4 de Agosto de 1937

4 de Agosto de 1937

A las siete, tocan diana.

Para desayunar, un plato de café sólo. Mojamos pan, del chusco de ayer, que por cierto es buenísimo.

Han estructurado la compañía,. Hemos conocido al Capitán, (de quien sólo sabemos que se llama “Emilio”, sin apellido) a los tenientes, sargentos y un par de Cabos. Todos ellos, son voluntarios y proceden de las columnas anarquistas, que vinieron del sector de Madrid, al frente de Aragón, hace varios meses.

Tampoco ellos visten de militar; llevan pantalones de pana y cazadoras (en estas, llevan los galones). Aparte dos tenientes y un sargento, los demás tienen un nivel cultural muy bajo.

El resto de cabos necesario, ha sido completado con los que lo fueron en el servicio militar y que han venido con nuestra expedición.

Durante la mañana, hemos hecho un par de horas de instrucción en las afueras del pueblo y bajo un sol de justicia.
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A las doce, rancho: arroz con carne, que está menos que regular.

Hoy visitamos tranquilamente el pueblo. Se ve claramente las fases de los combates que se sostuvieron, por las huellas dejadas: los agujeros en las tapias para pasar los fusiles, las casas derruidas y los impactos de artillería en la torre de la iglesia.

Empezamos a espabilarnos para hallar complementos comestibles, pues el único – y caldoso – plato que nos dan, no nos alimenta lo suficiente. Pero tropezamos con una gran dificultad y es que no circula el dinero, ya que se rigen en “colectividad” comunal. Nos enteramos que esto, sucede en todos los pueblos de Aragón, ocupados por las columnas de voluntarios anarquistas – que son casi todos -. A medida que los iban conquistando, iban implantando la colectividad.

El problema del poder adquisitivo, se resuelve con unos “vales” impresos – como la moneda -, que recibe el colectivista por sus servicios o productos y que le permiten adquirir lo que precisa en los economatos o similares.

De modo que sin “vales”, es muy difícil adquirir nada, y menos los soldados a quienes no conocen y de los que pueden sospechar que se trata de un “gancho”.

Por la noche, en la plaza, en la que está nuestra compañía-escuela, hay un altavoz que emite música bastante buena. Esto, anima un poco el ambiente.

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