23 de Agosto de 1937

23 de Agosto de 1937

Para desayuno, nos han vuelto a dar chocolate a la taza.

A mediodía, como las cocinas se marcharon ayer con las otras dos compañías del batallón, hemos ido a buscar algo de comer a la intendencia de la Brigada, que todavía sigue aquí. Nos han dado una lata de conserva como el día que llegamos y que contiene un guisado de salchicha, patatas y guisantes. Pero como esta vez podemos calentarla, está riquísimo. Cuando terminamos de comer, son ya las tres.

Vamos al café. Cuando llevábamos allí cosa de media hora, la corneta llama a paso ligero. Regresamos corriendo a la escuela. Formamos rápidamente.

Al poco, van llegando camiones, hasta sumar unos treinta. Son del Ejército de Levante y llevan matrícula de Valencia. Son camiones rusos y descubiertos.

Pasan lista de nuevo. Reparten una lata de conserva y un chusco por hombre. Luego, subimos a los camiones. Cuando dejamos Binefar, son las siete. Tan mala imipresión nos causó este pueblo cuando llegamos y ahora, le dejamos casi con pena. Eso que en Caspe, donde dicen que nos llevan, estaremos mejor y es mucho más importante.

Al rato, anochece y la larga caravana, parece un largo gusano de luz que se arrastra por el suelo. Produce éste efecto, debido a que los camiones van muy juntos y con los faros encendidos.

Así, pasamos aproximadamente, una hora, hasta llegar a Lérida, donde paramos unos momentos en las afueras, después de haber atravesado la ciudad, que está totalmente a oscuras. Al rato, reemprendemos el camino.

Como el hambre empieza a apretar, comemos un pedazo de pan con chocolate y bebemos un trago de agua. La lata de conserva, preferimos guardarla para otra ocasión.

Son las diez. Nos hemos cansado de ir a pie y nos sentamos en el suelo de la caja del camión. Por otra parte, la carretera que seguimos, es montañosa y empieza a hacer frío, a pesar de taparnos con la manta. Somos tantos en el camión que, al sentarnos, hemos quedado tan encajonados que parecemos sardinas en lata.

Procuramos distraernos cantando y, cuando bajan las revoluciones de nuestro camión, oímos que los “pasajeros” de los otros, hacen lo mismo.

Vamos medio dormidos, pero, de vez en cuando, los faros iluminan algún paisaje interesante y eso, nos despeja un poco. De tal manera, que al llegar a la cumbre de las montañas que subíamos, no duerme nadie en el camión.

En cuanto iniciamos el descenso por la otra vertiente, todos los camiones apagan los faros y circulan sólo con los de ciudad. Y se distancian unos 50 metros unos de otros. Así llegamos a Fraga, donde paramos unos momentos. Luego, proseguimos la marcha a oscuras y en silencio, según órdenes recibidas.

A las dos de la madrugada, llegamos a Caspe. Nos ordenan bajar. Los oficiales, han desaparecido. Como vemos que todos buscan un rincón para estirarse a descansar, hacemos lo mismo. A tientas, desatamos la manta –está oscurísimo-, y nos diponemos a dormir. Apenas cerramos los ojos, tocan llamada. Vuelta a recoger todo y a empaquetarlo.

Formamos nuevamente y nueva subida a los camiones. Hace bastante frío. En marcha de nuevo. Ya no miramos el camino que seguimos. Nos acurrucamos y tapamos con las mantas, incluso la cabeza y procuramos dormitar.

En sueños, noto que se detienen los camiones y paran los motores. Al poco,  y en medio de total silencio, una voz dice: “Tú, adelanta el camión que estoy parado en la vía del tren” pero el camión no se ha movido. Como no se oye nada, seguimos tapados y amodorrados.

De repente, oímos el pitido del tren. El camión, sigue en el mismo sitio. Ya vemos el faro de la locomotora que se acerca y que va a echársenos encima. Hay que tirarse del camión, pero… ¿hacia qué lado? No se ve nada. Al fin salta uno sobre la valla lateral derecha del camión; instintivamente, todos le seguimos. El tren sigue acercándose. Apenas ha saltado el último de nosotros, se produce el choque. El tren, ha embestido de lado la caja del camión, apartando a éste de la vía y rompiéndole la valla izquierda. Si el tren hubiera venido en dirección contraria, se lleva por delante el camión, a todos lnosotros. ¡Hemos tenido suerte!

De todas maneras, hay varios contusionados, debido a la caída, pues estos camiones, tienen la caja muy alta. Saturnino, se h dislocado una muñeca y Quintanilla, se ha clavado una astilla en un dedo. Pero como no llevamos botiquín, no podemos hacer más que envolverle el dedo con un pañuelo a uno y apretarle la muñeca al otro con un trapo que nos da el chofer.

Reemprendemos la marcha. Notamos que el camino, continúa subiendo y bajando.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Dispenseu si triguem en contestar
Disculpadnos si tardamos en contestar

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.