3 de Septiembre de 1937

3 de Septiembre de 1937

Transcurre la mañana, sin novedad.

A las seis de la tarde, el corneta a tocado “fagina”, lo que indica que “algo” habrá.
Así es; los que traen la cena, nos dicen que marcharemos enseguida.

Cenamos. Formamos. Pasan lista; estamos todos. Confirman la marcha de la 1ª y la 2ª secciones; la tercera, se queda.

Subimos hacia el pueblo. Llegamos a él, ya anochecido. Esperando cosa de una hora, la llegada de dos camiones. Montamos. Dirección… Belchite.

Vamos por unas pistas polvorientas. A pesar de la pericia del chofer, algunas veces parece vamos a salir volando, debido a los profundos baches, producidos por los obuses de artillería. A la luz de los faros del camión, vemos las primeras alambradas. A los que vemos el frente por primera vez, este “escenario” nos impresiona.

Nos cruzamos con nuestra caballería, que regresa del frente de Mediana. Siempre, gracias a la luz de los faros, Quintanilla me hace observar la cantidad de caballos sin jinete. Los jinetes que van montados, más que conducir sus caballos, se dejan llevar por estos. Diríase hombres momificados,  inexpresivos, muertos. Desaparecen en la oscuridad.

Llegamos a Codo, que hasta hace unos días, estuvo en poder del enemigo. Está totalmente en ruinas. Solo quedan en pie cuatro paredes,

Proseguimos. Empezamos a oír disparo de fusilería, que va aumentando a media que nos acercamos. Al fin, llegamos a un extenso olivar, en cuyo lindero para el camión, pues allí, termina la pista. Apaga los faros rápidamente, Bajamos. Estos olivares, pertenecen a Belchite, cuyo pueblo está a cosa de un quilómetro y es de donde viene el tiroteo. Un tiroteo, a oscuras.

Nuestra llegada, atrae a unas sombras; son soldados que descansan. Nos preguntan por nuestra unidad; al identificarnos, nos reconocen dos antiguos compañeros que, mientras descansamos, nos cuentan  que el pueblo lo tenemos completamente cercado, pero que resten, porque su aviación, aprovechando la noche, les tira sacos con comida, armas y municiones. Y, esto, es imposible impedirlo porque carecemos de antiaéreos. También nos dicen, que parte de los bombardeos que oíamos desde Zaida, eran enemigos que castigaban nuestras fuerzas situadas en estos olivares. Nos advierten que durante el día, esto es un infierno y que el número de bajas, por ambas partes, es enorme. De modo que no es cierto que hayamos entrado ya en el pueblo. Se han ocupado algunos corrales o casuchas en las cercanías, pero las fuerzas y la población civil (retenida dentro) siguen encerrados allí.

Llega nuestro capitán y ordena dispersarnos por secciones, en el olivar y  descansar hasta nuevo aviso. Y, así lo hacemos.

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