21 de Octubre de 1937

21 de Octubre de 1937

También hoy es día nublado. Me parece que, en adelante, el tiempo va a ser así. De modo que hacemos unas mejoras en el hogar de la cabaña, a fin de poder hacer un fuego mayor. También hacemos acopio de leña, la cortamos en haces y la guardamos dentro.
El enemigo, ha vuelto a cañonearnos durante media hora. Pero disparan largo, Como no sea que buscan el puesto de comandancia. Si fuera así, entonces disparan corto.
Tenemos que interrumpir nuestra recogida de más leña, pues nos ordenan limpiar la trinchera de piedras que desnivelan el fondo de esta. Aquí, cuando no hay trabajo, nos lo buscan. Diríase que no quieren vernos descansando, ni trabajando para cosas nuestras.
Mientras cumplimos esta misión, el enemigo, pone en marcha sus morteros, Nos mandan una docena de “píldoras”, pero solo estallan la mitad, y sin hacer blanco. Lo cual es bien extraño.
Aun suenan algunas explosiones, cuando avisan que ja llegado el almuerzo. Abandonamos las cabañas para ir a buscarlo detrás de la loma, sin esperar a ver si para el fuego, pues el hambre nos azuza. Afortunadamente, no han tirado más.
Guardia de 2 a 3 de la tarde. Luego, tertulia en la cabaña de Quintanilla. Comentamos que desde que estamos en esta posición, el acercamiento con los mandos que notamos en el campamento de La Zaida, se ha vuelto a distanciar. Y, esto, a pesar de las penalidades y peligros que hemos pasado juntos. Aquí, apenas les vemos, pues no se mueven de sus cabañas que están a 50 metros detrás de nuestra loma, Las órdenes, nos llegan a través de nuestros cabos.
Nos llaman a por la cena y, coincidiendo con ello, la ametralladora enemiga que ha visto movimiento, abre un fuego tan intenso que nos impide seguir el atajo acostumbrado y nos fuerza a recorrer toda la trinchera. Por dos veces, nos obliga a tirarnos cuerpo a tierra. Al fin, regresamos con el plato lleno.
Después de cenar, encendemos fuego en el nuevo hogar, que va muy bien, pero como no hay tubo de chimenea, el viento impide que salga el humo y este, nos queda dentro y nos hace llorar. Mañana lo arreglaremos. Uno de los compañeros, Nebot, es muy ideoso y, con sus instrucciones hemos hecho la cabaña que es una de las más logradas de la compañía. Precisamente este muchacho, cada vez que hago mis anotaciones en el diario, invariablemente, me dice: “Mi Libro”.
Sólo son las siete; nos echamos a dormir, pues la guardia nos corresponde a las tres. Veremos si nos llaman antes.
Hemos tenido suerte; no nos llaman hasta la hora. Hace una noche como la de ayer. Mucha niebla. Me toca guardia en el parapeto. No ha habido novedad. Solo un par de “pacos” . Cuando nos relevan, no vemos que trabaje nadie, de modo que vamos a aprovechar estas tres horas hasta la hora de levantarse.
Prosiguen las molestias por el picor. ¿Será verdad lo que algunos dicen que es que tenemos piojos?

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