6 de Septiembre de 1937

6 de Septiembre de 1937

Empieza a clarear, he perdido la noción de las horas que llevo andando monte arriba.
Al salir el Sol, llegamos a una especie de meseta bastante extensa y elevada, desde la que se domina todo el árido llano de Mediana. El pueblo, que es tierra de nadie, pues ha quedado en medio de las líneas del frente.
La meseta a la que hemos subido, forma como una ancha plataforma, al fondo de la cual, continúa elevándose la sierra que se prolonga a derecha e izquierda nuestra, en gran extensión. Desde aquí, vemos varios picos bastante altos, pero particularmente uno que debe llegar a los 700m de altitud. El terreno es totalmente seco. No hay vegetación alguna; ni siquiera una pequeña mata de tomillo.
Ignoramos si la cordillera está ocupada por el enemigo, auque sospechamos que sí. Y, casi tenemos la certeza, que la hoguera que vimos anoche estaba en la cima más alta.

Apenas llegados, el Capitán nos reúne y nos dice:”Que nos quedamos aquí, y que estemos siempre muy atentos pues somos una avanzadilla de vigilancia en este sector cuya situación se ignora y en el cual se desconocen las posiciones del enemigo.

Cuando nos disponíamos a descansar, los sargentos nos ordenan cavar zanjas individuales, separadas y “a los largo”, para poder cobijarnos si viene la aviación. Ya no especifica “cual” aviación, pues se da por sabido, que se refiere a la “nacional” por que la nuestra, hace días que no la vemos.
Aunque estamos agotados, el instinto de conservación puede más, y nos ponemos a trabajar. Como no disponemos de picos ni palas, debemos escarbar la dura tierra con unos pocos machetes que tenemos y sacarla con las manos. Hacemos zanjas individuales de dos metros de largo y sólo 40cm de profundidad, ppues no tenemos fuerzas para trabajar más.

Nos estiramos a descansar, pero el sol empieza a quemar, el terreno es llano como la palma de la mano y no tenemos con qué protegernos de él. Además, después del ejercicio, tenemos sed y no disponemos ni de una gota de agua. Y, hasta dentro de cuatro horas no la subirá la cuba.

¡Ya tenemos la aviación encima! Sobrevuelan el sector un buen rato y, al final, lanzan unas 40 bombas. Hemos quedado cubiertos de tierra, pero no hay ningún herido. No hay duda que hemos sido “denunciados” por algún observatorio enemigo. De otra forma, no se comprende que, sin vuelo de reconocimiento, previo, nos hayan localizado a un reducido grupo de fuerzas en este rincón del mundo. Todo esto, nos reafirma en la convicción de que esta sierra, está ocupada por fuerzas enemigas.
Tenemos la sensación que estamos metidos en una ratonera; que de un momento a otro, vamos a recibir el peso de la reacción enemiga sobre nosotros solos ya que, aquí arriba, estamos desconectados del resto de nuestras fuerzas que quedaron abajo en los llanos de Mediana o de Belchite.

Al atardecer, llega el agua. Nos hinchamos de ella y llenamos las cantimploras.

El chofer de la cuba, nos advierte que, en lo sucesivo, no subirá hasta la noche, de modo que procuremos racionarnos el resto del agua lo mejor posible.
También nos cuenta que, ayer noche, unos 300 militares, rompieron el cerco de Belchite por la parte Norte (que encara esta sierras), intentando alcanzar las líneas propias, cuya posición les era señalada por una hoguera en lo alto del Sillero. Pero, como ya se  esperaba el intento desde el día anterior, la mayoría fueron muertos a tiros en los parapetos, acequias y olivares de los alrededores, por donde se escapaban. Se supone que fueron muy pocos los que cruzaron las líneas.
Ahora, nos explicamos el resplandor de ayer noche en el pico alto y que según el chofer, se llama Sillero. Aunque está bastante alejado, desde aquí lo distinguimos perfectamente y, deben tener el observatorio, que nos ha localizado.

Por la tarde, en el valle que dominamos desde aquí, ha habido intenso cañoneo y bombardeo de aviación, conjuntamente, sobre nuestras primeras líneas. Quizás se prepara un contraataque enemigo. Ante tal posible contingencia, nos distribuimos estratégicamente en la loma, por si el ataque se produce. Pero va pasando el tiempo y no se produce movimiento alguno y, poco a poco, va remitiendo el jaleo del valle.

Ya de noche, viene un camión con la comida, que reparte.

Después de cenar, abandonamos el centro de esta meseta y nos trasladamos hasta el final de la misma, donde se inicia de nuevo la ladera ascendente.
El cambio de posición, es aconsejable, pues aquí estaremos mas resguardados.
¡A cavar de nuevo! Afortunadamente, ahora disponemos de picos y palas que nos ha subido el camión de la comida y, aunque el trabajo es fatigoso, es más provechoso. Hacemos unas zanjas colectivas, en zig-zag. La mitad cavamos dos horas; mientras tanto, la otra mitad hace guardia, para evitar cualquier emboscada. Luego, cambiamos. Así, vamos alternando, hasta que amanece.¡Estoy realmente agotado!

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