3 de Agosto de 1937

3 de Agosto de 1937

Me despierto, son las cinco y empieza a clarear-

Pasamos por varios pueblos ya de la provincia de Lérida, pero en ninguna estación encontramos nada que comer.

Hacia las diez, llegamos a Lérida. Tampoco aquí, encontramos nada que comer y el hambre aprieta de lo lindo.

Entre el cansancio de la mala noche, la debilidad y la preocupación de haber podido avisar a casa, estamos muy deprimidos.

 Pero cual no sería nuestro asombro, cuando al regresar los oficiales – que habían salido en busca de órdenes – nos dicen que subamos de nuevo al tren pues continuamos viaje.¡ Y sin darnos nada de comer! La misma depresión moral nos impide protestar. Estamos como alelados.
Arranca de nuevo el tren. Atravesamos más pueblos. El panorama ha cambiado completamente al entrar en Aragón. La vegetación ha desaparecido, para dar paso a un terreno árido y bañado por un sol de trópico.

Clavados en las ventanillas, transcurren horas, - sin apenas hablarnos -, y los pueblos y las estaciones.

Al llegar a Binéfar – ya en la provincia de Huesca -, nos dan orden de bajar. Son las dos de la tarde. Vamos formados hasta la plaza del pueblo. Pasan lista. De los que salimos de Mataró, faltan 25.

Aquí, nos destinan compañía y nos toman de nuevo, filiación (entre ella, la de la sindical a la que pertenecemos. Casi todos, somos de la U.G.T.)

Preguntamos si nos darán comida y nos dicen que la están haciendo. Media hora después volvemos a insistir y, entonces nos dan una lata que contiene un guisado de patatas con carne, que calentado quizás esté bueno pero que frío, está malísimo, tanto es así, que a pesar del hambre que tenemos, sólo lo probamos.

La compañía a la que somos destinados, está instalada en una antigua escuela. Se duerme en unos jergones de paja en el suelo. Como estamos muy cansados, nos tumbamos a dormir un rato, pero resulta imposible por la cantidad de moscas que hay. Nunca en mi vida había visto tanta mosca junta. Además, se pegan a la piel y se “arrastran” por la cara, los labios, agujeros de la nariz y ojos. Algo, verdaderamente asqueroso. Intentamos “espantarlas”, pero es inútil, vuelven y vuelven y vuelven.

A las cinco, ha venido el cabo furriel y nos ha entregado una manta a cada uno, dándonos también permiso para ir a pasear hasta la hora de cenar. Vamos a da una vuelta, pronto nos cansamos y nos sentamos en unos bancos. Ahora hace un poco de aire, que refresca el caluroso ambiente.

En cuanto tocan “fajina”, vamos a recoger la cena: carne de cordero con patatas fritas, un chusco y un vaso de vino. Lo que comemos con gusto.

Como estamos muy cansados, nos vamos a acostar enseguida. El mismo cansancio hace que encontremos confortable nuestro lecho.

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