19 de Octubre de 1937

19 de Octubre de 1937

A las cinco de la mañana, pasa un sargento despertando a todos. Nos ordena desmontar las tiendas de mantas y derrumbar las viejas cabañas y trasladarnos a las que estamos construyéndonos arriba, en la nueva trinchera. ¡Nos quedamos de piedra!

Algunos han objetado que aun no las teníamos terminada, les ha contestado que “si no hubiéramos hecho el gandul, ya estarían acabada”. Esto, pone a prueba nuestra paciencia ya que, de no haber trabajado tantas horas en la construcción de sus cabañas, a estas horas, ya habríamos terminado las nuestras. Parece como si los mandos de la compañía, quisieran vengar en nosotros el mal humor que indudablemente sienten también por llevar tanto tiempo de privaciones en primeras líneas. Por lo que ellos nos explicaron durante la estancia en la huerta de La Zaida, la guerra que hacían en Aragón las columnas de voluntarios, era muy distinta y pasaban más tiempo en los pueblos –colectivizándolos- que en las trincheras. Ello, explica que no se tomara Zaragoza y Huesca en los primeros meses, en que estas capitales no se habían fortificado aun, ni habían sido fusilados los republicanos, izquierdistas y sindicalistas que dentro de ellas había, y que hubieran ayudado desde dentro, a la conquista de estas dos ciudades.

El día, se presenta encapotado y con mucha niebla. Solo faltaría que ahora que estamos a la intemperie, empezara otra temporada de lluvias.

Hemos trasladado nuestros equipos a donde construimos nuestra nueva morada. Mientras los compañeros de escuadra, van llenando sacos con tierra, para levantar las paredes, yo, voy a buscar paja por los trigales cercanos, entre el bosque y, sentado allí y rodeado por la niebla, escribo estas notas. No se oye un solo tiro y la niebla, parece volver más silencioso el bosque. Me hace recordar cuando iba de excursión.

Como antes ya han pasado otros por la paja, apenas recojo un poco y casi vuelvo de vacío.

La chavola, va tomando forma. Y están colocados todos los sacos que forman las paredes. Como lo más urgente es cubrirla, vamos a cortar unos cuantos pinos para vigas del techo, el cual hacemos con una inclinación a dos vertientes. Luego, encima, más sacos terreros, tierra suelta entre ellos y, cubriéndolo todo, ramas de pino.

Todo esto lo hacemos descansando sólo un momento para comer los consabidos garbanzos crudos.

Antes de meter los equipos dentro de la cabaña, salimos de nuevo, en busca de paja. Esta vez vamos todos y, a cosa de 2 kms, encontramos gran cantidad de ella.

Regresamos, la extendemos dentro por el suelo y distribuimos los lugares. ¡Ya estamos instalados!

Con la trinchera ya terminada y las chozas de todos ya construidas, suponemoms que ahora, nuestra vida, no será tan dura; por lo menos, en lo que a cansancio se refiere. Todos estamos muy desmejorados; se nos nota unas caras “chupadas” y muy ojerosos. Y es que, este régimen a que hemos estado sometidos, era muy riguroso, yo diría que, casi, adecuado a un penal.

Como la cabaña, tiene la puerta cubierta con las mantas de la vieja, encendemos una vela y hacemos un poco de tertulia después de cenar. A las siete, decidimos dormir, pues estamos todos muy cansados.

A las once, me despiertan para la guardia. Sigue con mucha niebla; es cosa de estar con el oído atento.

A la una, me relevan, sin novedad. Vuelvo a mi “palacio” a dormir

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