16 de Septiembre e 1937

16 de Septiembre e 1937

Por la mañana, mis compañeros me llevan por el pueblo y recorremos las casas en ruinas. En la cocina de una de ellas, encendemos fuego y hacemos chocolate a la taza, en el mojamos medio chusco de pan, que hemos tostado.¡ Nos sabe a gloria!

Seguimos registrando y encuentro aceite y sal, que me llevo. Como la escalera de la casa está derrumbada, subimos hasta el piso por las vigas caídas y que han quedado colgando de él. Allí encuentro un sueter de lana muy basta, pero que buena falta me hará, como no nos equipen pronto con ropa de abrigo. También encuentro unos pantalones de montar algo descosidos. Encuentro hilo y aguja, los coso y me los pongo. Oigo que mis compañeros gritan abajo; es que han encontrado un bote con un poco de  café. Regresamos pues mis compañeros tienen guardia en el polvorí.

A mediodía y en vista que no llega mi compañía, vuelvo al Comandante quien me dice que tendré que subir ariiba, pues la compañía no bajará. Me hace un pase de reincorporación y me orienta sobre el camino a seguir. Aquí, el frente no es de línea continua, si no de posiciones aisladas por lomas y montañas y, a los peor, me “cuelo” entre ellas y me “asan”. Las explicaciones que me da, las entiendo hasta la mitad, pero creo que no me perderé.

Recojo el armamento que tenía en Sanidad, me despido de mis compañeros e inicio la subida por la montaña a la misma salida del pueblo y orientándome por el Sillero, que debo dejar siempre a mi izquierda.

Después de dos horas de camino y con este sol, descanso un rato. Aprovecho para comer un poco de pan con aceite. Noto un olor a corrompido y veo un grupo de cuervos volar sobre mí.
Al poco, reemprendo el ascenso, encuentro dos cadáveres que llevarán aquí 8 o 10 días. Van vestidos, como el clásico campesino aragonés: pantalones de pana y americana negros, faja, boina y alpargatas. Les debieron sorprender cuando huían y les debieron fusilar  aquí mismo. ¡Quizás eran militares disfrazados de los que huyeron de Belchite!, Están rodeados de una nube de gruesas moscas. Sigo la marcha, pues la peste remueve las tripas.

En un nuevo descanso, saco el diario que me han dado hoy mis compañeros al despedirme. Cuando leo los titulares de la primera página, me quedo de piedra. Dice: “Los Guardias de Asalto, héroes de Belchite, han desfilado por Barcelona el día 11 de Septiembre”. O sea, que ellos ya hace días que están allí y nosotros pudriéndonos aquí.

Reemprendo la subida. Según mis cálculos, debo estar al llegar. ¡Al fin veo nuestras posiciones!

Me presento al capitán, le entrego el pase y me reincorporo. En mi ausencia, me han cambiado de Escuadra, de modo que me han separado de Quintanilla y Villalta. Menos mal que sigo en el mismo pelotón y, prácticamente, seguimos juntos.

Encuentro carta de un compañero del despacho, que también está en el frente, en la que se lamenta que, en Barcelona, solo están pensando en aumentarse el sueldo.

Pasa la aviación enemiga. Bombardea algo separado de aquí. Por la distancia y situación, deduzco que ataca el Pueblo de Albortón.

Los compañeros se interesan por mis “aventuras” de estos días. A mi vez, les pregunto sobre la situación aquí. Según me cuentan, los mandos de la compañía,  han vuelto a separarse de la tropa, Pasan días enteros sin verles, pues no se mueven de su “cueva”. Las órdenes, les llegan a través de los cabos que las han de ir a buscar allí. Este alejamientos, no puede atribuirse a que no hayamos cumplido en las acciones de Belchite, pues nadie se quedó atrás ni chaqueteó. Y eso que era nuestro bautismo de fuego.

Al caer la tarde, llueve durante una hora, lo que refresca el ambiente.

Como no sabían que regresaba hoy, no me han nombrado servicio y podré dormir toda la noche. Aunque el suelo está bastante húmedo por la lluvia caída y la manta sola, protege poco.

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