8 de Octubre de 1937

8 de Octubre de 1937

A las seis de la mañana, y cuando empezaba a clarear, tres soldados “nacionales” se han pasado a nuestro lado. El soldado que estaba de guardia en su posición, les ha visto escapar y les ha tirado varias bombas de mano, gritándoles: ¡Traidores! Pero como la distancia hasta nuestro parapeto es tan corta, han conseguido llegar ilesos.
Se los llevan al capitán que, después de tomarles declaración,  les hace llevar a comandancia.

Hace tres días que ha venido una sección de fortificaciones. Al principio nos dijeron que era toda una compañía. Como no duermen aquí, pasan más tiempo entre idas y vueltas, que trabajando. La nueva trinchera, la están señalando en lo más alto de nuestra loma, lo que es más lógico que donde ahora está.

Hoy hace un día primaveral. Además, no ha habido tiroteo. De modo que, hubo momentos de parecía mentira que estuviéramos en guerra. Entre el rumor de los Olmos y el canto de los pájaros, todo respiraba optimismo.

Hasta que el ruido de la aviación, nos saca del ensueño y nos vuelve a la realidad. ¡Triste realidad! Los aparatos, pasan tan altos que resulta imposible identificarlos.

Por fin ha llegado el tanque con agua potable. Llenamos las cantimploras y cuantos recipientes podemos.

Por la prensa, nos enteramos que el pasado mes, Franco nombró  - y S. S, admitió – embajador en la Santa Sede.

Durante el resto del día, ligero tiroteo. Más bien de alguien que parece lo hace para distraerse, pues no lo secundan.

Esta noche, durante mi guardia de 7 a 9, se ha dado el caso más chocante desde que estamos aquí. El enemigo, para que sus soldados no oigan las “arengas” que por un altavoz, les hace un comisario de la posición vecina, ha puesto en marcha un tocadiscos con un altavoz y no para, tocando pasodobles, marchas, etc. Hasta bastante tarde. ¡Con el tiempo que hacía que no oía música!. Y, sobre todo, en un bosque a oscuras.
Cuando me relevan y me voy a acostar, todavía hay música.

A las cinco de la madrugada, nos despiertan unos gritos. Resulta que, a la compañía que tenemos a nuestra derecha, se le han escapado dos mulos y están comiendo la paja que queda en el trigal que nos separa del enemigo. Un sargento nuestro, ha saltado el parapeto y los ha ido a buscar hasta casi las mismas líneas enemigas. Cuando regresaba con ellos, le han tirado varias bombas, pero, gracias a la oscuridad, no le han dado.

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