25 de Septiembre 1937


25 de Septiembre 1937

Me despierta los gritos de: ¡A los parapetos! Cojo el fusil y me voy corriendo al puesto que tengo asignado. Desde allí, abrimos fuego contra las líneas enemigas en respuesta al que de allí viene y en evitación de una posible filtración, pues la niebla y la lluvia impide ver ni oír. De vez en cuando, el teniente ordena cesar el fuego, para ver si oímos algo, pero es imposible.
 
El estruendo, es ahora imponente, pues interviene también artillería, morteros y bombas de mano. El jaleo, dura casi dos horas. Al fin, remite poco a poco.

Cuando se calma del todo, la mitad vamos a descansar hasta las cinco, que revelaremos a los que se quedan de puesto ahora.

A las cinco, la niebla va desapareciendo, aunque lentamente. Esto, nos da tranquilidad. A las siete, me relevan de nuevo. La tranquilidad ahora es absoluta.

Me quedo de charla con Vilalta y Quintanilla que ahora están de puesto. Parece que todo ha sido por el temor mutuo a que, aprovechando las condiciones climatológicas, uno u otros, intentaran algún golpe de mano.

Me toca bajar –con otros seis,- a buscar la comida debajo de la montaña. La subida al Everest, ha sido un verdadero un calvario patinando en el barro constantemente. Nunca había pisado un barro tan pegajoso como éste; pura arcilla.
Apenas llegado arriba y repartido la comida, vuelve a llover.

Llueve durante toda la tarde; afortunadamente, la niebla ha desaparecido.

Guardia de 10:30 a 1, afortunadamente con tranquilidad.

Me despierta los gritos de: ¡A los parapetos! Cojo el fusil y me voy corriendo al puesto que tengo asignado. Desde allí, abrimos fuego contra las líneas enemigas en respuesta al que de allí viene y en evitación de una posible filtración, pues la niebla y la lluvia impide ver ni oír. De vez en cuando, el teniente ordena cesar el fuego, para ver si oímos algo, pero es imposible.
 
El estruendo, es ahora imponente, pues interviene también artillería, morteros y bombas de mano. El jaleo, dura casi dos horas. Al fin, remite poco a poco.

Cuando se calma del todo, la mitad vamos a descansar hasta las cinco, que revelaremos a los que se quedan de puesto ahora.

A las cinco, la niebla va desapareciendo, aunque lentamente. Esto, nos da tranquilidad. A las siete, me relevan de nuevo. La tranquilidad ahora es absoluta.

Me quedo de charla con Vilalta y Quintanilla que ahora están de puesto. Parece que todo ha sido por el temor mutuo a que, aprovechando las condiciones climatológicas, uno u otros, intentaran algún golpe de mano.

Me toca bajar –con otros seis,- a buscar la comida debajo de la montaña. La subida al Everest, ha sido un verdadero un calvario patinando en el barro constantemente. Nunca había pisado un barro tan pegajoso como éste; pura arcilla.
Apenas llegado arriba y repartido la comida, vuelve a llover.

Llueve durante toda la tarde; afortunadamente, la niebla ha desaparecido.

Guardia de 10:30 a 1, afortunadamente con tranquilidad.

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