4 de Octubre de 1937

4 de Octubre de 1937

Quinto día lloviendo sin parar.

Tampoco han traído desayuno; solo pan, y mojado. Será el tercer día que nos dejan sin racionamiento.¡Como suponen que se puede resistir esta vida que llevamos y sin darnos de comer?

Tenemos el cuerpo entumecido. Si el tiempo no cambia, no sé cuanto más podré resistirlo. Todos tenemos caras chupadas y ojerosas por la falta de descanso y de comida.

Ha llegado un diario, pero no dice nada concreto respecto a la marcha de la guerra. Y, afortunadamente nada de nuestra ofensiva en Aragón. Lo cual equivale a que se ha terminado.

Invariablemente, todas nuestras conversaciones, desembocan en lo mismo: planes para cuando termine la guerra. En ellos, dejamos volar la fantasía, huyendo así, por unos momentos, de esta triste realidad. ¡Qué felicidad, el día que nos veamos en Barcelona! ¡ Y libres…!

A mediodía, han traído unos sacos con pan, y chocolate en tabletas. Nos dan un chusco y dos tabletas de chocolate por hombre, para todo el día.

Sigue lloviendo, prácticamente, sin parar, lo que nos tiene inmovilizados en la tienda. No queremos seguir pensando en el mañana, pues nos volveríamos neurasténicos. De modo que, con mil malabarismos, juntamos las rodillas y, sobre ellas, hacemos unas partidas de cartas, con Villalta y Quintanilla.

Aunque las ramas están muy mojadas, a base de mucho insistir conseguimos encender una pequeña lumbre. Esto, nos permite tostarnos el pan y, con aceite, nos improvisamos la cena.

Empieza a anochecer y sigue lloviendo. De modo que tampoco hoy, podremos estirarnos a descansar y dormir; pasaremos la cuarta noche sentados en las piedras. Y, esta será para mí, una larga noche pues no tengo guardia hasta mañana a las cinco.

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