace a unos 30 metros de la paridera y en un pequeño morro que domina buena parte de los barrancos. Como empieza a anochecer, veo varias fogatas en las posiciones enemigas. Algunas, están en cumbres bastante elevadas, particularmente una que se ve en un pico elevadísimo que domina esta cordillera y donde, seguramente, deber haber un observatorio.
Me relevan ya anochecido, pero con bastante buen tiempo ya que no hace el frío de estos últimos días.
Reparten la cena; sopa de arroz solo, hervido sin aceite ni sal. Pero, por lo menos, está caliente.
Con un poco de tertulia, esperamos la hora de dormir. Hay órdenes serias de no desvestirse durante la noche.
A las 2’30 de la madrugada, me llaman para la guardia. Llueve de nuevo, pero moderadamente; pero hace bastante frío.
Antes de terminar mi puesto, cesa de llover y, después, sale la luna. El espectáculo, es entonces, imponente. A lo lejos, el río reluce como si fuera una cinta de plata.
Como no tengo reloj y he de calcular el tiempo a “ojo”, cuando voy a la paridera en busca del relevo, ya pasa media hora. Este sistema de auto-relevarse, ya ha sido protestado por los soldados que pedimos sea el cabo quien controle el tiempo y traiga el relevo, como es su obligación, pero, por ahora, sin resultado. No hay quien les mueva de junto al fuego.
Como tengo los zapatos totalmente mojados, me los cambio por las alpargatas y me acuesto.

1 comentario:

Dispenseu si triguem en contestar
Disculpadnos si tardamos en contestar

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