9 de Septiembre de 1937

9 de Septiembre de 1937

Esta mañana, ha regresado la compañía que,  el otro día subió arriba de la montaña. Se ha situado de nuevo, a nuestra izquierda. Parece que han abandonado la posición por orden del Mando. Esto, parece dar a entender que no pensamos operar por aquí.

Me corresponde guardia también por la tarde. Desde el morro de la montaña donde está situado el “puesto”, veo perfectamente al fondo del valle, una mancha de verdor; es la huerta de Fuentes de Ebro, pueblo cercano al Ebro y que sigue en poder del enemigo. ¡Qué extraña sensación de frescor da sólo la vista de la huerta! ¡Y qué extraña impresión causa el saber que allí están “ellos”.

Nuestro compañero Villalta, ha recibido un paquete con novelitas, que pidió a casa cuando estábamos en retaguardia antes de la ofensiva. Esto, nos permite pasar el rato más distraídos  y no pensar tanto en el sol y la sed.

Han repartido tabaco: dos paquetes de mataquintos (que nos cuestan 20 céntimos cada uno.) Ya no nos parecen tan fuertes.

Guardia de nuevo de 2 a 4 de la madrugada. Apenas entro de puesto, se levanta un fuerte viento que forma verdaderas nubes de polvo de forma que no puedo tener los ojos abiertos pues se me llenan de tierra. No cesa, hasta que me relevan. Estoy aterido de frío. Empiezan a caer gotas. Me tumbo en la zanja y me tapo con la manta.

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